104. Aniversarios sin feria.

aniversario, ria

Del lat. anniversarius ‘que se repite cada año’.

1. adj. p. us. anual.

2. m. Día en que se cumplen años de algún suceso.

3. m. Oficio y misa que se celebran en sufragio de un difunto el día en que se cumple el año de su fallecimiento.

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The moon is yellow silver.

Tom Waits.

Mes de aniversarios.

Irremediablemente nostálgica.

Sin embargo, resuena una pregunta ¿cuándo volveremos a vivir?

Ser moderadamente infeliz y otras formas de supervivencia. Desde hace tiempo, quien más, quien menos, dejamos pasar las horas, aprendiendo a sobrevivir en cierta soledad, distancia mediante. A estas alturas ya sabemos quiénes sí y quiénes no. También que el encuentro con el otro es más frágil de lo que hubiéramos querido.

La vida no era esto.

Sabíamos vivir bien. A pesar de las trampas y los disgustos, de los errores y los engaños. Ahí estábamos, tomando decisiones. Porque elegir también era vivir. O viceversa.

¿Cuándo los extremos se hicieron más lejanos?

Vivir como si no hubiera mañana, o sacrificar vida por responsabilidad. Los sacrificios también pesan. La imaginación va haciéndose pequeña, tomando la forma de las cuatro paredes que nos habitan. ¿O era al revés?

Diez años ya.

No hubiera podido imaginar hace un año que estaríamos así, sin poder celebrar los años de oficio textil de cerca. Todo tan lejos y con un paisaje herido.

Los lugares a los que regresar se siguen acumulando.

Me falta París como nunca. Como no imaginé que lo añoraría tanto sólo un año después. Porque no era sólo un lugar al que regresar, París siempre fue mucho más. Lo sigue siendo.

París volverá a anticipar la primavera y a colorear los otoños. Y mientras, podemos seguir soñando, imaginando sus rincones y escribiendo todas las historias que, quizás, podamos acabar rozando algún día.

La escritura cárcel arranca. Es la vida que dejamos en suspenso mientras seguimos arañándole días al calendario.

BSO. All the world is green. Versión Birds on a wire.

91. Feria capicúa 02.20.

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capicúa

Del cat. capicua, y este de cap i cua ‘cabeza y cola’.

 

  1. m. Número que es igual leído de izquierda a derecha que de derecha a izquierda; p. ej., el 1331. U. t. c. adj.
  2. m. Billete, boleto, etc., cuyo número es capicúa. U. t. c. adj.
  3. m. En el juego del dominó, modo de ganar con una ficha que puede colocarse en cualquiera de los dos extremos.

 

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No sería la primera vez que pisamos la moqueta de color gris en Première Vision, y, sin embargo, fue la primera vez que me fijé. Entré en como salí, mirando al suelo. Y así, descifré la incógnita que trazaría diseños de la ecuación matemática.

Existen las fieras y ferias capicúas. Aquellas que se escriben igual del derecho que del revés, las que dibujan patrones. Y lo hacen. Coordinándolos como los estampados, por familia de color, de ambiente, de motivos. Porque motivos, nunca faltan. Como ocurre con muchas preguntas sin respuestas.

Otras, arañan salvajemente, haciendo del animal print, una tendencia que ya es un clásico, dándose la vuelta como un calcetín. Porque, en el fondo, las ferias no dejaron nunca de ser espejismos, algunos de vanidades, otros de deseos que después, incluso se convierten en anhelos.

Y ya se sabe, lo que empieza, tiene un final.

Todo depende, claro, de los ciclos de las modas, del lugar, de las estaciones, pero también de la resistencia de las fibras, porque a veces, -oh, sorpresa- los mejores tejidos también se rompen. Pero schhh, guarden el secreto, que el espectáculo debe continuar. Y lo hace. Aunque no fuéramos los mismos quienes salimos de allí de quienes entramos.

Quizás porque a veces las direcciones acaban por dispersarse y no se vuelve a pisar por el mismo lugar que, ya se elige no transitar, tuviera o no que ver entrar por la trasera y salir por la entrada.

 

Así, se cierran puertas que nos hicieron crecer, descubriendo cómo, a veces, por mucho que guste un lugar, un tejido, o una idea, también puede tener final, por capicúa que sea.

