13 y último.
Y la cruzas.
Atraviesas la puerta, los portazos y los ruidos.
Siguen volando aviones de papel. Los niños, y no tan niños, corren detrás de ellos.
Cuentan que los deshabitados desaparecieron como si fueran una nube de polvo de tanto acumular invisibles. Líquidos, monetarios y contagios.
También las palabras de los aviones vacíos que escondieron en sus despensas.
En ellos, mágicamente, se escribieron sus legados, cediéndolo todo a quienes llenaron sus cazuelas cuando tuvieron hambre. Quienes sí pudieron leer los mensajes secretos a escondidas.
Hubo de todo.
Desde paciencias hasta breves declaraciones de amor -finito-.
Dijeron que la magia podía ser tramposa.
Como los hechizos, como la envidia.
Recetas, hubo muchas.
Y el mundo no dejó de girar.
Aunque aún no supieras cuál era el secreto mejor guardado que seguía volando.
Que tomaría el cielo -y tu cuello- por asalto.
– Y ahí lo tienes, a tus pies. –
El avión que, como la mejor casualidad, quizás, te estaba esperando.
Miras hacia los lados. No hay nadie.
Te ha caído a ti, piensas.
Lo recoges y lo abres.
Lees.
Vuelves a leer.
Miras de nuevo a ambos lados.
Vuelves a leer esas tres palabras que se te atraviesan como un mal chiste.
Ése, que, sin embargo, acaba con todo:
Fin del simulacro.
The end.
¿Qué haríais con lo aprehendido y lo aprendido?
“[…] toda verdad tiene una estructura de ficción. Lacan.”
Imagen: Autor desconocido.
BSO. Laura, Charlie Parker.