75. Inflexión (de inflexionar).

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inflexión.

Del lat. inflexio, -ōnis.

 

  1. f. Torcimiento o comba de algo que estaba recto o plano.
  2. f. Elevación o atenuación que se hace con la voz, quebrándola o pasando de un tono a otro.
  3. f. Geom. Punto de una curva en que cambia de sentido su curvatura.
  4. f. Gram. flexión (‖ alteración de algunas voces).

 

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Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana.

Recordamos, quizás, con muchas más distancias aquella primera vez.

Vestía: camisa blanca de día, vestido rojo de noche.

Cenamos italiano en un parque parisino.

Las horas pasaron con un reloj muy distinto al que hoy marca mi ritmo, mi tic tac, tic tac.

Suelos púrpuras, paredes color vino: burdeos, pinot noir, côtes-du-rhône… y hoy, en los pasillos, más de una carrera.

Tantos encuentros y desencuentros en estos años.

Los mismos en el avispero que siempre imagino que es Première Vision.

Aprendí que el mañana rara vez existe, que existimos en un ahora plural, caleidoscópico, subjetivo y distorsionado, que es el nuestro.

El del desafío constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, porque siempre hay un momento para cada canción, sea diferida o en persona, personalmente

Son, fueron y serán conversaciones de feria bajo los sofocantes focos los que alimentaron estos años; donde las que hoy son mujeres serpiente, quizás se conviertan en tigresas después de haber pasado años siendo leopardas; fieras en las ferias, seguirán devorando prints porque ya no digieren estampados, serán trendy porque las tendencias se agotan, flamencos rosas en las esquinas nos lo recuerdan, no así el constante devenir de la mancha animal, que dirán las revistas que vuelve, cuando no recuerdo que se hubieran alejado ni diez metros, ni en las ferias, ni en la calle… respirarán invierno según marquen los cánones, los desfiles y los gurús en este otoño que como ya ocurrió con la primavera, se está haciendo de rogar.

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Cuentan que el animal print es una tendencia que se inició en la New York Fashion Week, o lo que es lo mismo, la semana de la moda de Nueva York, presentados por Tom Ford. La presencia animal también destacó en la semana de la moda de Londres de la temporada que nos ocupa 2018/2019. Versace sigue las huellas de Tom Ford recoloreando de neón y Dolce & Gabbana alimenta una jungla con looks que van más allá del clásico leopardo virando hacia las cebras, jirafas y tigres.

 

Desfile Dolce Gabanna OI 2018/2019. Fuente Vogue.

Vivimos en un sector circular, dinámico y sin embargo, en constante digestión.

Han pasado cuatro años de aquel texto de transición, en este otoño de pura inflexión, seguimos soñando con serpientes, la mato y aparece una mayor / con mucho más infierno en digestión.

https://entramada.wordpress.com/2014/08/26/27-transicion/

 

Lo aprendido se convierte en música, lo compartido tiene el sabor de nuestra memoria, tirando a salado, a aperitivo, en este atardecer que nos alcanza de lo que fue este viaje juntos.

Allí donde el oficio creció, allí donde se sembraron amistades.

Allí, donde arrancaron los cambios, los suyos, los míos, los nuestros.

Donde comba la curvatura, donde se bifurcan caminos y se traman los años.

Donde siempre me empapa antes el otoño, donde París se vuelve música al anochecer; el piano, el vino y el queso; la lluvia, les feulles mortes, las serpientes de mar.

 

Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana, del verbo inflexionar, que no existe, pero quizás, existirá, inundado de palabras, de recuerdos, los nuestros.

 

A mi padre, compañero y cómplice.

Gracias.

49. Apretando (que es gerundio).

10-2014

Apreturas y demás zarandajas.

Apretar.

Del lat. tardío appectorāre, der. del lat. pectus, -ŏris ‘pecho1’.

Conjug. c. acertar.