Y así, se celebran aniversarios, también años en el textil, aventura que arrancó un 25 de febrero tiempo atrás.

 

BSO. The End. The DOORS.

86. Ferias imposibles.

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imposible

Del lat. impossibĭlis.

 

  1. adj. No posible.
  2. adj. Sumamente difícil. U. t. c. s. m. Pedir eso es pedir un imposible.
  3. adj. Inaguantable, enfadoso, intratable. Luis está imposible hoy. Se ponen imposibles.
  4. m. Ret. Expresión de la seguridad de que antes de que suceda o deje de suceder algo ha de ocurrir otra cosa de las que no están en lo posible.

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  1. loc. verb. coloq. Apurar todos los medios para el logro de un fin.

 

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Imposibles.

También hubo ferias impensables, las que vivieron dentro de la última edición de Première Vision en París. Más de un encuentro. Los que años atrás parecían imposibles, hoy se han convertido en realidad. Porque a veces, suceden verdades tirando del hilo. Aquello que se llama intuición, va creciendo dentro de las miradas, las propias y las ajenas. Las que abren nuevos caminos. Aquellas que, por un sorprendente golpe de efecto, acaban convertidas en las tendencias de la temporada. Muchas estudiadas, pero otras, también, fruto del azar. Como el tejido que nos constituye.

“Poseen un vago instinto no ya de lo sagrado, pero sí de lo trascendente”

Amélie Nothomb, Golpéate el corazón.

Y es que se dota de trascendencia a las tendencias. La velocidad las habita. Las devora. Tanto y tan rápido que se convierten en algo así como relaciones suspiro. Que duran lo que una fugaz ilusión. Y las ilusiones también se rompen, aunque casi nadie dedique tiempo en zurcir las costuras, en remendar aquello que tampoco ha de ser eterno.

“Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses”

Oscar Wilde.

Sin embargo, el ritmo no para. Todo lo contrario. Aumenta las revoluciones. Las reales y las imaginarias. Las que podrían construir un relato de todo lo que queda en vía muerta, de lo que no sucede a la misma velocidad que ocurren las realidades. En ese enjambre de pasillos y stands que dibujan un mapa de una ciudad llena de lenguas, idiomas y aspiraciones. Babel horizontal que se cita dos veces al año, vísperas del otoño y de la primavera. Días de mucho, vísperas de na, decía la canción. Haciendo de ellas, ese rincón que ya no sea imposible: sean nuevos caminos, nuevos aprendizajes. Porque, en el fondo, lo nuestro es pasar, atravesar, incluso atraversarlas alimentando el verbo y la imaginación con mayor o mejor fortuna.

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Regreso a París con la tradición de devorar alguna novela de Amélie Nothomb que parece seguir escribiendo para mí. Nunca defrauda. En septiembre, también, se me acumulan homenajes. Benedetti, Agatha Christie, John Coltrane, B.B. King, Emilia Pardo Bazán y quien acompaña en la escritura de estas palabras, Miles Davis. Tanta inspiración de todos estos grandes en apenas dos líneas. So what!

BSO. So What. Miles Davis.

80. De tejidos y textos. -O viceversa-.

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De la Exposición de Banksy Madrid 2019

texto

Del lat. textus; propiamente ‘trama’, ‘tejido’.

  1. m. Enunciado o conjunto coherente de enunciados orales o escritos.
  2. m. Pasaje citado de una obra escrita u oral.
  3. m. por antonom. Sentencia de la Sagrada Escritura.
  4. m. Todo lo que se dice en el cuerpo de la obra manuscrita o impresa, a diferencia de lo que en ella va por separado; como las portadas, las notas, los índices, etc.

 

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Fuimos tejido escaso quienes habitamos la última edición de Première Vision: la feria de las ausencias.

Las que se mencionan y las que no se nombran.

Las que llevan años ocurriéndonos en este entramado de tendencias, donde se cruzan textiles y textos. A veces viceversa.

Aprendí de las tramas antes que de las urdimbres; deshaciéndolas, tirando del hilo, descomponiendo texturas, tesituras que vinieron -impuestas- de telares ajenos.

Fueron las tramas refugio.

