45. Espionnage (o el arte de feriar).

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espionaje

Del fr. espionnage.

  1. m. Acción de espiar ( acechar).
  2. m. Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un país, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados.

 

Première Vision, Paris.

Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Una edición más, PV arranca sin sobresaltos, pero con la evidente ausencia de un público que prefirió no ser testigo de mayores medidas de seguridad: abrigos y maletas abiertas que conforman una realidad tranquilizadoramente inocua. Sin embargo, los cuerpos policiales tienen la sospecha inscrita en sus gestos, labor que habita las calles del viejo París.

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Parc des expositions, Villepinte/ Interior tarde.

La agitación inicial se va diluyendo y recolocando como las oportunidades comparten perchero con muestras que caerán en el olvido.

Las tendencias las dirige ese poder que nos sobrevuela, miradas disimuladas toman nota de una emoción más alta que otra, en una observación distante, así como se encienden o se apagan vanidades más o menos textiles, más o menos textuales.

Quartier Latin, Exterior/interior noche.

La lluvia ha cesado, y en los charcos  picotean y chapotean parajillos. Los alumbra el ventanal de un restaurante que desprende una luz amarilla que recuerda a otra época, y ahí, al otro lado de la cristalera, el humo en su eterna escala de grises consume las horas como se extingue sombra de lo que fue una fiesta, París en blanco y negro.

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Dentro, los comentarios alimentan a grupos algo abigarrados, mientras se dan cita arrullos de competencias eventuales, de amistades entramadas en esa torre de Babel que distrae e hipnotiza al aprendiz de un gurú de la moda extraviando sus chaiers du cinema. Porque acaso una colección ¿no es una película sin fin?

Y lo que unos pierden, otros encuentran. Copiador copiado, se sabe el cazador cazado que riega su desolación con champagne barato del mismo tono que la luz que los ocupa al saberse tan perdido como sus tendencias.

Fundido a dorado/amarillo.

 Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Agentes, diseñadoras y comerciales negocian plazos y precios de lo que convertir en ilusión. A-pasionados se reescriben historias, así como se desatan las histerias del caso del cuaderno extraviado en una resaca de colores y dibujos que delatan secuencias cromáticas, así como se aflojan y aprietan contornos femeninos temporada a temporada, intentando convertir a la mujer una vez más en aquel oscuro objeto del deseo que se escapó como el jabón salta de las manos que pretenden apresarlo.

Les cahiers du cinema rompen puntadas para aquel pobre diablo que llora su pérdida cual penicilina para los medios, hambrientos de ese palpitante escándalo que acentúe el sofoco del rey de la copia que se deshace en un rincón, entre encajes, jacquards y viscosas, convirtiéndose en paisaje donde desnudar los tropiezos con tinta invisible, reescribir el último parpadeo del amour fou que va y viene como las mareas; tendencias devoradas una y otra vez entre cortes, a la caza de la reinante, reineta, como se sueltan las costuras.

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Aeropuerto Charles de Gaulle/Interior/Exterior tarde.

Fuera, una lluvia fina disfraza el escenario de niebla ligera que se ve tras la cristalera junto a la que viajeros esperan, cansados, el momento de subir al avión y volver a una realidad menos intensa y ya sin la luz amarilla de París. Acumulan anécdotas, así como el agotamiento y la distancia universalizan a las personas.

Maletas pesadas y mercancías en las tripas del avión a punto de despegar, y ahí, rodeado del anonimato de la multitud en la bodega, un paquete de papel de estraza con apartado de correos sin más nombre que el de Rick Blaine, que viaja como turista y sonríe ya acomodado junto a la ventanilla, rumbo al regreso y evidencia una leve y muda victoria de un pasado que les arrebataron, y así, se aprieta junto a su gastado equipaje de mano que guarda fotos de ese tesoro recién descubierto, que alimenta cierta avaricia hasta entonces inimaginable.

Envuelto en un silencio cómplice dibuja con su imaginación el nombre de la que será la colección que lo lance: Ilsa.

Así, con el sabor de un espía* que no fue, sin micrófonos en los zapatos, se dibujaría la magia de una noche de invierno para que siempre tuvieran París.

Espía* Del gót. *spaíha: Persona que con disimulo y secreto observa o escucha lo que pasa, para comunicarlo a quien tiene interés en saberlo.

 

¿FIN? Hasta aquí este guión sin ton ni son. Libre de encorsetamientos propios de su naturaleza, ajenos a mi pluma, para celebrar el primer lustro en el sector y casi, casi el aniversario de Django Reinhardt y sus ecos y los nuestros.

29. Cazador/a

Max Liebermann Cazador en las dunas

Max Liebermann
Cazador en las dunas

cazador, ra.

  1. adj. Dicho de una persona: Que caza por oficio o por diversión. U. t. c. s.
  2. adj. Dicho de un animal: Que por instinto persigue y caza otros animales. Perro, gato cazador
  3. adj. coloq. Dicho de una persona: Que gana a alguien, trayéndolo a su partido.
  4. m. Soldado que hacía el servicio en tropas ligeras.
  5. f. Especie de chaqueta usada por lo general para la caza y el deporte.
  6. f. Especie de chaqueta corta y ajustada a la cadera, de línea deportiva, hecha de material resistente, como paño, cuero, etc.

cazador de alforja.

  1. m. El que no mata la caza con escopeta, sino con perros, lazos u otro artificio.

cazador mayor.

  1. m. Oficio de gran honor en palacio, que ejercía el montero mayor. Era jefe de la volatería y cetrería.

□ V.

misa de los cazadores

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Fernando de Austria-cazador Velázquez

Fernando de Austria-cazador Velázquez

Cazadores cazados se enfundan su cazadora otoñal. La hacen respetable a golpe de talonario, mientras el zorro corre, huye y cree estar a salvo. Nada más lejos: agotan el instinto como un perro se pierde, ciego de olfato y cae sobre su sombra.

Depredadores del siglo XXI.

¿Y si la evolución no existe?

Como el hábito hace al monje.

¿La cazadora hace al cazador?

¿Y al cazado?

Diana, la diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza y lunar (equivalente a su prima hermana griega Artemisa) hija de Júpiter, la vistió y armó con arco y flechas para hacerla reina de los bosques. A través de sus escasas vestiduras creó parte de su identidad, que alimentó su actitud cruel, severa e incluso vengativa. Su amor platónico quedaba reducido a besos clandestinos para no despertarlo.

Diana cazadora o de Versalles I – II d. C

Diana cazadora o de Versalles I – II d. C

Diana cazadora-Escuela de Fontainebleau Luca Penni en el siglo XVI

Diana cazadora-Escuela de Fontainebleau Luca Penni en el siglo XVI

Después Diana suplantó a la luna, robándole su identidad y convirtiéndose en alegoría de castidad, y entonces ¿se desnudó para ser luna y crear a través de su pálida desnudez el símbolo de pureza?

Paradójico.

Vestidos y desvestidos de símbolos que construyen parte de la identidad, para ser o dejar de ser, del mismo modo que Diana, de cómo la cazadora se reconvirtió en algo más que un recuerdo de caza, así como la evolución se acicala de civilización superando sus instintos –o como se quiera llamar- depredadores.

De ahí a la recolección, como las ardillitas con sus despensas para atravesar el invierno, otros cosechamos ideas, historias o tendencias, los hay que atesoran el último aliento antes de la lucidez, en ese lugar en el que la vida se extingue, en el que la idea o conquista habla, querido cazador –cazado-.

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