47. Espejito, espejito.

  

Fotografía de Chema Madoz

Espejismo.De espejo e -ismo.

1. m. Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, lo cual hace que los objetos lejanos den una imagen más cercana e invertida.

2. m. ilusión (‖ concepto o imagen sin verdadera realidad).

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Y así, como en un espejismo, las niñas del ayer nos convertimos en las mujeres del presente, a veces atónitas y rodeadas de contradicciones del que fueron alimento de nuestra infancia, maravillosos cuentos, y puro, purito espejismo frente a la realidad que asoma.

 

¿Qué fue de aquella bruja malvada y bella? ¿Y de la Ratita presumida?

Espejito, espejito, dime ¿quién es la más hermosa?

Y ahí, justo ahí, respondiera lo que respondiera el chivato, se desató la catástrofe. 

  

Los referentes de la belleza femenina en la infancia se tensan hacia lugares aceptados que sin embargo, podrían no ser lo políticamente correctos que se les presupone:

1. Mujer envidiosa y obsesionada por ser la más hermosa (¡maldita rivalidad!).

2. Hijastra bella a la par que pánfila a la que su madrastra engaña no una, ¡sino varias veces! Que asume la necedad y necesidad de ser salvada por los enanitos, donde vive recluida por no ir más allá de aquel reino encantado (que no encantador).

3. Una ratita (mejor en diminutivo que queda más mono y coqueto) se arregla y desprecia a pretendientes que no están a la par en su presunción de lindezas, mientras se deja convertir en ese objeto de deseo, bello que resuelve esta historia abruptamente cual tragedia interrumpida.

La ratita presumida por Ferrándiz.

La niña del pasado crece y descubre una realidad donde se consume ferozmente belleza e imagen.

¿Y entonces? ¿Qué fue de los cuentos?

Quizás piensen ustedes, -o tal vez no, pero piensan, que eso es lo que importa- no sin razón, que ya estamos sacando de contexto. ¿Acaso no vivimos en un fuera de contexto habitual y permanente?

Todo es cuestión de matices, efectivamente.

Así como el tiempo vuela, se nos escapa, y esas niñas del pasado nos equivocamos hasta convertirnos en las mujeres del presente, rodeadas de incoherencias que es preferible reconocer que disimular en este reino de alardes y cuentistas sin gracia. Así pues, hagan sus apuestas, ahora que descubrimos que los príncipes azules no existen si no es por puro atragantamiento.

Será mejor digerir un poco más a falta de hermanos Grimm que nos ilustren el presente.