Las que poco a poco se convirtieron en oficio, que años atrás parecía improbable. Y así fue, de cómo una situación difícil se convirtió en oportunidad; como Anni Albers, diseñadora textil, se construyó a través de su telar, haciendo híbridos, mezclas que unían texto y textil, haciendo de trama y urdimbre, sus herramientas, su página; aprovechó sus temblores para hacer de ellos discontinuidad, irregularidad en su obra que rompió el racionalismo y la pureza gráfica de la que venía y hacerlos signo de identidad.

La misma que ahora, se convierte en esa hilatura especial, que hace que ferias pasadas se llenaran de experiencias, de pasillos, y de más de una y de dos carreras.

Anni Albers, el tejido como texto

Anni Albers, el tejido como texto

Así discurren los dos oficios que me nombran; donde texto y tejido comparten raíz y alimento.

Un tejido resulta del entramado de hilos que, por trama y urdimbre, construyen una estructura. Del mismo modo, un texto se crea mediante entrelazar palabras que generen un discurso, significado.

Además, dice la RAE que un texto es un enunciado o conjunto coherente de enunciados orales o escritos.

Coherente.

Y la coherencia se paga cara, no es propia de valores baratos que hacen de las ideas, una pila de carros color coral, bien llamativos, que inunden las paredes de luces de neón potentes, y así, la feria de las ausencias, se convierta en un nuevo aniversario del trabajo, pero también de las vanidades.

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De aquellas tramas: esta curiosidad que crece y crece, convirtiéndose en el estímulo necesario para seguir creciendo y aprendiendo en los tejidos y textos que nos habitan.

Años entre tramas y urdimbres no se cumplen todos los días.

Gracias a compañeros que ya sois amigos, os dedico este texto tejido que, con vuestro trabajo y cariño, aprendí más que de textiles.

BSO. The love me or die. C.W. Stoneking.

 

75. Inflexión (de inflexionar).

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inflexión.

Del lat. inflexio, -ōnis.

 

  1. f. Torcimiento o comba de algo que estaba recto o plano.
  2. f. Elevación o atenuación que se hace con la voz, quebrándola o pasando de un tono a otro.
  3. f. Geom. Punto de una curva en que cambia de sentido su curvatura.
  4. f. Gram. flexión (‖ alteración de algunas voces).

 

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Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana.

Recordamos, quizás, con muchas más distancias aquella primera vez.

Vestía: camisa blanca de día, vestido rojo de noche.

Cenamos italiano en un parque parisino.

Las horas pasaron con un reloj muy distinto al que hoy marca mi ritmo, mi tic tac, tic tac.

Suelos púrpuras, paredes color vino: burdeos, pinot noir, côtes-du-rhône… y hoy, en los pasillos, más de una carrera.

Tantos encuentros y desencuentros en estos años.

Los mismos en el avispero que siempre imagino que es Première Vision.

Aprendí que el mañana rara vez existe, que existimos en un ahora plural, caleidoscópico, subjetivo y distorsionado, que es el nuestro.

El del desafío constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, porque siempre hay un momento para cada canción, sea diferida o en persona, personalmente

Son, fueron y serán conversaciones de feria bajo los sofocantes focos los que alimentaron estos años; donde las que hoy son mujeres serpiente, quizás se conviertan en tigresas después de haber pasado años siendo leopardas; fieras en las ferias, seguirán devorando prints porque ya no digieren estampados, serán trendy porque las tendencias se agotan, flamencos rosas en las esquinas nos lo recuerdan, no así el constante devenir de la mancha animal, que dirán las revistas que vuelve, cuando no recuerdo que se hubieran alejado ni diez metros, ni en las ferias, ni en la calle… respirarán invierno según marquen los cánones, los desfiles y los gurús en este otoño que como ya ocurrió con la primavera, se está haciendo de rogar.

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Cuentan que el animal print es una tendencia que se inició en la New York Fashion Week, o lo que es lo mismo, la semana de la moda de Nueva York, presentados por Tom Ford. La presencia animal también destacó en la semana de la moda de Londres de la temporada que nos ocupa 2018/2019. Versace sigue las huellas de Tom Ford recoloreando de neón y Dolce & Gabbana alimenta una jungla con looks que van más allá del clásico leopardo virando hacia las cebras, jirafas y tigres.

 

Desfile Dolce Gabanna OI 2018/2019. Fuente Vogue.

Vivimos en un sector circular, dinámico y sin embargo, en constante digestión.

