101. De necesidad.

necesidad

Del lat. necessĭtas, -ātis.

1. f. Impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido.

2. f. Aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir.

3. f. Carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida.

4. f. Falta continuada de alimento que hace desfallecer.

5. f. Peligro o riesgo ante el cual se precisa auxilio urgente.

6. f. Evacuación corporal de orina o excrementos. U. m. en pl.

de necesidad

1. loc. adv. necesariamente. Herida mortal de necesidad.

de primera necesidad

1. loc. adj. Dicho de una cosa: De la que no se puede prescindir.

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Después de meses de circunstancias excepcionales -de excepción, por supuesto- ¿seguimos siendo los mismos? ¿Necesitando lo mismo?

Hagamos repaso.

De marzo a noviembre. ¿Hemos perdido algo por el camino? ¿Y ganado?

¿En qué medida se valoran?

Ahora sabemos que esto durará más de lo que imaginábamos entonces. Que habrá que tomar aire y seguir respirando en esta carrera de fondo. Que seguirá habiendo malos momentos, otros peores y esperemos que sean los menos, pero serán. Que algunos abrazos se están haciendo de rogar demasiado y que se nos empieza a hacer muy larga esta película distópica. Pero, después de todo ¿seguiremos creyendo en las utopías?

Las utopías pueden ser esas necesidades secundarias por las que seguir luchando, ésas que seguir deseando sin que las pequeñas derrotas cotidianas nos hagan rendirnos.

Porque ahí, ahí es donde la curiosidad, la imaginación y el pensamiento soplan más y más fuerte. Alimentados por la cultura; la música, la literatura… y también por el silencio. O al menos, la ausencia de ruido.

Porque igual que la sociedad se empeña en normalizarlo todo, menos estar rota. Eso no significa que no se trabaje en mejorar, pero tampoco estigmatizar sentirse mal. Y no, que no signifique instalarse en el sufrimiento, sólo admitir que podemos rompernos. Nos falta aprendizaje oriental. Desde el Wabi-sabi; entender y aceptar la imperfección, hasta el Kintsugi; hacer de las grietas, belleza, o el arte de reparar heridas. Que esa transformación, alimente. Porque en esta vorágine de cambios, de normalidades diversas, de necesidades básicas cubiertas ¿dónde quedan las emocionales?

El ser humano puede ser tremendamente previsible, pero también, dejar de serlo. Ni todos somos iguales, ni mucho menos las circunstancias son y se manejan de forma similar.

Lo que para un vecino puede ser y verse de un modo, no para quien viva pared con pared. Ni todos los refugios se pagan ni se compran. Mucho menos se entienden, a la vista está.

El calor humano es, por supuesto, una necesidad. Quizás no del modo gregario que se nos presupone, tal vez lo sea de un modo más profundo y comprometido. El mismo que puede convertir el mundo en hostil por el esfuerzo que muchas veces se acentúa con relaciones superficiales que también se han evidenciado estos meses.

Lástima no equivocarnos. Porque no, esto no nos hizo mejores como colectivo. Incluso, en ocasiones diría que lo contrario, evidenció más egoísmos y menos conciencia. Se pensó mucho en lo global y poco, muy poco, en los sujetos. En los individuos. En los solitarios. Aquellos que, fuera del consumo, parecían no interesar. Nada nuevo. Seguiremos sin ser un pack familiar de supermercado. Y se seguirá señalando lo que se sale de lo establecido. Y no porque no tengamos necesidades en lo social, simplemente, porque son distintas. Sin embargo, no queda lejos tampoco la decepción: descubrir que quienes no esperamos, forman parte de ese colectivo que cree que las normas y restricciones son para otros. No nos engañemos, la responsabilidad y la coherencia, siguen siendo valores caros para quienes viven barato.

No, la gente no acepta que, uno tenga su propia fe.

Y así seguimos, cher Brassens.

BSO. Ombra mai fu (nunca fue una sombra). Händel. Andreas Scholl.

