109. Patrones y contradicciones.

patrón, na

Del lat. patrōnus; la forma f., del lat. patrōna.

1. m. y f. Defensor, protector.

2. m. y f. Santo titular de una iglesia.

5. m. y f. señor (‖ persona a la que sirve un criado).

7. m. y f. Persona que manda un pequeño buque mercante o una embarcación de recreo.

8. m. Modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual.

10. m. Planta en que se hace un injerto.

cortado, da por el mismo patrón

1. loc. adj. Dicho de una persona o de una cosa: En la que se advierte gran semejanza con otra.

6. m. y f. patrono (‖ persona que emplea trabajadores). patrono, na

Del lat. patrōnus ‘protector’; la forma f., del lat. patrōna ‘protectora’.

1. m. y f. Persona que emplea trabajadores.

2. m. y f. Amo, ama.

3. m. y f. Dueño de la casa donde alguien se hospeda.

4. m. y f. Miembro de un patronato.

5. m. y f. Defensor, protector, amparador.

8. m. y f. Santo elegido como protector de un pueblo o congregación religiosa o civil.

9. m. y f. Señor del directo dominio en los feudos.

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No se nace mujer, se llega a serlo”.

Simone de Beauvoir.

Patrones. De todas las formas, colores y tallas. Propias, pero también ajenas.

De niña a mujer se pasa por infinidad de tallas, muchas de ellas, equivocadas. O simplemente intrusas, inadecuadas para nuestro cuerpo, para nuestra mente.

¿Qué ha significado ser niña para mí?

Otras cumplían perfectamente con su papel: sonrisas y vestidos. Y de mayores, una aspiración incuestionable: casarse y ser mamás. Ser agradables. De agradar. De complacer. Y eso, es el germen de futuras mujeres. De futuras frustraciones.

De aquellos barros, estos lodos. Ahora parece que nada de aquello nos define. Está de moda decirlo. Como si fuera un logro vivir en una indefinición constante. Que no nos definieran patrones clásicos, no significa que no fuéramos quienes fuimos, a nuestra manera.

A mí, de pequeña no me gustaban los vestidos. Quizás no fuera una elección, sin embargo, sí hubo otras decisiones que fueron calando en mi identidad.

¿Qué era entonces ser niña?

Yo ya jugaba a inventar historias. Aunque aún no las escribiera. Exploraba, construía casas con ladrillos, llenaba de tierra mi hormigonera, daba velocidad al tren, a los coches y jugaba a ser mil personajes. A veces, también era princesa. Pero no por sistema. No porque fuera chica. Aunque tuviera una cocinita, muchas muñecas y adorara el rosa.

Quizás, por encima de todo, era curiosa. Miraba más allá. Espero seguir haciéndolo. Porque ese rasgo sí me definió. Era más aventurera que ahora, sin duda. Incluso, tiraba con arco. Poco a poco, el mundo me enseñó lo qué se esperaba. De los niños y las niñas. Y yo quería escribir. Investigar. Y pensaba, pensaba mucho. Pero lo intelectual se asocia aún hoy a lo masculino.

Así, quizás, empecé a saltar de patrón en patrón. Tanto que, en la escuela trataban de ponerme etiquetas, patrones, frente a lo desconocido. Fui tantas cosas sin ser ninguna. Y así, la niña buena fue calándome. Para encontrar un lugar. Aunque no fuera de mi talla. A veces me apretaba y otras, me quedaba grande.

Síndromes hay de muchos tipos, formas y colores. Y lo que muchos veían como rebeldía, se tradujo para mí a ser una niña buena. La búsqueda de agradar a los demás, a quienes tiene miedo de decepcionar. La dificultad para decir que no o rechazar planes. La culpa cuando no se complace a otros. Y de tanto seguir las reglas, otros patrones crecieron, aunque fuera en contra de los deseos. Los propios. Así como medirlo todo, en particular, las palabras, aquellas que tienen el poder de herir al otro.

Más moldes. Más costuras. Más sutura. Y más germen de futuras mujeres.

Durante mi adolescencia me costó encontrarme con mi feminidad, quizás por aquello de todo lo que adolecía.

¿Qué significaba ser mujer para mí? ¿En quién quería convertirme?

Ésa fue siempre la cuestión. Aún lo sigue siendo.

Judith Butler amplía la mirada. Ser mujer no necesariamente tiene que ver con la biología. La expectativa relacional entre el sexo y el género es cultural. La discriminación siempre está ahí, para señalar lo que corresponde. O no. Los géneros también se aprenden. Y pueden llegar a constituirnos.