Han pasado cuatro años de aquel texto de transición, en este otoño de pura inflexión, seguimos soñando con serpientes, la mato y aparece una mayor / con mucho más infierno en digestión.

https://entramada.wordpress.com/2014/08/26/27-transicion/

 

Lo aprendido se convierte en música, lo compartido tiene el sabor de nuestra memoria, tirando a salado, a aperitivo, en este atardecer que nos alcanza de lo que fue este viaje juntos.

Allí donde el oficio creció, allí donde se sembraron amistades.

Allí, donde arrancaron los cambios, los suyos, los míos, los nuestros.

Donde comba la curvatura, donde se bifurcan caminos y se traman los años.

Donde siempre me empapa antes el otoño, donde París se vuelve música al anochecer; el piano, el vino y el queso; la lluvia, les feulles mortes, las serpientes de mar.

 

Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana, del verbo inflexionar, que no existe, pero quizás, existirá, inundado de palabras, de recuerdos, los nuestros.

 

A mi padre, compañero y cómplice.

Gracias.

64. De pasarela: la delicadeza. (V15.09.2017 Ángel Schlesser)

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Del it. passerella.

  1. f. Puente pequeño o provisional.
  2. f. Plataforma móvil por la que se accede a un barco.
  3. f. Puente para peatones, destinado a salvar carreteras, ferrocarriles, etc.
  4. f. Pasillo estrecho y algo elevado, destinado al desfile de artistas, modelos, etc., para que puedan ser contemplados por el público.
  5. f. En un aeropuerto, túnel articulado que comunica el edificio de la terminal con un avión para el embarque y desembarque de los pasajeros.

 

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Hay lugares donde ocurre la magia.

Pasarelas entre un mundo y otro, universos dentro y fuera del marco, del escenario, del barco. Y dejando de lado los ripios, allí, donde sucede todo, empiezan los viajes.

Hubo uno que partió con el batir de las alas hacia un amanecer de verano, limpio, como la ingenuidad donde el tiempo no existiera y la levedad de las plumas anunció lo que vendría después: la delicadeza.

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Allí donde las certezas se superpusieron como tejidos y prendas, claroscuros y transparencias donde poder ser una y muchas mujeres a la vez, fundiéndose la piel con los colores ¡ay los colores!

Aquellos que rebañaron desde la Provenza hasta Hendaya al atardecer: rosas casi lavanda rota y seca por el sol, verde agua después de la siesta, y los eternos binomios blanco y beige; luz y trigo.

 

 

 

Y entonces, cuando el viaje sabía a tostada con mantequilla, las nietas y bisnietas que hubieran tenido Scott Fitzgerald, Zelda y el gran Gatsby hicieron aparición engalanadas de trajes sastre como el escándalo que una vez, Gabrielle Chanel soñó: vestir a mujeres libres, hacer de sus movimientos, su emblema. Abanderada como el chic de lo francés que aún pervive y sin duda, hubiera vestido esta colección dual: delicada y fuerte; líneas limpias, masculinas y llenas de feminidad, amarradas a nudos marineros en los detalles y a zapatos planos de cestería, de comodidad, incluso de memoria.

 

 

Como si el atardecer anticipara la noche, asomó la intensidad de diva lorquiana, vestida de nit, de verde, que te quiero verde, sin que la muerte encontrara a las mujeres pájaro bailando junto a la hoguera, tan roja como un recuerdo, tan blanco y marino como la luz y el mar.  Marineras en tierra envueltas en arena, cuyas texturas y fluidez se revolvían como el viento agita el pelo junto a un acantilado, en esa danza entre el agua y el fuego, tan esencial, tan telúrica.

 

 

Y quizás, el viaje antes del fin, anunciara un nuevo amanecer en el lejano oriente cuyos fajines dejaron con hambre de más, apetitos de una despedida circular, donde el carrusel se movió con el saludo discreto de Carolina Menéndez, quien soñó con aquella colección llena de sensibilidad, que no sensiblería hasta la nueva temporada, entre dos mundos.

 

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Hasta aquí el viaje que resultó del desfile de los diseñadores Carolina Menéndez y Alexandre García dibujaron, colorearon e hicieron posible creer en una magia de verano justo cuando empezó el sabor del otoño.