  1. tr. Estrechar algo contra el pecho o ceñir, de ordinario con la mano o los brazos.
  2. tr. Oprimir, ejercer presión sobre algo.
  3. tr. Dicho de un vestido u otra cosa semejante: Venir muy ajustado.
  4. tr. Estrechar algo o reducirlo a menor volumen.
  5. tr. Apiñar, juntar estrechamente cosas o personas, dar cabida. Apretar la colada en la lavadora. U. t. c. prnl. Apretarse la gente en el tren.
  6. tr. Acosar, estrechar a alguien persiguiéndole o atacándole.
  7. tr. Tratar con excesivo rigor, con estricto ajustamiento a ley o regla.
  8. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Obrar con mayor esfuerzo o intensidad que de ordinario.
  9. intr. coloq. Embestir, cerrar con alguien. Apretar con el enemigo.
  10. intr. Pint. Dar apretones (‖ golpes de color oscuro).

 

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Junio empezó apretando, en gerundio, y no podíamos anticipar hasta qué punto. Apretó las costuras que se inflaron con el calor de aquella tarde en plena estampa costumbrista: mujer de edad avanzada, de un luto imperdonable que oprimía su pecho y recordaba a doña Rogelia acalorada, abanicándose y bamboleando levemente sus piernecitas a falta de mecedora en aquel portal sombrío, mientras, fuera, caía la tarde que inauguró el mes literario (Abril me perdone) que empezó como un viaje entre grandes maestros de las letras del país: paseo entre casetas que desembocó en las puertas de la Rae, callejeando entre Cervantes, Quevedo y Lope.

Y así llegó este mes con hambre de verano, y del verano: sus lecturas.

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A veces, en el parque de El Retiro se da un fenómeno maravilloso durante al menos dos semanas: la literatura invade la naturaleza y así se producen encuentro entre chaparrones o alergias primaverales. Hay autores que generan colas, sí, leen bien, esperar turno para comprar cultura, pero también para formar parte en la lista del postureo actual, aquí, permítanme haga un breve paréntesis: he observado últimamente que hay mucho público que acude a darse un baño de popularidad (no hay limitación de edad, no se crean) para compartirlo en redes. No negaré comunicar la ilusión que me hace este encuentro anual- por eso estas líneas- sin embargo la accesibilidad a las fotografías que tenemos actualmente, quizás se haya producido en detrimento de las maneras y la intimidad ¿no será excesiva la exposición ante cámaras anónimas?

Una vez compartido este desahogo, -sí, esto sí lo comparto- retomemos.

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Escribo estas palabras una mañana de domingo soleado (de ésos alérgicos que decía antes) mientras espero mi turno para mi nueva adquisición del autor del Orens que me subtitula, observo la invasión lo rápido que se asume el intrusismo, compartir una feria del libro por aquellos que están no necesariamente por el gran requisito: escribir.

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Será innegable que sean aquellos quienes alimenten estadísticas de mayorías, y sin embargo, esas pequeñas y mágicas historias tienden a pasar desapercibidas. Pero como son mi debilidad, me dejo llevar por una curiosa premisa ¿qué sucede en la imaginación del autor la noche antes de su firma? ¿qué espera? Y en consecuencia, ¿elegirán atuendo como una particular alfombra roja? ¿Vestirán bermudas bajo la mesa que nadie ve como cuenta la leyenda que ocurre en los informativos?

¿Qué hubiera pensado Cervantes y qué hubiera hecho su Quijote si la soledad de sus lectores se viera aumentada por la afluencia de un compañero de firma televisivo? ¿En qué se convertirían los exilios de Benedetti y la timidez de Manuel Vázquez Montaltán con quienes quisieran hacerse selfies con ellos?

 

El ser humano es plural, así como su respuesta ante el mismo estímulo, así pues habrá quienes sientan las apreturas del cinturón en la firma de la tarde si la comida fue copiosa y quienes se compriman por costuras reventonas después de tanto posado forzado, eso sí, sin perder nunca de vista los complementos que se convierten sin duda alguna en must: pluma o bolígrafo, al gusto, abanico y agua. Gafas de sol opcionales, así como el paraguas, según se quede la tarde.

