
Fotografía de Chema Madoz.
tocar1
De la onomat. toc.
- tr. Ejercitar el sentido del tacto.
- tr. Llegar a algo con la mano, sin asirlo.
- tr. Hacer sonar según arte cualquier instrumento.
- tr. Interpretar una pieza musical.
tocado2, da
Del part. de tocar1.
- adj. Dicho de la fruta: Que ha empezado a dañarse.
- adj. coloq. Medio loco, algo perturbado.
- adj. Dep. Afectado por alguna indisposición o lesión.
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A mi madre.
Porque me enseñó del tacto y a volar.
Cuentan que en Abril llovía.
Que hace años robaron las nubes y que las escondieron en el almacén de los libros rechazados, allí donde nadie miraba, junto a un campo de cultivo, lugar del olvido.
Sin embargo, apenas pareció importar: los días de sol llenaban las calles mientras se perdió la lluvia y nadie la encontró.
Abril sonrojada y tocada como fruta madura, se vistió de lilas, se perfumó de anhelo y de tanto soñar las nubes, las dibujó en el aire tejiendo historias de cúmulos y estratos.
Lejos quedaban: el olor de la lluvia y arrumacos con el repiqueteo en el cristal.
Los días de sol pasaban y se olvidaban tempestades, aguas que regaban primaveras y jazmines que ya no daban flores. Así como se abandonaron jardines, se borraron noches húmedas de inspiración y nostalgias; los poetas se alzaron con versos volátiles que fueron fértiles en otro tiempo. Así como músicos que antes sembraron melodías, se dedicaron al cultivo de secano del manzano.
Y el viento soplaba sin que nadie se tocara siquiera con la mirada en fuga -en mi bemol- mientras otros tocaban a Bach derretido como mantequilla caliente en cada atardecer.
Cuentan que hubo un océano capaz de poner el mundo del revés por recuperar a la luna, pero pasaron primaveras, veranos, otoños e inviernos y nadie volvió a saber de las nubes encadenadas que buscaban ventanas, que soñaban distancias eléctricas.
Y fuera, al otro lado del encierro, regaban un enorme campo blanco de algodón que flotaba con la ligereza que perdieron las nubes.
Cuentan que aquel fue el mejor algodón que nunca existió fruto de aquellos días despejados, de nubes cautivas.
Tanto fue así que se dijo que secuestraron a las nubes para que el algodón tuviera con qué jugar, así como tiempo después las vacas beberían cerveza mientras escuchaban a Mozart.
Fuera cierto o no, las máquinas no paraban de hilar kilómetros y kilómetros del mejor algodón habido y por haber hasta que se enredó una nube juguetona en la trama.

Fotografía de Chema Madoz
Aquella osada se atrevió a colarse por la jaula y las demás la siguieron rompiendo su cautiverio y enredándose en aquella historia.
Cuentan que se ventilaron primaveras aquel atardecer de tormenta mientras otros, altos y bajos, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos vistieron suaves nubes que, a ratos, asaltaron los cielos, volátiles peludas, trenzadas, tejidas, entramadas, hiladas, tocadas por tormentas que desordenaban historias en fuga.
Gracias por este texto, precioso conmovedor, no has podido hacerme mejor regalo que tus palabras envueltas en algodón y música. y quiero que sepas, que has conseguido lo que tanto tiempo estabas esperando, que la lluvia aparezca en mis ojos.
Gracias Gracias Gracias
Es que no hay nada como los regalos hechos con amor, música y palabras. Un beso enorme.
Laura:
Leer este cuento me ha hecho flotar en el cielo, como si una nube de algodón me hubiera atrapado.
Estupendo, artista!
Muchas gracias Pura. ¡No sabes la ilusión que me hizo tu comentario! El mundo necesita más maestras que amen tanto su trabajo y la literatura como tú. Un abrazo grande.
Preciosos relato. Me encantan las fotos que has elegido para ilustrarlo.
Muchas gracias Ignacio, quería que fuera un texto especial para una mujer especial, mi madre. Un abrazo.