En los albores del año, permítanme la pedantería, me enfundé en lentejuelas y en un abrigo Yeti, peludo y azul. Meses después me supe cosiéndome unas plumas al bajo de una camiseta…
Sí, yo, que nunca he sido de llamar la atención, y menos en lo que a prendas se refiere.
¿Qué estaba pasando?
Pensé, apenas unos segundos, que era el efecto de una infancia en los años ochenta, del volátil peludo, el monstruo de las galletas y Papageno (juzguen lo que quieran, cada uno tiene los héroes que tiene).
Sin embargo, supe que la verdadera razón no era otra que el poso del humor que dejó aquella historia que convertí en ¿ficción? entonces recién terminada; con la que aprendí a reírme -incluso y sobre todo- de mí y de tantos momentos de pequeñas tragedias sin importancia que quedaron en aquellas páginas.
Vestido con plumas de OI 2017 Elie Saab
Sudadera de pelo OI 2017 Ángel Schlesser con tejido de Becagli
Desfile OI 2917 Elie Saab con despliegue de lentejuelas, plumas y terciopelo
Que volvieran las oscuras golondrinas a nuestros balcones sus nidos a colgar sólo era cuestión de tiempo, el mismo en el que se digirieron y dirigieron tendencias que desayunamos como en la infancia devoraba galletas, y entonces, una noche triste de enero surgió la magia y ¡sorpresa! llegaron a mi armario y a mi vida unos leggins de terciopelo. Los mismos que cada día que visten mis piernas me recuerdan ese viaje inesperado que reconvertir. Y lo consigo, al final del día, me río de miedos que ya no están, que brillaron como un glitter ahora descolorido mientras me cosía las plumas me recordaron cómo volar lejos del glam que no viví. Sino el que me inventé.
Como todos, al fin y al cabo.
Y mientras, disfruto de lentejuelas diurnas y tardes de Yeti, de meriendas de terciopelo, de amaneceres emplumados y prejuicios relajados, siendo ésa mujer que fui, la niña que soñé, del derecho y Del revés (libro que, por cierto, cumple 4 años).
Come on! Shine on… BRILLI, BRILLI!
Y así, adivinen qué tendencia visto mientras escribo -y suscribo- de este otoño atonal, seco y musical, lleno de pájaros en la cabeza y hambre de recuerdos ‘aliñaos’ en este 22 de noviembre.
A veces la realidad -laboral- pesa como maletas llenas de piedras; se dejan caer los párpados, pesados como juicios, como quien se salva inmóvil al borde del camino, quiere con desgana* en una verdad rocosa en este mundo de contradicciones volátiles lejos de las palabras de Benedetti.
Pesan prejuicios que acumulan polvo y crecen telarañas: la profesionalidad no tiene género, edad ni parentesco.
Se cantan muestrarios, se apuntan comentarios y se escuchan improperios a la voz del “¿te enteras, guapa?” cuyo decorado preconstitucional alimenta el silencio cual cri cri de los grillos.
Pesan realidades que confrontan mi ingenua creencia infantil: que la igualdad existe, es un cuento. Aún hay que reivindicarla, aunque moleste: a muchas se nos exige demostrar -incluso trabajar- más que a los compañeros, a quienes aún en muchos casos, se les presupone más. La innegable brecha salarial en la que nosotras cobramos en España un 14.9% (y 17% en la Unión Europea según Eurostat) menos que nuestros colegas que firman como un señor por la misma actividad, y en muchos casos el constante intento de silenciar nuestro trabajo, de sometimiento, de arañar a la mínima la comisión. Sí señores, esto ocurre, Europa, año 2017. No, no son casos tan aislados.
¿Qué ocurre cuando no quieres dominar ni ser dominada?
Entonces, en ese rincón improbable, casi invisible, se revuelve la supervivencia que para muchos se hace molesta.
No debería pesar el respeto ni la educación aunque vivamos en pieles y miradas distintas.
Agradezco que mis padres me lo enseñaran y me dieran las herramientas para no convertirme en una mujer presa, ni fácil, ni presa de mí misma.
Aprendí que también pesa tener voz, ser incómoda, cuestionada.