La mujer no existe; existen las mujeres de una en una.

Jacques Lacan.

Yo no era ellas. Ni aspiraba a serlo. Fui aprendiéndome deshaciendo patrones ajenos. Individualmente. Escuchándome. Aunque la discriminación siguiera ahí, a la sociedad le incomoda todo aquello que no conoce, o que no sabe controlar. Aunque quiero pensar, que cada día, se van erosionando esas viejas ideas talladas en la piedra.

Desaprendí patrones incómodos que no fueron nunca mi talla, me fui moldeando. Pero sin perder de vista la niña que jugaba a inventar historias, que no dejaba de mirar más allá. Por preguntona que fuera. Todo eso, bregando con las contradicciones. Que las hubo. Muchas. A borbotones. Las sigue habiendo. Y sí, aún creo que nuestros errores, nuestras decisiones, lo que hacemos con ellas, nos define. Porque, si no lo hacen ellas ¿qué lo hace?

Se me fueron llenando las costuras de mis cicatrices. Quizás viceversa. De todo lo que empujaba por resistir, dentro y fuera de mí. Aquellas puntadas invisibles, fueron creando tejido. El de muchos de mis vestidos. A los que, con los años, me acerqué. Y sin aparente sentido, sucedió la reconciliación con mi ser femenino. Con el que convivir a diario, ajena a patrones, a tallas, a gramajes que no fueran los propios. Porque, después de todo, será con mi piel con la que conviviré a diario. Y así es como llegué a ser mujer. Rasgándome las vestiduras, deshaciendo hilvanes ajenos y rompiendo patrones que no eran míos. Dejando de ser esclava de la mirada del otro -aún estoy en ello- para liberarme de amos de mí misma.

BSO. Agnes obel. The curse.

108. Vergel

Diseños de Isabel Marant para verano 2021.

vergel

Del occit. vergier.

1. m. Huerto con variedad de flores y árboles frutales.

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Flores, árboles y plantas. Frutos y bulbos. Raíces aéreas y subterráneas. Lisonjeras. Coquetas. Engalanan primaveras. Selvas, bosques y jardines. Sobre la piel, sobre estampados, sobre papel, pero, también, sobre suelos y paredes. Campo abonado y terrenos fértiles. Como los primeros días de verano. Los mismos que, en unos meses, levantarán cosechas.

Fascinación. Como un embrujo.

Embrujo: Pócimas y ungüentos. Recetas. Las de la nostalgia, anhelos que no fueron, los que vendrán. También mucho mortero donde macerar hierba fresca, aceites y emulsiones.

Se untan como mantequilla. Regados. Sin embargo, también los hay que ni con abono crecerán más. Se extinguen las máscaras. ¿Tisana verde de verdades incómodas? Dos tazas.

El desencanto ya no da más de sí, engordó durante la distancia, y, ¿después?

Después se hizo grande. Mayor aún. Se hinchó, se expandió y a puntito está de reventarse a sí mismo. Pero la vida sigue, a pesar o precisamente la desilusión. Porque hubo jardines que siguieron ahí. Resistieron, y también se hicieron enormes. Palmo a palmo de tierra, sin que nadie la esquilmara. No más. A pesar de las grietas y de la sequía. Hubo semillas que encontraron rendijas donde sobrevivir. Sólo necesitaron agua y luz. Algo de atención. O simplemente un pequeño cambio, de sustrato, ubicación o alimento. Y estallaron plantas, y quien dice plantas, dice afectos, incluso personas.

¿Cómo crece tu jardín? Eso mismo se preguntó Agatha Christie en boca de Poirot. Pregunta ingenua, casi inofensiva, acicalándose entre venenos ocultos y medias verdades.

Sin embargo, como sucedieron hechizos, también lo hizo el embrujo plantil, y para que se desarrolle un vergel se necesita:

  • Hacer una infusión de meteoritos y enfriar.
  • Arrancar decepciones muertas, así como cortar hojas secas y puntas abiertas.
  • Mimo. A raudales, pero sin destrozos.
  • Una pizca magenta que tiña algunas hojas de rosa, otras las diluya de esperanza.
  • Dejar caer la primera lluvia de verano y enfriar.
  • Después de un buen abonado a base de música bien machada en el mortero y algo de paciencia, ya está listo para servir.

Entonces, el vergel estalla, reventón. Embruja como si fuera una sonrisa limpia, sincera y sin dobleces. Igual que lo hacen algunos deseos, y muy pocas personas.