Cada 22 de noviembre es un texto homenaje, al día de la música y al abuelo.

53. Encorsetadas.

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corsé

Del fr. corset, dim. de corps.

  1. m. Prenda interior armada con ballenas, usada por las mujeres para ceñirse el cuerpo desde debajo del pecho hasta las caderas.
  2. m. Limitación o constricción impuesta a una forma de actuar. El corsé del convencionalismo.

corsé ortopédico

  1. m. corsé que tiene por objeto corregir o prevenir las desviaciones de la columna vertebral.

 

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Y así como caen las hojas de este otoño que se ha hecho de rogar, habrá quienes elijan, una vez más, ser tan fashion a-trayendo a un intento de presente de mujeres relativamente libres lo que el steampunk* ya adelantaba; sobrevolándonos como anécdota que recuperara al fantasma del corsé, envuelto en ese halo deseable que generan las tendencias, signifiquen lo que signifiquen.

 

Acúsenme de simbólica, a cada cual lo que es, sin duda, pero en esa pequeña lista imaginaria que guardamos en nuestros silencios, algunos forman parte de los que aceptamos y los que descartamos. Porque ¿acaso no vivimos rodeados de todos ellos?

Por supuesto que admitimos ciertos cánones que implican vivir en sociedad, que según la mirada de cada sujeto serán más o menos oportunos. Pues dejándonos caer un poquito en esa pedantería irresistible de quienes compartimos ideas soterradas en la palabra escrita, me resulta inseparable el corsé con su interpretación simbólica, que según la RAE es literalmente “constricción impuesta a una forma de actuar”. Pura metonimia de la opresión -femenina- por no detallar uno a uno los perjuicios para la salud, que hace casi un siglo Gabrielle Chanel, una de las pioneras que ayudaron a desterrarlo.

 

 

Y sin embargo, toma fuerza de la mano de Miuccia Prada (“icono feminista” leo con sorpresa) y Balmain entre otros, que juegan con la dualidad siempre jugosa y polémica de lo oculto y lo visible, alejándolo de la lencería, y dibujando un panorama que la sociedad actual asume; hacer público lo íntimo sin concesiones a lo simbólico, porque no nos engañemos, acostumbrados como estamos a integrar violencia y sexo en el día a día, el corsé se convierte en uno de esos objetos de deseo más, perversidad de fetiche mass media: que después de desarrollar el lado oscuro de lo que fue algo más que un complemento, rematan el artículo con: “Añádelo sin miedo a tus estilismos y combínalo también con vestidos y abrigos a modo de cinturón…” (Revista Glamour).

 

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Quizás ahí radique la diferencia con la soga al cuello de David Delfín que desató la polémica hace unos años, que aquélla quedara relegada en anécdota, por lo extremo de la propuesta que ninguna revista alentó a incluir a los estilismos cotidianos y se terminó por asimilar como crítica y sin embargo, se acepte y estimule a incluir el corsé en los outfits (sí, amigos, llevaba tiempo queriendo pecar de snob usando esta palabra en detrimento al mundano término de conjunto) ajenos a las pasarelas o escenarios, porque sí, ahí tenemos otra cuestión relevante; el contexto, que genera diversas realidades donde las ficciones se asumen de maneras distintas al día a día.

 

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Efectivamente, cualquier objeto es susceptible de convertirse en simbólico sea lo aséptico que sea, o lo cargado que esté de contenido, de significados de opresión, de liberación y de identidad. Porque en definitiva ¿nos afectan de igual modo todos los símbolos?

Reincido en la idea que todo depende de la mirada del otro, pues sean corsés, velos, sostenes, bikinis, burkinis, tacones (oh, sí, tortura cotidiana asumida por la estética que sin embargo también tiene su lado poderoso), mochilas del pequeño pony… ejemplos hay miles como las correspondientes reacciones ante los mismos, y éstas mueven al mundo en varias direcciones, porque en realidad, la cuestión es siempre la misma, cómo se acepta o no aquello que no se entiende, y cómo a pesar de ello se defienda la libertad de lo que no se comparte, porque quizás en el fondo, la cuestión no es el hecho en sí de lo que se vista, sino los motivos que impulsan dicha decisión, porque ¿acaso no son las elecciones parte de esa identidad que nos define?