Aquí un vídeo con un resumen: https://www.cosmopolitantv.es/cosmotube/videos/3167/

 

Gracias Carolina por hacernos soñar otros mundos, por tendernos esta pasarela llena de magia, de viajes, de aromas y de música. Enhorabuena.

57. Intenciones baratas que salen gratis. (ya no hay Bogarts, somos Holly Martins).

gratis

Del lat. gratis.

  1. adj. gratuito.
  2. adv. De manera gratuita o sin coste.

 

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Gratis es, quizás para muchos, por lo que uno no está dispuesto a pagar.

Hay quienes no creen que haya que pagar por las ideas, por el pensamiento, y, sin embargo, no parece preocupar el entorno de obsolescencia, de incoherencias que salen gratis a diario.

Quizás porque vivamos en un mundo de rebajas donde olvidamos con frecuencia el precio justo (¡a jugar!), el valor de una realidad que a veces parece enredar para ser ficción.

Claro, todo se reduce a la ilusión, de la que indudablemente el textil se alimenta, pero a pesar de los deseos y de la imaginación de muchos, es palpable, como lo son: el diseño, la inversión, las hilaturas, las maquinarias, los gastos de empresa, los sueldos, los transportes… ni los agentes somos gratis, lo quieran o no.

Agentes de espaldas duras y doloridas, de digestiones pesadas, de teléfonos humeantes, que somos analgésicos, antisépticos, antidepresivos y sobre todo, pacientes. Pacemos y hacemos la paz e incluso, devoramos paciencia-s. Sí señores. Y, sin embargo ¿en extinción?

 

Para muchos donde todo lo ajeno es o debería ser gratis, empezando por el tiempo, así es como se aprecia el trabajo de calle, que es, como las relaciones, una lucha: la confianza de los mercados cae como un basto amante se desnuda en promesas vacías, porque saben que, al final, les saldrá gratis, esconderán las verdaderas intenciones sin más, porque cuando algo falle, escondan la cabeza o escurran el bulto. Puro humo de cobardes, de pantomimas que pagan otros: los Holly Martins mientras las ferias alimentan vanidades y los años, como los filtros, se guardan en maletas que van pesando y rompiendo espaldas.

Holly Martins, a veces, somos todos, el antihéroe leal que confía en la amistad y en la coherencia hasta que los Harrys Lime dan vueltas y vueltas en las norias de forma tan gratuita como nuestro día a día, como las copias y las muestras que se envían a diario para caer en saco roto.

Y que vaya por delante que quien esto escribe y suscribe no cree en el ojo por ojo, quizás sólo sienta la añoranza de la ficción, de la posibilidad de ser agentes de ala ancha de un film noir donde el bastardo no queda libre, ni de sospecha ni de responsabilidad, lejos de una realidad que llena los diarios con crapulillas de más o menos medio pelo que se saltan la ley de la física: toda acción tiene una reacción. Pobre Newton, llorando a escondidas en un rincón sin imaginar lo que se le venía encima, y no, no era una manzana, sino un ensayo- error, error, error de sistema donde los Harry Lime disfrutan de sus millones y se ríen a mandíbula batiente.

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Por eso, una se pone a soñar, a inspirarse en mujeres fatal, fuera de la ley que pone entre las cuerdas a los Moriarty y Harry Lime del mundo. Pero no, ya no están Bogart ni Bacall entre bambalinas, los bastardos apenas son cutres imitadores de Dorian Gray que ni saben quién fue; Tom Ripley se sorprende de la mediocridad que le rodea allí donde todo se vende sin acierto y con desconcierto, aquellos para quienes sólo cuenta su interés, que coincide con el de su banco, ajenos a otras verdades, a coherencias y demás valores demodé que ni disimulan en aquello con lo que no comulgan entre carcajadas: hombres arañas, mujeres pirañas a los que los errores les salen gratis.

Sin embargo, no pasa nada, se sigue vendiendo humo, estrellas muertas. Si no hay justicia, ni poética, si no hay Bogarts… ¿Dónde está Rick? ¿Dónde, Holly Martins?

 

Pd1: Holly Martins y Harry Lime son dos personajes de la película El tercer hombre, un anticipo y digestión del desencanto, de las ruinas y de una realidad que se moderniza pero no cambia. Para muestra, el siguiente botón (final de la película).

 

 

52. Charada (serie cine y moda.1)

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Del fr. charade.