Pero también se dice que, cuando aparecen, se sabe. Porque tienen aliento fresco a libertad, ese saber y sabor de estar donde, cuando y con quien se quiere estar. Incluso, se florece, sin crisantemos.

El atardecer incluso parece desteñir, porque un vergel, también puede ser de color rosa. Palabra de Vogue:

https://www.vogue.mx/moda/articulo/estampado-de-flores-tendencia-primavera-verano-2021

Para J. Mi vergel favorito.

Bso. Baiuca, Embruxo.

97. A- normalidad (que no autenticidad).

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normalidad

  1. f. Cualidad o condición de normal. Volver a la normalidad.

 

normal

Del lat. normālis.

  1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
  2. adj. Habitual u ordinario.
  3. adj. Que sirve de norma o regla.
  4. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.

 

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¿Qué es eso que llaman normal?

¿Qué nos convierte en norma-les?

Se aspira a una normalidad que, quizás, no sea más que una entelequia. Una ilusión, un espejismo donde disimular fallas, ésas que no son más que las cicatrices que nos hacen humanos.

¿Por qué tanto en empeño en camuflarlas, en camuflarse?

¿De dónde nace esa necesidad de normalizarlo todo?

Todo, sí, incluidos: sentimientos, miradas, vidas.

Años de mensajes en una dirección no desaparecen en un parpadeo. Aunque, al fin, convivan con realidades divergentes. Las hay que, incluso, parten de esta sociedad mercantilizada, donde el marketing, en dirección -obstinada y- contraria: busca la diferencia en un mundo de aplastante normalidad, cuando la realidad parece clonarse a sí misma, y no en las virtudes.

Ya lo cantaba Brassens “no, a la gente no gusta que, uno tenga su propia fe”.

¿Así seguimos?

 

La normalidad se convirtió en elogio paradigmático frente a cualquier tipo de cuestionamiento incómodo. Por tanto, ¿es lo normal excluyente?

Cabe pensar que sí. Quizás una exclusión pasivo agresiva que se alimenta de un reflejo distorsionado.

Porque, cada uno somos normales a nuestra manera. Es la mirada del Otro la que nos constituye en una a-normalidad que quizás, no sea más que un reflejo.

Que lo habitual sea normal es estadística, donde también hay trampas.

Trampas de todos los colores y sabores, a elegir: de quienes se conforman o les falta valor de ser quienes verdaderamente sienten que son. Porque la sociedad da mensajes contradictorios: tienes que ser tú mismo, -pero si no eres demasiado fuera de lo común, entonces, mejor esfuérzate en que no se te note demasiado-.

¿Aún? Sí, aún. La autenticidad no es un valor barato.

Lo habitual, o normativo como se dice actualmente, no debería descartar el resto de opciones. Porque, aunque no se miren, existen.

Quizás, algún día, la normalidad no sea más que la propia mirada, sin justificaciones.

Porque lo que para mis vecinos es tremendamente normal, para mí puede no serlo. La clave está en respetar el espacio ajeno. No invadirlo. No imponerlo.

Así pues, dicen que volvemos a la normalidad, sea nueva o no, pero ¿existió alguna vez?

 

Para quien hace alunizar en la autenticidad.

BSO. Nana Blues. MOON LANDING.

96. Ventajas.13.

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13 y último.

 

 

Y la cruzas.

Atraviesas la puerta, los portazos y los ruidos.

Siguen volando aviones de papel. Los niños, y no tan niños, corren detrás de ellos.

 

Cuentan que los deshabitados desaparecieron como si fueran una nube de polvo de tanto acumular invisibles. Líquidos, monetarios y contagios.

También las palabras de los aviones vacíos que escondieron en sus despensas.

En ellos, mágicamente, se escribieron sus legados, cediéndolo todo a quienes llenaron sus cazuelas cuando tuvieron hambre. Quienes sí pudieron leer los mensajes secretos a escondidas.

Hubo de todo.

Desde paciencias hasta breves declaraciones de amor -finito-.

 

Dijeron que la magia podía ser tramposa.

Como los hechizos, como la envidia.

Recetas, hubo muchas.

Y el mundo no dejó de girar.

Aunque aún no supieras cuál era el secreto mejor guardado que seguía volando.

Que tomaría el cielo -y tu cuello- por asalto.

 

– Y ahí lo tienes, a tus pies. –

 

El avión que, como la mejor casualidad, quizás, te estaba esperando.

