8.
Exterior día.
– Bebes, sí, pero también sigues escribiendo. –
Escribes.
Escribes como un hechizo; porque te bebes las palabras, las saboreas.
Mientras, los deshabitados chocan unos con otros.
Siguen haciendo ruido, tanto, que se infectan de aquello que niegan.
Tú asesinas a la tortura, con el eco de sus voces.
Fuera, crece el caos.
Se inmolan apelando a una libertad que significa privilegio, a una patria que se traduce en beneficios.
No muy lejos, el silencio tomas las calles. Es el hambre.
El hambre no grita. No escupe.
El hambre, sin voz, sin rostro, lo engulle todo.
– Y el hambre te da miedo. –
Tanto, que tendrás que seguir escribiendo para devorarlo.
(Continuará).
Imagen: Matteo Massagrande.