No soy ni seré el reflejo de nadie, lo que se espere de mí, porque en la espera, desesperen, se rompan o no verdades absolutas, certezas intocables.
No soy ni seré ni más ni menos mujer por elegir arreglarme o por no hacerlo, por querer verme guapa, o por engordar un par de kilos y no volverme loca, por elegir qué ropa ponerme y cuál descartar, no me justificaré ante quienes digan que ése es el marketing del patriarcado.
No soy ni quiero ser esa mujer, ni cliché, ni objeto, ni dominante, ni dominada.
No soy lo que me convierta la mirada de otro, ni dejaré de ser porque no me sigan mirando.
Pesan los odios que calcifican en el hueso durante siglos de reflejos distorsionados, espejos velados, miradas rotas.
Pesan más que el baúl de la Piquer.
Tanto que al final se desenfoca y se convierten elecciones en polémica fácil como ha sido el caso de la controvertida camiseta de Inditex de “Everybody should be feminist” (piensan que el señor Amancio Ortega quiere enriquecerse -más- con la lucha feminista). Sí señores, se acusa de cómplices e hipócritas a quienes la tienen y la visten en formar parte del patriarcado más capitalista.
Confieso públicamente: la tengo. Y no, no me arrepiento, no me avergüenzo, ni me siento cómplice. Cuando supe de la existencia de la camiseta original de la casa Dior -porque el mundo textil, lo crean o no, ni empieza ni acaba en Inditex, hay mucho trabajo previo y posterior- sentí esa tímida fascinación que se experimenta cuando las altas esferas aportan visibilidad a un movimiento social. Serán criticados, sin duda, pero considero que el gesto, aunque se desvirtúe, vale.
Y ocurrió lo esperado, se hicieron eco y tomaron el testigo del mensaje, porque este trabajo es así: reinterpretación.
Pesan los ataques siempre, pero con cuestiones tan subjetivas como el mundo simbólico, con camiseta o sin ella, más.
No dejo de imaginar lo culpables que se sienten en el colectivo LGTBIQ, fustigándose incluso, por haber enriquecido quizás al heteropatriarcado que ha hecho negocio vendiendo banderitas por la semana del orgullo mundial estos días en Madrid. ¡Ah, no! Que eso sí era visibilizar…
En resumen, me sumo a las palabras de Emma Watson que también ha sido atacada por unas recientes fotografías en las que se intuía su pecho para Vanity Fair:
«El feminismo va sobre dar poder de elección a las mujeres. El feminismo no es un palo con el que golpear a otra mujer. Es libertad, liberación, igualdad. De verdad que no entiendo qué tienen que ver mis pechos con esto. Es muy confuso.”
¿Por qué pesa tanto el odio?
Engulle todo lo que no entiende, lo que no comprende y no acepta.
Pesan los discursos sin respeto, aquellos que nacen con “tienes que” seguramente no tengan buen final, ni siquiera merezca escribirlo, porque a fin de cuentas, tengamos sin pretensión, mala reputación.
El guardarropa pareció desnudo ante la posibilidad del extravío, sin embargo, el jolgorio seguía vívido en derredor. Pero ¿cuál era la rutina de aquel guardarropa? Pieles, gabardinas, enormes abrigos de noche, algún sombrero y una enorme ausencia.
La noche que comenzaba en Las Ramblas engalanadas de evidencias, a falta de misterios que no dejaban mucho a la imaginación, rodeados de quienes hacían por dejarse ver y ya no sabían ser sin mostrarse. Puro teatro se deshacía en cualquier rincón de aquella noche de reentré del Gran Teatro del Liceo donde el terciopelo rojo e ignífugo se llenó hasta la bandera.
Turandot hizo olvidar el olor a fruta que cerraba La Boquería al atardecer pero la falta del gabán seguía causando una ansiedad disimulada. Arriba, abajo, a un lado, a otro y no aparecía, simplemente se esfumó sin dejar rastro.
En el entreacto, era tal el nerviosismo que incluso las prendas que allí colgaban, sudaban, anticipando un final inevitable. Se cuenta que fue tanta la tensión que mientras Nessun dorma golpeaba puertas y paredes con la voz y la música infinitas, a punto de vencerlas, el guardarropa explosionó y se desintegró.