Habrá quien rechace lo que para otro sea sorprendentemente sexy, o para quienes sea completamente indiferente, amistades peligrosas con las que convivimos a diario, aunque no siempre con la responsabilidad, coherencia e información anhelada, pero al menos, espero que sabiendo dónde estamos y quiénes somos, porque eso, lo siento, pero no podemos (ni debemos) evitarlo.

 

*Steampunk: o retrofuturismo es un género estético y de la ciencia-ficción que rescata las visiones de futuro generadas en el pasado, es decir, la visión por lo menos descrita en escritos, ilustraciones y otras formas de expresión.

 

Feliz y reivindicativo día de las escritoras, hoy 17 de octubre.

47. Espejito, espejito.

  

Fotografía de Chema Madoz

 

Espejismo.De espejo e -ismo.

1. m. Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, lo cual hace que los objetos lejanos den una imagen más cercana e invertida.

2. m. ilusión (‖ concepto o imagen sin verdadera realidad).

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Y así, como en un espejismo, las niñas del ayer nos convertimos en las mujeres del presente, a veces atónitas y rodeadas de contradicciones del que fueron alimento de nuestra infancia, maravillosos cuentos, y puro, purito espejismo frente a la realidad que asoma.

 

¿Qué fue de aquella bruja malvada y bella? ¿Y de la Ratita presumida?

Espejito, espejito, dime ¿quién es la más hermosa?

Y ahí, justo ahí, respondiera lo que respondiera el chivato, se desató la catástrofe. 

  

Los referentes de la belleza femenina en la infancia se tensan hacia lugares aceptados que sin embargo, podrían no ser lo políticamente correctos que se les presupone:

1. Mujer envidiosa y obsesionada por ser la más hermosa (¡maldita rivalidad!).

2. Hijastra bella a la par que pánfila a la que su madrastra engaña no una, ¡sino varias veces! Que asume la necedad y necesidad de ser salvada por los enanitos, donde vive recluida por no ir más allá de aquel reino encantado (que no encantador).

3. Una ratita (mejor en diminutivo que queda más mono y coqueto) se arregla y desprecia a pretendientes que no están a la par en su presunción de lindezas, mientras se deja convertir en ese objeto de deseo, bello que resuelve esta historia abruptamente cual tragedia interrumpida.

 

La ratita presumida por Ferrándiz.

 

La niña del pasado crece y descubre una realidad donde se consume ferozmente belleza e imagen.

¿Y entonces? ¿Qué fue de los cuentos?

Quizás piensen ustedes, -o tal vez no, pero piensan, que eso es lo que importa- no sin razón, que ya estamos sacando de contexto. ¿Acaso no vivimos en un fuera de contexto habitual y permanente?

Todo es cuestión de matices, efectivamente.

Así como el tiempo vuela, se nos escapa, y esas niñas del pasado nos equivocamos hasta convertirnos en las mujeres del presente, rodeadas de incoherencias que es preferible reconocer que disimular en este reino de alardes y cuentistas sin gracia. Así pues, hagan sus apuestas, ahora que descubrimos que los príncipes azules no existen si no es por puro atragantamiento.

Será mejor digerir un poco más a falta de hermanos Grimm que nos ilustren el presente.

46. La donna.

 

Poster visto en Venecia Marzo 2016.

 

mujer

Del lat. mulier, -ēris.

1. f. Persona del sexo femenino.

2. f. mujer que ha llegado a la edad adulta.

3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. ¡Esa sí que es una mujer! U. t. c. adj. Muy mujer.

4. f. Esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja.

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¿Qué es la mujer?

