3.
Interior día.
– Muy bien, sigue. –
Estás descansando, por fin, y además tienes tiempo. O quizás, lo uno por lo otro.
Como sea.
Abres la ventana cada mañana. Ya huele a calor.
Y escribes, escribes porque ahí tienes tus ventanas abiertas al Mediterráneo, al Atlántico.
Viajas lejos del encierro, palabra a palabra.
Regresas a esa novela que nunca estuvo acabada. Lo sabes.
Vuelves a ella como lo hiciste con Barcelona, para sanar heridas.
Pero también, para abrir nuevos caminos, nuevas miradas, sin las que, no hubieras podido escribirla.
Y ahí está.
Mientras, escribiste con apetito voraz: una novela en cuarenta días.
Como si no existiera nada más.
Como un enamoramiento.
– No podía ser de otra forma, lo sabes. –
Así, cerraste en un mes de abril que -casi- no existió, ese pasado.
Escribiste esa historia que te gritaba que regresaras a ella.
Que, quizás, sin descanso, ni tiempo, ni quien eres ahora, no hubieras escrito.
Esa historia que, quién sabe, quizás sea una enorme ventana abierta.
La que te hizo viajar, una vez más, allí donde los rincones se llenaron de palabras y tú los llenaste de memoria.
(Continuará).
BSO. Maio maduro Maio, Madredeus.
Imágenes. Matteo Massagrande.