Creyó aparecerse todo él, en un rincón de un palco donde encontró el misterioso sobretodo con Puccini dentro, sobrecogido, escuchando la muerte Liù y dejándose morir de nuevo.
Y allí, donde nadie miraba, se agitó el maestro de saberse rendido con la poesía que llevó a Liù a la muerte, pero sus fantasmas se encontraron desvistiéndose de dramas inconclusos para, por fin, descansar sin tener que ir robando sobretodos a los mortales a cambio de un final para su ópera sin fin.
Los aplausos despertaron de la ensoñación al guardarropa que se quiso creer la magia por una noche descubriéndose arropado por el misterioso gabán extraviado.
Y así, con la mística de la música, supo el lenguaje que poesía no sería su último aliento si las modas se hacían barrocas en la exhibición y huecas de palabras, como en el textil, donde hay contextos que no lo son todo, pues como las historias, pueden jugar a ser tramposos, como los armarios de quienes se abanderan como el éxito social.
No es ni será lo mismo un poliéster que una seda, por mucho que se le parezca, aunque luzcan o suenen igual, como ocurre con el enorme mundo de las palabras, porque hay verdades que mutan pues la piel que vestimos allá por 1999 no sea la misma que nos habite años e historias después, con cada entramado, por pequeño que sea, que nos construye en cada reentré.
Que no sean los guardarropas los que marquen tramas ni nos sigan robando palabras que puedan ser tanto o tan poco, porque hay contextos que se borran, se pierden y, sobre todo, olvidan en este país de desmemoria endémica, pandémica y virtual.
(No fue Nessun dorma de aquella noche, pero dicen los expertos que fue la mayor y más grande interpretación, así que de lo bueno, lo mejor);
Hoy día 22 de noviembre hubiera sido el cumpleaños del responsable que mi señor padre y compañero de textil se dedique a ser un viajante de tramas y urdimbres, fino estilista de resolución de problemas, que por extensión y circunstancias hicieron lo propio conmigo años después.
Hoy 22 de noviembre es también el día de la patrona de la música y la poesía, y cómo no dedicar este texto nuevamente a mis queridas teatreras, músicas expertas, de mi cuentito de cuerda: un beso enorme Rosa, Isabel.
Lacan afirmó que «la mujer no existe» y francamente, la RAE no ayuda a tener una idea aproximada, ya que encontramos definiciones más propias de la Edad Media, que a falta de estigmatizarnos y llamarnos brujas, lo suaviza relacionándonos con la supuesta profesión más antigua del mundo: la prostitución; visión impensable en definiciones de nuestros compañeros de existencia, amigos hombres.
mujer de la calle
2. f. Prostituta que busca a sus clientes en la calle.
mujer de punto
1. f. prostituta.
mujer fatal
1. f. mujer que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible, que puede acarrearles un fin desgraciado.
mujer mundana
1. f. p. us. prostituta.
mujer objeto
1. f. mujer que es valorada exclusivamente por su belleza o atractivo sexual.
mujer pública
1. f. prostituta.
Sin embargo, la cuestión de género afecta por igual, pues hay quien se plantea la masculinidad como reverso de la feminidad: «ser hombre es no ser mujer», basándolo en lo que no hay, quizás por eso el mundo avanza midiéndose por lo que no tiene. Así pues ¿ser mujer se define por lo que falta? Para muchos, sí. Porque en realidad, todos, hombres y mujeres, ¿acaso no estamos marcados por la falta en relación al otro? Pero no es eso lo que nos hace mujeres y hombres. ¿O sí?
Retomando las palabras de Lacan, todo parece indicar que efectivamente la mujer no existe, sino que efectivamente, como apostilló, seamos “una por una”, y añado, además podamos ser y no ser simultáneamente, o ser una cosa y su contraria.
Ser mujer no es vestirse de artificio. Y sin embargo también puede serlo.
Ser mujer no es ser madre. Y sin embargo también puede serlo.
¿Es usted 100 por 100 femenina?