Lacan afirmó que «la mujer no existe» y francamente, la RAE no ayuda a tener una idea aproximada, ya que encontramos definiciones más propias de la Edad Media, que a falta de estigmatizarnos y llamarnos brujas, lo suaviza relacionándonos con la supuesta profesión más antigua del mundo: la prostitución; visión impensable en definiciones de nuestros compañeros de existencia, amigos hombres.

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2. f. Prostituta que busca a sus clientes en la calle.

mujer de punto

1. f. prostituta.

mujer fatal

1. f. mujer que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible, que puede acarrearles un fin desgraciado.

mujer mundana

1. f. p. us. prostituta.

mujer objeto

1. f. mujer que es valorada exclusivamente por su belleza o atractivo sexual.

mujer pública

1. f. prostituta.

Sin embargo, la cuestión de género afecta por igual, pues hay quien se plantea la masculinidad como reverso de la feminidad: «ser hombre es no ser mujer», basándolo en lo que no hay, quizás por eso el mundo avanza midiéndose por lo que no tiene. Así pues ¿ser mujer se define por lo que falta? Para muchos, sí. Porque en realidad, todos, hombres y mujeres, ¿acaso no estamos marcados por la falta en relación al otro? Pero no es eso lo que nos hace mujeres y hombres. ¿O sí?

Retomando las palabras de Lacan, todo parece indicar que efectivamente la mujer no existe, sino que efectivamente, como apostilló, seamos “una por una”, y añado, además podamos ser y no ser simultáneamente, o ser una cosa y su contraria.

Ser mujer no es vestirse de artificio. Y sin embargo también puede serlo. 

Ser mujer no es ser madre. Y sin embargo también puede serlo.

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¿Es usted 100 por 100 femenina?

Y en plena cuestión de identidad, hay quienes la sienten muy plenamente: muy madridista, muy catalán, muy hombre o muy mujer; ¿pero dicho estatuto superlativo no necesita del otro para constituirse? No olvidemos que a veces es una proyección ajena así como “los hombres no lloran” y demás trampas con las que convivimos como que una mujer inteligente, también pueda verse y sentirse bella, no por nadie, sino porque guste de sentirse deseable para sí misma.

Sí, amigos, la feminidad se cuestiona en más dimensiones de las que vemos a primera vista. La fuerza, la independencia y autonomía de las mujeres aún genera inquietud, incluso rechazo; se sigue prestando atención a cómo viste una mujer, no siempre por cuestiones de gusto, sino en muchos casos por intereses económicos de las cadenas y las audiencias para asimilar la actual cosificación; el perfil de mama chicho se ha maquillado y extendido hacia el lado masculino. No se trata de igualarnos en lo obsceno: ¿Acaso ésa no es la misma trampa de la que intentar salir?

Que una mujer decida sobre su cuerpo no debería convertirse en frivolidad, así como sus elecciones sobre su vida no deben ser cuestionables por nadie más que por una misma; no, no hay que aceptar esas pequeñas agresiones que nos tiran el respeto alcantarillas abajo, junto con la huida de un Harry Lime acorralado.

¿De dónde vendrá tanta agresividad hacia lo femenino?


Quisiera completar la idea de Simone de Beavoir añadiendo a la ecuación a mujeres de rivalidad silenciosa, casi invisible, incluso inconsciente. Y así, en plena proyección de fantasmas propios se alimentan en ese delicioso caldo de cultivo. Combinado con un poquito de muda envidia et voilà, ¡menuda sopa nos hemos montado!

En ese rincón, se lanzan las bombas que aniquilan esa racionalidad; utópico mundo de las ideas y los ideales. Y ahí, en plena antítesis especular donde parecen construirse realidades e identidades, me vuelvo a preguntar ¿qué es ser mujer? ¿Y qué no lo es?