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Gracias a quienes siguen haciendo posible la literatura a pesar de estadísticas e inversiones.

pd. Fotos de Chema Madoz.

Feliz día de la música.

Laura Orens.

 

 

 

45. Espionnage (o el arte de feriar).

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Del fr. espionnage.

  1. m. Acción de espiar ( acechar).
  2. m. Actividad secreta encaminada a obtener información sobre un país, especialmente en lo referente a su capacidad defensiva y ofensiva.

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Première Vision, Paris.

Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Una edición más, PV arranca sin sobresaltos, pero con la evidente ausencia de un público que prefirió no ser testigo de mayores medidas de seguridad: abrigos y maletas abiertas que conforman una realidad tranquilizadoramente inocua. Sin embargo, los cuerpos policiales tienen la sospecha inscrita en sus gestos, labor que habita las calles del viejo París.

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Parc des expositions, Villepinte/ Interior tarde.

La agitación inicial se va diluyendo y recolocando como las oportunidades comparten perchero con muestras que caerán en el olvido.

Las tendencias las dirige ese poder que nos sobrevuela, miradas disimuladas toman nota de una emoción más alta que otra, en una observación distante, así como se encienden o se apagan vanidades más o menos textiles, más o menos textuales.

Quartier Latin, Exterior/interior noche.

La lluvia ha cesado, y en los charcos  picotean y chapotean parajillos. Los alumbra el ventanal de un restaurante que desprende una luz amarilla que recuerda a otra época, y ahí, al otro lado de la cristalera, el humo en su eterna escala de grises consume las horas como se extingue sombra de lo que fue una fiesta, París en blanco y negro.

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Dentro, los comentarios alimentan a grupos algo abigarrados, mientras se dan cita arrullos de competencias eventuales, de amistades entramadas en esa torre de Babel que distrae e hipnotiza al aprendiz de un gurú de la moda extraviando sus chaiers du cinema. Porque acaso una colección ¿no es una película sin fin?

Y lo que unos pierden, otros encuentran. Copiador copiado, se sabe el cazador cazado que riega su desolación con champagne barato del mismo tono que la luz que los ocupa al saberse tan perdido como sus tendencias.

Fundido a dorado/amarillo.

 Parc des expositions, Villepinte/ Interior día.

Agentes, diseñadoras y comerciales negocian plazos y precios de lo que convertir en ilusión. A-pasionados se reescriben historias, así como se desatan las histerias del caso del cuaderno extraviado en una resaca de colores y dibujos que delatan secuencias cromáticas, así como se aflojan y aprietan contornos femeninos temporada a temporada, intentando convertir a la mujer una vez más en aquel oscuro objeto del deseo que se escapó como el jabón salta de las manos que pretenden apresarlo.

Les cahiers du cinema rompen puntadas para aquel pobre diablo que llora su pérdida cual penicilina para los medios, hambrientos de ese palpitante escándalo que acentúe el sofoco del rey de la copia que se deshace en un rincón, entre encajes, jacquards y viscosas, convirtiéndose en paisaje donde desnudar los tropiezos con tinta invisible, reescribir el último parpadeo del amour fou que va y viene como las mareas; tendencias devoradas una y otra vez entre cortes, a la caza de la reinante, reineta, como se sueltan las costuras.

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Aeropuerto Charles de Gaulle/Interior/Exterior tarde.

Fuera, una lluvia fina disfraza el escenario de niebla ligera que se ve tras la cristalera junto a la que viajeros esperan, cansados, el momento de subir al avión y volver a una realidad menos intensa y ya sin la luz amarilla de París. Acumulan anécdotas, así como el agotamiento y la distancia universalizan a las personas.

