96. Ventajas.13.

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13 y último.

 

 

Y la cruzas.

Atraviesas la puerta, los portazos y los ruidos.

Siguen volando aviones de papel. Los niños, y no tan niños, corren detrás de ellos.

 

Cuentan que los deshabitados desaparecieron como si fueran una nube de polvo de tanto acumular invisibles. Líquidos, monetarios y contagios.

También las palabras de los aviones vacíos que escondieron en sus despensas.

En ellos, mágicamente, se escribieron sus legados, cediéndolo todo a quienes llenaron sus cazuelas cuando tuvieron hambre. Quienes sí pudieron leer los mensajes secretos a escondidas.

Hubo de todo.

Desde paciencias hasta breves declaraciones de amor -finito-.

 

Dijeron que la magia podía ser tramposa.

Como los hechizos, como la envidia.

Recetas, hubo muchas.

Y el mundo no dejó de girar.

Aunque aún no supieras cuál era el secreto mejor guardado que seguía volando.

Que tomaría el cielo -y tu cuello- por asalto.

 

– Y ahí lo tienes, a tus pies. –

 

El avión que, como la mejor casualidad, quizás, te estaba esperando.

Miras hacia los lados. No hay nadie.

Te ha caído a ti, piensas.

Lo recoges y lo abres.

Lees.

Vuelves a leer.

Miras de nuevo a ambos lados.

Vuelves a leer esas tres palabras que se te atraviesan como un mal chiste.

Ése, que, sin embargo, acaba con todo:

Fin del simulacro.

 

The end.

¿Qué haríais con lo aprehendido y lo aprendido?

 

“[…] toda verdad tiene una estructura de ficción. Lacan.”

 

Imagen: Autor desconocido.

BSO. Laura, Charlie Parker.

 

 

96. Ventajas. 12.

12.

 

Interior y exterior día.

 

– Los trucos de magia no se desvelan, piensas. –

 

Te asomas al balcón y respiras el silencio.

Huele a café recién hecho de otra ventana abierta, a pan tostado.

La historia ha seguido creciendo, como la planta de habichuelas mágicas.

 

Te imaginas en dos lugares a la vez.

En todos los bailes que quedaron secuestrados, congelados, y al otro lado de tu ventana, esa que tratas de llenar de ventajas, a una letra de distancia.

 

Mientras, los deshabitados corrieron a las calles para llenarse los bolsillos de aviones de papel.

Ésos que ofrecían respuestas.

Ésos que encontraron vacíos.

Ésos que quisieron atesorar, quedárselos todos, y que los enfermaron.

 

Se empacharon de palabras invisibles, bebiéndoselas.

A cada trago, más oscuridad. Tanta, que fueron disolviéndose en ella.

Quedando atrapados en el sonido de los cencerros, encerrados en el quicio de las puertas que ya atravesaron con cacerolas vacías. Las mismas que hacían el hambre más grande.

 

Y así, mayo sin flores, convertido en nunca en otro idioma latino; dio un portazo a tanta ausencia.

 

Tú sigues mirando hacia adelante. No queda otra, piensas.

Ahí están las ventanas y los balcones, las escaleras de incendios.

 

– Va llegando el momento de cruzar la puerta. –

 

(Continuará).

 

Imágenes: Matteo Massagrande.

BSO. Paris Mai. Nougaro.

96. Ventajas. 11.

 

11.

 

Exterior tarde.

 

 

Y entonces, el hechizo se hizo posible.

Volaron los aviones de papel.

En ellos, escritos los deseos, reencuentros, las ganas y palabras que podían seguir sembrando y construyendo un mundo mejor. O quizás, menos hostil.

Desde el anhelo de un cambio real. No desde una necesidad circunstancial y temporal. Ésa era la clave.

 

– Ahí está la enorme diferencia, te dices. –

 

Los aviones cayeron sobre parques, estanques y calles que se fueron llenando poco a poco.

También a los pies de muchos de los deshabitados.

Ellos llevaban tiempo fuera, sin dejar de hacer ruido.

Cuentan que los hubo que corrieron a por ellos, a guardárselos en los bolsillos -llenos- y los llevaban a casa como un botín.

 

Quizás los aviones de papel se hubieran convertido en la piedra filosofal.

Quizás contuvieran el secreto de la fortuna y de la felicidad.

 

Lo que no olvidaban, era que, igual que los cerebros eran de un uso, sólo una mirada limpia podría leer los mensajes.

Para el resto, no serían más que aviones de papel vacíos.

Tanto, como el eco que resonaba en aquel lugar.

Aquel, que, paradójicamente, se fue alimentando de odio.

Contagiándose e infectándose.

 

Después de todo, quizás el mundo no fuera a ser mejor, piensas.

Pero espera.

Silencio.

Otro silencio.

 

– Como en un truco de magia, sonríes. –

 

(Continuará).

Imágenes: Matteo Massagrande.

 

96. Ventajas. 5.

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5.

Exterior día.

 

– Vuelas, como si no existiera nada más. –

 

Planeas, dejándote mecer por al aire de la mañana.

Lejos de puertas cerradas, también de la piel ausente, pero también, más cerca.

La primavera sigue ahí, aunque, aún, no puedas oler las flores.

Y de recordar, te crecen como las historias, como habichuelas mágicas.

 

– ¿Todo es silencio? Te preguntas. –

 

Nunca estuvo tan lleno de verbo, de nostalgias y de raíces, piensas en pleno vuelo.

La luz se empapa de él, quizás, viceversa.

Tu piel se la bebe. Despacio, no te ahogues.

Piensas en la música que no suena, en la primera canción que bailar cuando esto acabe.

Porque sí, vais a bailar. Lo vais a hacer igual que ahora vuelas, aunque sea en silencio.

No importa.

La luz lo va llenando todo mientras sigues volando.

 

– ­Entonces, lo sabes. Sí, no mires a otro lado. –

 

Eres una carta que vuela, un avión de papel que lanzaste al aire.

Tú, tú sigues en casa, pero dejaste volar las palabras.

Así funciona tu imaginación, crece, y crece, como la planta de habichuelas mágicas.

Porque el avión de papel, que cae al suelo, echará raíces.

 

(Continuará).

Imagen. Matteo Massagrande.