Para mí SER es un compromiso, y ser mujer, una responsabilidad, conmigo misma en primer lugar, y con las demás como extensión. Es cierto que vivimos rodeados de micromachismos, pero los grandes cambios empiezan desde dentro, nada cambiará realmente si se sigue focalizando y poniendo en el otro (que bien puede ser la otra) todo lo que disgusta porque resulta más cómodo, así como desestigmatizar la vulnerabilidad y las faltas y reconocer a quienes eligen su papel de víctimas responsabilizando a los demás de su situación, sin embargo, igual que la música describe una realidad, a veces también la genera o la estimula y dicho planteamiento se acaba asumiendo como verdad, así como la letra de La donna è mobile:

La donna è mobile, qual piuma al vento,

muta d’accento, e di pensiero.

La mujer es voluble, cual pluma al viento,

cambia de palabra, y de pensamiento.

Claro que existen mujeres así, y hombres. Porque existen personas así. Del mismo modo que el semblante retratado por Sisa/ Sabina en la canción Mujeres fatal:

Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no

Se trate o no de inseguridad-es, ahí queda la sombra de la duda de la argucia femenina, excusa sobada y resobada muy asumible de nuestra supuesta incoherencia para convertirnos en seres dominados por el útero; inestables, alterables y por supuesto, histéricas. Porque hombres histéricos no existen ¿verdad?

Hay tantos hombres y mujeres como universos y pensamientos posibles, pero las realidades y circunstancias son una por una, como decía Lacan, porque es innegable que, parafraseando a Sisa y a Sabina -no sólo ellos poetizan y profetizan- también existen aquellas:

 “Hay mujeres que van al amor, como van al fracaso”

“Hay mujeres que sueñan condenas

Y mientras, indigestión de tanto comer falacias, tanta low y fast food tiene efectos secundarios. Hay que mimar aquello de lo que uno se alimenta para luego poder aprender a procesarlo y tener digestiones felices que finalmente, nos repercutan a tod@s. Hagamos caso al maestro Benedetti (en Te quiero)

y en la calle codo a codo

somos mucho más que dos

Mientras no se dinamiten las presunciones de cualidades femeninas -tomen nota- la igualdad seguirá como un horizonte, inalcanzable:

– Cariñosa y complaciente; fuerte y dócil.

– Buena profesional, cocinera y gestora del hogar.

– Buena amante, esposa, madre y amiga.

– Buena gestora y sacrificada.

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¿A cuántas se nos ha exigido ser todas ellas en alguna ocasión?

Ahí estamos hijas, madres y abuelas; profesionales y estudiantes; ilusas y realistas.

La mujer que soy y quiero ser la construyo a diario, con mis faltas y mis luchas. Soy todas ellas y a veces ninguna, y sin embargo soy esa sombra pequeñita que me guardo para mí en un rincón de mi imaginación, pero no quiero ser en función de lo que nadie me imponga.

Gracias a las mujeres que -de cerca y de lejos Barbarella, Maria- con su respeto y cariño se han convertido en familia, nos una la música, la literatura y la amistad.

Gracias de nuevo a mi madre, a mis musicales tías adoptivas Rosa e Isabel y a Laia por su emocionante voz e interpretación.

 

35. Vísteme.

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Imagen de Jules de Bruycker, nu, 1920.

vestir.

(Del lat. vestīre).

  1. tr. Cubrir o adornar el cuerpo con ropa. U. t. c. prnl.
  2. tr. Guarnecer o cubrir algo para su defensa o adorno.
  3. tr. Dar a alguien lo necesario para que se haga vestidos.
  4. tr. Exornar una idea con galas retóricas o conceptos secundarios o complementarios.
  5. tr. Disfrazar o disimular artificiosamente la realidad de algo añadiéndole adornos.
  6. tr. Dicho de la hierba: Cubrir los campos.
  7. tr. Dicho de la hoja: Cubrir los árboles.
  8. tr. Dicho de la piel, el pelo o la pluma: Cubrir los animales, etc.
  9. tr. Hacer los vestidos para otro. Tal sastre me viste.
  10. intr. vestirse o ir vestido con un determinado gusto. Luis viste bien.
  11. intr. Dicho de una cosa: Ser elegante, estar de moda, o ser a propósito para el lucimiento y la elegancia. El color negro viste mucho.
  12. intr. Llevar un traje de color, forma o distintivo especial. Vestir de luto, de etiqueta, de uniforme, de paisano.