Maletas pesadas y mercancías en las tripas del avión a punto de despegar, y ahí, rodeado del anonimato de la multitud en la bodega, un paquete de papel de estraza con apartado de correos sin más nombre que el de Rick Blaine, que viaja como turista y sonríe ya acomodado junto a la ventanilla, rumbo al regreso y evidencia una leve y muda victoria de un pasado que les arrebataron, y así, se aprieta junto a su gastado equipaje de mano que guarda fotos de ese tesoro recién descubierto, que alimenta cierta avaricia hasta entonces inimaginable.

Envuelto en un silencio cómplice dibuja con su imaginación el nombre de la que será la colección que lo lance: Ilsa.

Así, con el sabor de un espía* que no fue, sin micrófonos en los zapatos, se dibujaría la magia de una noche de invierno para que siempre tuvieran París.

Espía* Del gót. *spaíha: Persona que con disimulo y secreto observa o escucha lo que pasa, para comunicarlo a quien tiene interés en saberlo.

 

¿FIN? Hasta aquí este guión sin ton ni son. Libre de encorsetamientos propios de su naturaleza, ajenos a mi pluma, para celebrar el primer lustro en el sector y casi, casi el aniversario de Django Reinhardt y sus ecos y los nuestros.

40. L’amour fou (dícese “amor loco”).

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enamoramiento.

  1. m. Acción y efecto de enamorar o enamorarse.

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Nota: No creo que se pueda explicar el amor; esta vez, prescindo de la definición de la RAE, porque hay tantos amores como momentos, aprendizajes y personas.

El otoño siempre llega antes a París, quizá sea otro de los motivos por los que enamora un poquito más. Aterrizar en un verano tardío y regresar de un prefall -que llaman las revistas- en estado puro; caída libre de las primeras hojas con cierto e inevitable grado de embriaguez que da el vino, los dulces placeres mundanos y una nueva edición feriante. Aquel juego de seducción a contrarreloj, apenas tres días para mostrar lo mejor de cada casa, colección tras colección: flechazos locos entre muestrarios que lo descolocan todo, tanto como fugaces, que pasada la emoción del momento, de regreso a la realidad, habrá quienes reciban muestras con una idea inevitable ¿y por qué pediría yo esto?.

No se alarmen, es un delirio habitual que dura lo que un suspiro, pero a veces, sin aparente motivo, se produce el milagro: del enamoramiento se pasa al compromiso, a la elección de quedarse, de la lucha por la supervivencia de un amor, más allá de una ilusión. Y ahí es cuando comienza el reto.

Sí, el reto, de no dejarlo caer día a día, de construirlo. De atreverse contra todo pronóstico, confiando en el temido mano a mano (no sean malpensados, o bueno, sí, cada cual es libre de sus pensamientos) de las responsabilidades de cada uno y del otro, desactivando resistencias, de inscribir ese amor en la piel para sobrevivir a la muerte.

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En definitiva; hacerse un poco el loco en el vértigo y los riesgos que asaltan, hacerlo que funcione desanudando -y desnudando- conflictos, porque, seamos sinceros, realmente ¿hemos aprendido a amar?

Los enamoramientos locos y urgentes se extinguen como la piel muerta del pasado, y ¿después?

Después hay quienes descubren el aturdimiento de una carrera sin horizonte más allá de la pasión inicial y descartan la posibilidad de quedarse, del amor.

Efectivamente el enamoramiento cae, así como no llevamos la misma prenda a diario, tanto roce la destrozaría, pero sí aprendemos a elegir los momentos que dedicarle, y en qué circunstancias querer tener cerca lo que se ama.

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«Encuentra lo que amas y deja que te mate» Bukowski. (Me genera una nueva cuestión ¿debemos revisar lo que entendemos por amor? ¿Hasta dónde se instala la idea de amor trágico para descartar los que no incluyen fantasmas?)

Pequeñas decisiones que diferencian el amor con el enamoramiento, para no confundirlos y así quemarlo y desgastarlo.

Sin embargo, a diario vivimos rodeados de baratijas con fecha de caducidad que no se miman porque su vida limitada aguantará como mucho una temporada para ir encadenando enamoramientos, pocos son los que aprenden a amar comprometiéndose con el deseo que nos habita, cambiando el rumbo incluso hasta del mejor patrón, porque queridos amigos, dejar morir lo que sentimos, también es estar loco -corazón loco-.

