96. Ventajas. 8.

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8.

 

Exterior día.

 

– Bebes, sí, pero también sigues escribiendo. –

 

Escribes.

Escribes como un hechizo; porque te bebes las palabras, las saboreas.

Mientras, los deshabitados chocan unos con otros.

Siguen haciendo ruido, tanto, que se infectan de aquello que niegan.

Tú asesinas a la tortura, con el eco de sus voces.

 

Fuera, crece el caos.

Se inmolan apelando a una libertad que significa privilegio, a una patria que se traduce en beneficios.

No muy lejos, el silencio tomas las calles. Es el hambre.

El hambre no grita. No escupe.

El hambre, sin voz, sin rostro, lo engulle todo.

 

– Y el hambre te da miedo. –

 

Tanto, que tendrás que seguir escribiendo para devorarlo.

 

(Continuará).

 

Imagen: Matteo Massagrande.

96. Ventajas. 3.

3.

Interior día.

– Muy bien, sigue. –

 

Estás descansando, por fin, y además tienes tiempo. O quizás, lo uno por lo otro.

Como sea.

Abres la ventana cada mañana. Ya huele a calor.

Y escribes, escribes porque ahí tienes tus ventanas abiertas al Mediterráneo, al Atlántico.

Viajas lejos del encierro, palabra a palabra.

Regresas a esa novela que nunca estuvo acabada. Lo sabes.

Vuelves a ella como lo hiciste con Barcelona, para sanar heridas.

Pero también, para abrir nuevos caminos, nuevas miradas, sin las que, no hubieras podido escribirla.

Y ahí está.

Mientras, escribiste con apetito voraz: una novela en cuarenta días.

 

Como si no existiera nada más.

Como un enamoramiento.

 

– No podía ser de otra forma, lo sabes. –

 

Así, cerraste en un mes de abril que -casi- no existió, ese pasado.

Escribiste esa historia que te gritaba que regresaras a ella.

Que, quizás, sin descanso, ni tiempo, ni quien eres ahora, no hubieras escrito.

Esa historia que, quién sabe, quizás sea una enorme ventana abierta.

La que te hizo viajar, una vez más, allí donde los rincones se llenaron de palabras y tú los llenaste de memoria.

(Continuará).

BSO. Maio maduro Maio, Madredeus.

Imágenes. Matteo Massagrande.