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Vísteme de magia; de poesía.

Desvísteme de máscaras; velo entramado de versiones diarias.

El lenguaje es el vestido de los pensamientos (Samuel Johnson).

Vísteme despacio de primavera; de hierba que tiñe los campos, de hoja que abriga los árboles. Vísteme de naturaleza, que yo me arropo desnudando la imaginación, pacto mudo de lo mostrado por lo que oculto, pero sobre todo, no me cubras los pudores de vergüenzas.

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Imagen de Francesca Woodman

 

Un vestido carece totalmente de sentido, salvo el de despertar en los hombres el deseo de quitarlo. (Françoise Sagan).

Cúbrete, cúbrete esos descaros, que hay mujeres que se defienden desnudándose; mostrando sus anhelos como quien se cose ausencias en noches de luna llena.

Vístete del deseo del otro, disfrazándose de su piel, femme fatale o superviviente. Desvestida para vestirse y viceversa, poética erótica “que fuera adorable o por lo menos querible, besable, amable…”
(Canción del Elegido, Silvio Rodríguez)

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Imagen de Francesca Woodman

 

La esperanza es un mal vestido de bien. Anónimo.

También hay quienes se visten de esperanza, de verde esperanza. Color muerte para el poeta, premonición cual cuchillo de un luto fusilado. Sí, quizás Lorca soñara su arresto y asesinato vestido de bien, arañando los recatos de una mirada inquisidora, quizás tan verde como aquella madrugada que mutiló su esperanza de ser, con la sinrazón del sin ser. Des-cubiertos, pasan los años teñidos de olvido y sigue habiendo huesos que visten cunetas…por los siglos de los siglos -¡Amén!-.

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Imagen de Francesca Woodman

Cada mañana un dilema: vestir un drama o una comedia.

Poliédricos, recortables, para ser uno y diez mil. Dulce tragicomedia; ser señorita de pulidas enaguas, -y/o/también- esquimal heroica con sardinas a la brasa.

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Sí, otro lenguaje, donde ni todo el fruto hace al ciruelo, ni el aceite al olvido… perdón, quise decir olivo. Sea el hábito al monje, la seda al simio… Sea.

Pero quizás sin que nos aborden pudores históricos, incluso histéricos, que sólo asalten los cielos e infiernos.

Vistámonos por los pies, por la cabeza o por la pasión por lo textil…

¡Canela en rama!

Pd: Artículo dedicado a mi madre, bella mujer por dentro y por fuera, que me enseñó la importancia de vestir sonrisas. Gracias y recuerda, que no nos quiten la sonrisa 😉

6. En-tallada

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(De en- y talla).

1. tr. Hacer figuras de relieve en madera, bronce, mármol, etc.

3. tr. Cortar la corteza, y a veces parte de la madera, de algunos árboles para extraer la resina.

4. tr. Hacer cortes en una pieza de madera para ensamblarla con otra.

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1. tr. Hacer o formar el talle de un vestido.

2. tr. Ajustar la ropa a la cintura. U. t. c. prnl.

4. intr. Dicho de un vestido: Ajustarse o venir bien al talle. U. t. c. prnl.

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Como una cinturilla grabada, como si corteza y piel, fueran cuerpo y árbol, de un cuento a punto de ser tallado.

Redibujando las curvas, los nudos, y las ramas; cincelándolas a lo pin up, o borrándolas del paisaje anatómico.

Dejándose vestir de un manto de hojas, de cada prenda que pueda sugerir una u otra figura, envolviéndola o marcándola, embutida en su modo de ser, de respirar.