  1. f. Pasatiempo consistente en adivinar una palabra a partir de alguna pista sobre su significado y sobre el de otras que se forman con sílabas de la palabra buscada.

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Voz onomat.

  1. f. Ar. llamarada.

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Como en un juego de sombras, el otoño pareció asomarse antes a Madrid que a la feria parisina como acostumbra cada septiembre. París ardió, quemó, sofocó y se inundó en una llamarada, charada.

París dentro y fuera del cine, de la mano de Regina Lambert (Audrey Hepburn) y el hombre de los mil nombres (Cary Grant): repóquer ¡hagan juego!

Si la música de Henry Mancini no se despega del paladar, el vestuario de aquella amistad que duró años entre Givenchy y Hepburn no se queda atrás. La moda se hizo abrigo, por aquello del frío invierno de la capital gala, pero también, por lo que ocultan, en una historia donde lo que no se muestra, como suele ocurrir, siempre supera a lo que se enseña. Es ese chic que tienen tan bien aprehendido y que ahora parece desvanecerse en el empeño constante de desnudarse y de romper los misterios, y sí, para variar, hablando simbólicamente.

 

 

¿Qué esconde la señorita Lambert al otro lado de su fantástica colección de abrigos después que le hayan robado hasta el último libro de su casa? ¿Qué será lo que oculte su compañero para dejarse empapar bajo la ducha y la mirada mágica de Reggie?

Así como hay trajes waterproof, también enredos para aquello que se anhela.

¿Acaso no nos vestimos de artificio cada mañana?

Ya lo decía Gabrielle Chanel, que la moda pasa y el estilo permanece, y ahí, queridos, Francia nos sacará siempre una deliciosa ventaja, algo así como ver colas un día cualquiera en librerías varias, casi en cada esquina… Pero retomo, que me pierdo.

 

Charada es seductora, elegante y divertida y ¿por qué no un poco peligrosa? como sus protagonistas, combinan a la perfección el uno con el otro en ese juego de sencillez y sofisticación, madurez e ingenuidad,  así como diálogos que los visten con la misma profundidad que las resultonas caricaturas que los envuelven, de lo que grandes abrigos ocultan, sin dejar de ser pura esencia de una lección de estilo que a pesar de los 53 años que nos separan de entonces, sigan siendo sofisticados, de cortes limpios y favorecedores, de colores vivos y leves como las calles que habitan y enormes botones que salvaguardan los misterios, verdades disimuladas junto con guantes extra largos. Objetivo a la caza de miradas donde no se sabe hasta dónde llega la verdad ¡¿y qué verdad?!

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Charada es también un poco París, ese encuentro que ver con la mirada de la primera vez (envidio a quien pueda tener ese privilegio que ya perdimos quienes la vimos una y tantas veces), que recorrer por las mismas calles y el recuerdo siempre palpitante…

Así como hay trajes waterproof, hay recuerdos que son y serán siempre París, porque no sólo queda Première Vision, ni mucho menos…

 

Y así, haciendo de los engaños ese delicioso objeto de deseo, se redibuja Charada, y la culpa, perdónenme la expresión, la tuvieron Stanley Donen y Givenchy, expertos en ilusiones…

  • “¿Por qué la gente tiene que mentir?” preguntaba Regina Lambert/Hepburn.
  • “Normalmente, porque desea algo y teme que con la verdad no lo consiga.” Respondía lacónicamente Grant.

Y así las ferias se visten de charadas.

¿Por qué habrá quienes pregunten lo que no quieren saber?

Y así comienza la charada, otra feria más.

yo no muerdo, ¿sabes? A menos que sea necesario

 

 

Agradezco la labor de recopilación de fotogramas de https://theblondeatthefilm.com/2014/10/21/charade-1963/

 

49. Apretando (que es gerundio).

10-2014

Apreturas y demás zarandajas.

Apretar.

Del lat. tardío appectorāre, der. del lat. pectus, -ŏris ‘pecho1’.

Conjug. c. acertar.