Y en plena cuestión de identidad, hay quienes la sienten muy plenamente: muy madridista, muy catalán, muy hombre o muy mujer; ¿pero dicho estatuto superlativo no necesita del otro para constituirse? No olvidemos que a veces es una proyección ajena así como “los hombres no lloran” y demás trampas con las que convivimos como que una mujer inteligente, también pueda verse y sentirse bella, no por nadie, sino porque guste de sentirse deseable para sí misma.
Sí, amigos, la feminidad se cuestiona en más dimensiones de las que vemos a primera vista. La fuerza, la independencia y autonomía de las mujeres aún genera inquietud, incluso rechazo; se sigue prestando atención a cómo viste una mujer, no siempre por cuestiones de gusto, sino en muchos casos por intereses económicos de las cadenas y las audiencias para asimilar la actual cosificación; el perfil de mama chicho se ha maquillado y extendido hacia el lado masculino. No se trata de igualarnos en lo obsceno: ¿Acaso ésa no es la misma trampa de la que intentar salir?
Que una mujer decida sobre su cuerpo no debería convertirse en frivolidad, así como sus elecciones sobre su vida no deben ser cuestionables por nadie más que por una misma; no, no hay que aceptar esas pequeñas agresiones que nos tiran el respeto alcantarillas abajo, junto con la huida de un Harry Lime acorralado.
¿De dónde vendrá tanta agresividad hacia lo femenino?
Quisiera completar la idea de Simone de Beavoir añadiendo a la ecuación a mujeres de rivalidad silenciosa, casi invisible, incluso inconsciente. Y así, en plena proyección de fantasmas propios se alimentan en ese delicioso caldo de cultivo. Combinado con un poquito de muda envidia et voilà, ¡menuda sopa nos hemos montado!
En ese rincón, se lanzan las bombas que aniquilan esa racionalidad; utópico mundo de las ideas y los ideales. Y ahí, en plena antítesis especular donde parecen construirse realidades e identidades, me vuelvo a preguntar ¿qué es ser mujer? ¿Y qué no lo es?
Para mí SER es un compromiso, y ser mujer, una responsabilidad, conmigo misma en primer lugar, y con las demás como extensión. Es cierto que vivimos rodeados de micromachismos, pero los grandes cambios empiezan desde dentro, nada cambiará realmente si se sigue focalizando y poniendo en el otro (que bien puede ser la otra) todo lo que disgusta porque resulta más cómodo, así como desestigmatizar la vulnerabilidad y las faltas y reconocer a quienes eligen su papel de víctimas responsabilizando a los demás de su situación, sin embargo, igual que la música describe una realidad, a veces también la genera o la estimula y dicho planteamiento se acaba asumiendo como verdad, así como la letra de La donna è mobile:
La donna è mobile, qual piuma al vento,
muta d’accento, e di pensiero.
La mujer es voluble, cual pluma al viento,
cambia de palabra, y de pensamiento.
Claro que existen mujeres así, y hombres. Porque existen personas así. Del mismo modo que el semblante retratado por Sisa/ Sabina en la canción Mujeres fatal:
“Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no”
Se trate o no de inseguridad-es, ahí queda la sombra de la duda de la argucia femenina, excusa sobada y resobada muy asumible de nuestra supuesta incoherencia para convertirnos en seres dominados por el útero; inestables, alterables y por supuesto, histéricas. Porque hombres histéricos no existen ¿verdad?
Hay tantos hombres y mujeres como universos y pensamientos posibles, pero las realidades y circunstancias son una por una, como decía Lacan, porque es innegable que, parafraseando a Sisa y a Sabina -no sólo ellos poetizan y profetizan- también existen aquellas:
“Hay mujeres que van al amor, como van al fracaso”
“Hay mujeres que sueñan condenas”
Y mientras, indigestión de tanto comer falacias, tanta low y fast food tiene efectos secundarios. Hay que mimar aquello de lo que uno se alimenta para luego poder aprender a procesarlo y tener digestiones felices que finalmente, nos repercutan a tod@s. Hagamos caso al maestro Benedetti (en Te quiero)
“y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos”
Mientras no se dinamiten las presunciones de cualidades femeninas -tomen nota- la igualdad seguirá como un horizonte, inalcanzable:
– Cariñosa y complaciente; fuerte y dócil.