Haciendo del talle de avispa, bandera, manifiesto evidente de una feminidad implícita, en su erótica del poder, en el descaro y en la firmeza de intenciones.

El talle es, resume y evidencia, una existencia y una manera de resistir y recibir miradas. Para transformarlas y devolverlas en un movimiento, o incluso en el tintineo de las hojas del otoño, o de los brotes en primavera.

Esculpida en la madera del cuerpo, en una e-lección de estilo, envuelta en estampados tatuados, redibujados, una vez más, sobre la corteza de la piel, llego a esa cinturilla, que se ajusta a mí misma como un corsé deshabitado y débil, extinto en el recuerdo de las hojas secas de este tímido invierno.

¿Acaso envolverme de descaro y de miradas como prenda básica?

¿Acaso entallarme en la dualidad del ser objeto y sujeto simultáneamente?

Entonces, cuando el cuerpo se convierte en árbol, es cuando se talla sobre la madera de la dermis el retrato de lo que mostrar, ciñendo a las cinturas los anhelos de quienes las saben mirar, de quienes saben soportar esas miradas. Entallando, aún más, ese rincón de nuestros misterios.

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5. Cuerpo .1

De cuerpo presente.

(Del lat. corpus).

1. m. Aquello que tiene extensión limitada, perceptible por los sentidos.

2. m. Conjunto de los sistemas orgánicos que constituyen un ser vivo.

3. m. Tronco del cuerpo, a diferencia de la cabeza y las extremidades.

4. m. Talle y disposición personal.

10. m. Grandor o tamaño.

13. m. cadáver.

pedirle a alguien el ~ algo.

1. loc. verb. coloq. Apetecerlo, desearlo.

de ~ presente.

1. loc. adj. Dicho de un cadáver: Expuesto y preparado para ser llevado al enterramiento. U. t. c. loc. adv.

(RAE)

El cuerpo, además de un conjunto – y entendido como tal (de ahí su esencia y su mística, ya sea de tejidos, formas, palabras, etc)- supone, en cierto modo, la elección de una IDENTIDAD, con una imagen.

El cuerpo es, o puede dejar de ser. Está y presumiblemente dejará de estar.

Porque no determina únicamente una existencia, sino que otorga un carácter de presencia, que no necesariamente acaba por llenarse de aprendizaje, ni de conocimiento, acerca de lo que supone ser ese cuerpo. Vivirlo.

Se encuentran a diario mil referencias, más o menos afortunadas, pero siempre con implicaciones subjetivas, incluso, emocionales.

Elle Macpherson se ganó el apodo de El cuerpo por su esbelta figura.

Una silueta puede presumir como precioso maniquí sobre la que vestir prendas, también las que sugieran lo contrario.

Las hay que evidencien el paso del tiempo, las que muestren el final, las que sean ajenas o extrañas, las que sean expuestas y las que se expongan, las marcadas, las pertrechadas, las violentadas… Una variedad enorme.

Lo más interesante es que un cuerpo, no es sólo lo que parece ser, sino lo que realmente esconde. Una manera más o menos consciente de las relaciones, a través de ese poso inevitable, sordo y tal vez mudo, fundamental en la comunicación, para interactuar con un@ mismo y como consecuencia, con los demás, con el mundo que llevamos sobre nuestra piel a modo de velos.

El cuento «El traje nuevo del emperador» habla de esa mirada. De lo que el componente corporal y su envoltura, muestran y transmiten.

De cómo la preocupación por la imagen de un emperador, para experimentar el éxtasis de las miradas de admiración, lo desnuda ante la mirada pública.

Lo cierto, es que parece no existir el cuerpo sin la mirada, ni el tejido sin el cuerpo, para arroparlo, envolverlo y  maquillarlo.

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Porque vestido tiene algo de púdico y de impúdico. Todo depende de la mirada. Y probablemente, de la prenda o de la parte desnuda, pero ésa, ya es otra historia…