  1. tr. Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de ordinario con la mano o los brazos.
  2. tr. Oprimir, ejercer presión sobre algo.
  3. tr. Dicho de un vestido u otra cosa semejante: Venir muy ajustado.
  4. tr. Estrechar algo o reducirlo a menor volumen.
  5. tr. Apiñar, juntar estrechamente cosas o personas, dar cabida. Apretar la colada en la lavadora. U. t. c. prnl. Apretarse la gente en el tren.
  6. tr. Acosar, estrechar a alguien persiguiéndole o atacándole.
  7. tr. Tratar con excesivo rigor, con estricto ajustamiento a ley o regla.
  8. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Obrar con mayor esfuerzo o intensidad que de ordinario.
  9. intr. coloq. Embestir, cerrar con alguien. Apretar con el enemigo.
  10. intr. Pint. Dar apretones (‖ golpes de color oscuro).

 

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Junio empezó apretando, en gerundio, y no podíamos anticipar hasta qué punto. Apretó las costuras que se inflaron con el calor de aquella tarde en plena estampa costumbrista: mujer de edad avanzada, de un luto imperdonable que oprimía su pecho y recordaba a doña Rogelia acalorada, abanicándose y bamboleando levemente sus piernecitas a falta de mecedora en aquel portal sombrío, mientras, fuera, caía la tarde que inauguró el mes literario (Abril me perdone) que empezó como un viaje entre grandes maestros de las letras del país: paseo entre casetas que desembocó en las puertas de la Rae, callejeando entre Cervantes, Quevedo y Lope.

Y así llegó este mes con hambre de verano, y del verano: sus lecturas.

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A veces, en el parque de El Retiro se da un fenómeno maravilloso durante al menos dos semanas: la literatura invade la naturaleza y así se producen encuentro entre chaparrones o alergias primaverales. Hay autores que generan colas, sí, leen bien, esperar turno para comprar cultura, pero también para formar parte en la lista del postureo actual, aquí, permítanme haga un breve paréntesis: he observado últimamente que hay mucho público que acude a darse un baño de popularidad (no hay limitación de edad, no se crean) para compartirlo en redes. No negaré comunicar la ilusión que me hace este encuentro anual- por eso estas líneas- sin embargo la accesibilidad a las fotografías que tenemos actualmente, quizás se haya producido en detrimento de las maneras y la intimidad ¿no será excesiva la exposición ante cámaras anónimas?

Una vez compartido este desahogo, -sí, esto sí lo comparto- retomemos.

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Escribo estas palabras una mañana de domingo soleado (de ésos alérgicos que decía antes) mientras espero mi turno para mi nueva adquisición del autor del Orens que me subtitula, observo la invasión lo rápido que se asume el intrusismo, compartir una feria del libro por aquellos que están no necesariamente por el gran requisito: escribir.

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Será innegable que sean aquellos quienes alimenten estadísticas de mayorías, y sin embargo, esas pequeñas y mágicas historias tienden a pasar desapercibidas. Pero como son mi debilidad, me dejo llevar por una curiosa premisa ¿qué sucede en la imaginación del autor la noche antes de su firma? ¿qué espera? Y en consecuencia, ¿elegirán atuendo como una particular alfombra roja? ¿Vestirán bermudas bajo la mesa que nadie ve como cuenta la leyenda que ocurre en los informativos?

¿Qué hubiera pensado Cervantes y qué hubiera hecho su Quijote si la soledad de sus lectores se viera aumentada por la afluencia de un compañero de firma televisivo? ¿En qué se convertirían los exilios de Benedetti y la timidez de Manuel Vázquez Montaltán con quienes quisieran hacerse selfies con ellos?

 

El ser humano es plural, así como su respuesta ante el mismo estímulo, así pues habrá quienes sientan las apreturas del cinturón en la firma de la tarde si la comida fue copiosa y quienes se compriman por costuras reventonas después de tanto posado forzado, eso sí, sin perder nunca de vista los complementos que se convierten sin duda alguna en must: pluma o bolígrafo, al gusto, abanico y agua. Gafas de sol opcionales, así como el paraguas, según se quede la tarde.

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Gracias a quienes siguen haciendo posible la literatura a pesar de estadísticas e inversiones.

pd. Fotos de Chema Madoz.

Feliz día de la música.

Laura Orens.

 

 

 

45. Espionnage (o el arte de feriar).

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Del fr. espionnage.

  1. m. Acción de espiar ( acechar).
  2. m. Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un país, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva.

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Première Vision, Paris.

Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Una edición más, PV arranca sin sobresaltos, pero con la evidente ausencia de un público que prefirió no ser testigo de mayores medidas de seguridad: abrigos y maletas abiertas que conforman una realidad tranquilizadoramente inocua. Sin embargo, los cuerpos policiales tienen la sospecha inscrita en sus gestos, labor que habita las calles del viejo París.

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Parc des expositions, Villepinte/ Interior tarde.

La agitación inicial se va diluyendo y recolocando como las oportunidades comparten perchero con muestras que caerán en el olvido.

Las tendencias las dirige ese poder que nos sobrevuela, miradas disimuladas toman nota de una emoción más alta que otra, en una observación distante, así como se encienden o se apagan vanidades más o menos textiles, más o menos textuales.

Quartier Latin, Exterior/interior noche.

La lluvia ha cesado, y en los charcos  picotean y chapotean parajillos. Los alumbra el ventanal de un restaurante que desprende una luz amarilla que recuerda a otra época, y ahí, al otro lado de la cristalera, el humo en su eterna escala de grises consume las horas como se extingue sombra de lo que fue una fiesta, París en blanco y negro.

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Dentro, los comentarios alimentan a grupos algo abigarrados, mientras se dan cita arrullos de competencias eventuales, de amistades entramadas en esa torre de Babel que distrae e hipnotiza al aprendiz de un gurú de la moda extraviando sus chaiers du cinema. Porque acaso una colección ¿no es una película sin fin?

Y lo que unos pierden, otros encuentran. Copiador copiado, se sabe el cazador cazado que riega su desolación con champagne barato del mismo tono que la luz que los ocupa al saberse tan perdido como sus tendencias.

Fundido a dorado/amarillo.

 Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Agentes, diseñadoras y comerciales negocian plazos y precios de lo que convertir en ilusión. A-pasionados se reescriben historias, así como se desatan las histerias del caso del cuaderno extraviado en una resaca de colores y dibujos que delatan secuencias cromáticas, así como se aflojan y aprietan contornos femeninos temporada a temporada, intentando convertir a la mujer una vez más en aquel oscuro objeto del deseo que se escapó como el jabón salta de las manos que pretenden apresarlo.

Les cahiers du cinema rompen puntadas para aquel pobre diablo que llora su pérdida cual penicilina para los medios, hambrientos de ese palpitante escándalo que acentúe el sofoco del rey de la copia que se deshace en un rincón, entre encajes, jacquards y viscosas, convirtiéndose en paisaje donde desnudar los tropiezos con tinta invisible, reescribir el último parpadeo del amour fou que va y viene como las mareas; tendencias devoradas una y otra vez entre cortes, a la caza de la reinante, reineta, como se sueltan las costuras.

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Aeropuerto Charles de Gaulle/Interior/Exterior tarde.

Fuera, una lluvia fina disfraza el escenario de niebla ligera que se ve tras la cristalera junto a la que viajeros esperan, cansados, el momento de subir al avión y volver a una realidad menos intensa y ya sin la luz amarilla de París. Acumulan anécdotas, así como el agotamiento y la distancia universalizan a las personas.

Maletas pesadas y mercancías en las tripas del avión a punto de despegar, y ahí, rodeado del anonimato de la multitud en la bodega, un paquete de papel de estraza con apartado de correos sin más nombre que el de Rick Blaine, que viaja como turista y sonríe ya acomodado junto a la ventanilla, rumbo al regreso y evidencia una leve y muda victoria de un pasado que les arrebataron, y así, se aprieta junto a su gastado equipaje de mano que guarda fotos de ese tesoro recién descubierto, que alimenta cierta avaricia hasta entonces inimaginable.

Envuelto en un silencio cómplice dibuja con su imaginación el nombre de la que será la colección que lo lance: Ilsa.

Así, con el sabor de un espía* que no fue, sin micrófonos en los zapatos, se dibujaría la magia de una noche de invierno para que siempre tuvieran París.

Espía* Del gót. *spaíha: Persona que con disimulo y secreto observa o escucha lo que pasa, para comunicarlo a quien tiene interés en saberlo.

 

¿FIN? Hasta aquí este guión sin ton ni son. Libre de encorsetamientos propios de su naturaleza, ajenos a mi pluma, para celebrar el primer lustro en el sector y casi, casi el aniversario de Django Reinhardt y sus ecos y los nuestros.