– Buena profesional, cocinera y gestora del hogar.
– Buena amante, esposa, madre y amiga.
– Buena gestora y sacrificada.
¿A cuántas se nos ha exigido ser todas ellas en alguna ocasión?
Ahí estamos hijas, madres y abuelas; profesionales y estudiantes; ilusas y realistas.
La mujer que soy y quiero ser la construyo a diario, con mis faltas y mis luchas. Soy todas ellas y a veces ninguna, y sin embargo soy esa sombra pequeñita que me guardo para mí en un rincón de mi imaginación, pero no quiero ser en función de lo que nadie me imponga.
Gracias a las mujeres que -de cerca y de lejos Barbarella, Maria- con su respeto y cariño se han convertido en familia, nos una la música, la literatura y la amistad.
Gracias de nuevo a mi madre, a mis musicales tías adoptivas Rosa e Isabel y a Laia por su emocionante voz e interpretación.
Pellejo tremendamente cotizado, coronado rey de las pieles, que resiste a épocas, temporadas y tiempo.
Pellejo, ¿es en lo que nos convertimos?
Según la RAE es la piel de animal, especialmente cuando está separada del cuerpo.
De la fragmentación y la separación del cuerpo –animal- para curtir el cuero, y convertirlo en esa segunda piel tan deseada, Tal vez, también por esa fascinación antropológica del ser humano de su lado animal, fiero y ¿privado?
¿Quién podría decir que el deseo tiene una definición tan peculiar?
El deseo, como lo que el cuero esconde, mueven montañas.
Hay quien se deja la piel por conseguirlo.
Hay quien lucha envuelto en cueros que no son los suyos para sobrevivir.
Lo hay incluso que aman el cuero de quien aman.
El cuero es piel, y la piel es donde empieza y donde termina todo.
(Todo, lo que de verdad importa, al menos).
Ese lugar donde el universo puede detenerse o de donde arranca toda la fuerza de un comienzo. Debajo de la epidermis y todo lo que ocurre ahí.
Segunda piel que proteja, que aísle, que esconda y que me muestre.
Porque quedarse en cueros es sentirse vulnerable, expuesto, con las inseguridades al aire.
Precisamente por eso, el cuero, también es poder.
Catwoman- Anne Hathaway
Es esa salvaje libertad on the road con un ronroneo inconfundible, es la sofisticación y el erotismo de una heroína embutida en otra piel, esa princesa guerrera, Trinity sin sueños o gatúbelas sin rostro. Fetiches, femmes fatales.
Mujeres cuya piel no es fácilmente penetrable. Mujeres difíciles, las llaman.
Ya sea por el cuero, o por la mirada.
Julie Newmar «Gatúbela»
Catwoman- Michelle Pfeiffer
Convertidas así en objeto de deseo, del objeto del deseo.
Colección OI 13 Versace (Vinilos como segunda piel, como cueros)
Menuda, trama… ¡Menuda trampa!
Trampa como las impuestas a diario, como la libertad. Incluso, como la libertad sexual. ¿Dónde hay más trampa: en la libertad o en libertad sexual?
En el fondo, no es más que el mismo juego de siempre, la eterna lucha de poder, del poder de quien juega, de quien decide seguir jugando o de quien decide dónde y cuándo acaba el juego. Pero, ¿por qué?
Colección Jean Paul Gaultier OI13
Tal vez, se lleve en la piel.
Redibujada en entre curtidos, amazonas de fantasías.
Mujeres intocables.
Mujeres deseadas como salvaje objeto de deseo imposible.
Fetichismos y fantasías que quedan relegados a otros ámbitos, íntimos, privados, porque la vulnerabilidad y el poder viven en el conflicto de los quiméricos amantes. Improbables. Despellejados.
Colección OI13 Gucci
Ni todos somos Batman ni Catwoman.
Finalmente, del cuero salen las correas, de lo principal lo accesorio, y del deseo, las tentaciones e inseguridades.
Sí, dejarse llevar por el deseo puede tener un inevitable final.
Quedarse –o que te dejen- en cueros.
Colección OI13 Louis Vuitton
Pero, ¡y lo bien que sienta durante el camino… On the road again!