Dedico este texto a quienes me ayudaron a partirme en dos y mirar dentro, a aprender a amar, a luchar por el deseo que me habita y a no rendirme en cada decisión.

Gracias a mi madre, a Gustavo y a mis amigas valientes que aman incluso cuando se nos abren las tripas. Gracias por vuestro compromiso.

13. Feriada

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Feriada

(participio del verbo feriar)

Feriar.

(De feria).

1. tr. Comprar en la feria.

2. tr. Vender, comprar o permutar algo por otra cosa.

3. tr. Col. y Ec. Vender muy barato por necesidad urgente de dinero o por otra causa.

4. tr. Cuba, Ec. y Guat. Dilapidar los bienes, especialmente el dinero.

5. tr. p. us. Dar ferias (‖ agasajos). U. t. c. prnl.

6. intr. p. us. Suspender el trabajo por uno o varios días, haciéndolos como feriados o de fiesta.

MORF. conjug. c. anunciar.

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Es cierto que el mundo necesita personas que amen lo que hacen. Y más aún si lo que hacen es su oficio. Si lo tocan con sus manos, dándole forma, haciendo de él, algo más que un producto.

Es cierto, porque es una manera de convertir una feria en un día feriado, o como dice la RAE, de fiesta.

Feriada irresistiblemente.

Moda y mucho rouge en los labios.

Savoir-faire a la italiana en los stands más divertidos y creativos, notable calidad turca al aroma de frutos secos, y pasillos inagotables, llenos de tendencias tendenciosas.

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Kilómetros de moqueta imposible de sortear, zona wifi y fieras del charme.

Fieras en la feria. Sin duda. Sin pausa. Sin límites.

Cazadores desatados, agentes de cambio, bailando entre malabarismos y texturas para encontrar la idea intocable, inalcanzable, la idea del éxito.

Lanas, algodones, viscosas, sedas, poliésteres, linos… permutados y convertidos en palabras para ser lo que el otro desee, lo que su mirada o su tacto transforme, lo que se le permita ser.

Todos en un gigantesco avispero, tramando y deshilachando, saltando y deshaciendo, volando en esta feria de vanidades, y desamores, y sin embargo, tanto amor por este oficio. El amor por ser (L’amour d’être) en la imaginación o en la mirada del otro, o en ese pequeño rincón lleno de estaciones, de cambios, de aplicaciones brillantes como paillettes.

En la calle, las realidades parecen ser otras. Madrid no es ni será nunca París, a la que se mira con cierto desdén, envidia y desprecio, ese cúmulo de contradicciones tan humanas, tan nuestras. París es un foco al que ir a alimentarse de ideas, para digerirlas y traducirlas. Reinterpretar el estilo francés, donde parisinas visten lentejuelas para trabajar, que por algo viven en la ciudad de la luz, aunque no deje de llover –o tal vez, precisamente por eso-.

Y mientras, de la mano de los grandes, podemos seguir soñando otros mundos que nos envuelvan.

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detalle de Lagerfeld en su tienda en Le MaraisDior rojo

Chanel de la mano de Karl Lagerfeld lo acolcha todo como si se tratara de un síndrome de Estocolmo imaginario de un escapista de manicomio, de esos mulliditos. Los Dolce & Gabbana hacen del rojo y del mosaico un templo en el que envolver el cuerpo, en cueros, lo deja todo Isabel Marant, mientras que la casa Dior apuesta por toques de color – sobre todo en complementos- para un otoño más estimulante.

Allí quedan las tendencias, al otro lado de la feria, incluso al otro lado de los Pirineos.

París fue y será un faro –no sólo fashionable– lo quieran ver o no.

La realidad nos devuelve un Septiembre cálido, lejos de aquel otoño refrescante que las ferias anunciaban incluso con un año de adelanto. Y todo queda en una forma de participio atemporal.

FERIADA.

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