Miras hacia los lados. No hay nadie.

Te ha caído a ti, piensas.

Lo recoges y lo abres.

Lees.

Vuelves a leer.

Miras de nuevo a ambos lados.

Vuelves a leer esas tres palabras que se te atraviesan como un mal chiste.

Ése, que, sin embargo, acaba con todo:

Fin del simulacro.

 

The end.

¿Qué haríais con lo aprehendido y lo aprendido?

 

“[…] toda verdad tiene una estructura de ficción. Lacan.”

 

Imagen: Autor desconocido.

BSO. Laura, Charlie Parker.

 

 

96. Ventajas.7.

7.

 

Exterior día.

 

– No te gusta el ruido, tampoco los gritos. –

 

Y hacen mucho. Como el eco que suena y resuena en ese vacío que se llena de pájaros. Pájaros que, con el aleteo, diseminan veneno, igual que hay mentiras que, si se cuentan mucho y bien, acaban por convertirse en -media- verdad. O eso dicen.

 

Los deshabitados siempre creyeron que el mundo es suyo.

Quizás porque nacieron bebiendo impunidad. La que no se les atraganta cuando apelan a la libertad, tatuándola de privilegios. O viceversa. Siempre ha habido clases, claro.

 

– Pero respira, no te aceleres. –

 

También los hay que vuelan en la sombra de los árboles con sólo mirarlos.

Ahí, se escucha un mundo no apto para todos.

Mientras, los deshabitados, arañan a una patria que ponen en peligro.

El tiempo de todos, también el tuyo.

 

– Vuestro tiempo, piensas. Ése que aún, no puedes compartir. –

 

Y escribes, más aún. Muy alto, muy fuerte.

¿Cómo sería el mundo sin que nadie quisiera ser por encima de nadie?

Para la vidia, contra la envidia, se necesitan:

  • Un extra de conciencia y coherencia.
  • Nieve de finales de abril, a falta de las flores de mayo.
  • Ocho respiraciones profundas.
  • El recuerdo del último beso que se dio sin miedo.

 

Se lleva a ebullición.

Se reserva, dejando enfriar.

Se recomienda no mirar con exceso de inquina las bajas pasiones que se acumulan en un bote de cristal junto al desagüe.

Y así, se bebe el caldo de a poquito, cuando pesen las ausencias y falten las primaveras.

Pero, sobre todo, cuando sobren los odios de los deshabitados.

Advertencia: no hacerlo nunca a medianoche; se congela el tiempo que no es de nadie, pero seguirá siendo de todos.

 

– Bébeme. Dices. Y bebes. –

 

(Continuará).

 

(Nos despedimos en invierno y nos encontraremos en verano. ¿Qué habrá sido de nuestra primavera?).

Feliz día das letras galegas.

 

 

BSO. O Maio. Luis Emilio Batallán, C. Enríquez.

 

96. Ventajas. 6.

Matteo Massagrande 10 roja

6.

 

Exterior día.

 

– Sigues ahí, en dos lugares a la vez. –

 

Eres esa carta que llega mojada al buzón. Llueve, pero la tinta no se emborrona.

Ésa que, casi nadie, mira.

También eres quien ve el vuelo de los aviones de papel.

Ésos que cruzan calles que hace poco estaban vacías.

Mientras, despiertan los habitantes deshabitados.

Y esperas en silencio. Pero, el ruido lo llena todo.

 

– Está al caer, aunque dudes. –

 

Son ellos, los deshabitados.

Aún no saben que despertaron con la garantía vencida.

Pronto se quedarían sin batería, a pesar de sus desesperados intentos para reiniciar.

Pero no aprendieron. Todos firmaron el contrato. Eran apenas unas líneas.

 

Yo, X, me comprometo a alimentar y aprender a usarlo.

Es material delicado y sólo se asignará uno por habitante.

En caso de desuso, falta de sentido común y de riego, se secará hasta dejar de funcionar.

 

– Ahí lo tienes. La habitación vacía. La habitación roja. –

 

Hubo quienes buscaron instrucciones. Pero no había. Cada uno era único.

Otros, los tiraron pensando que ya comprarían otro nuevo.

Olvidaron la premisa fundamental: uno para cada individuo.

La renovación sólo se asignaría en un fallo del sistema ajeno al individuo.

Y, claro, no fue así.

 

– No dejes de mirar. Te dices. –

 

Y ahí estás, con los ojos muy abiertos, tomando notas de quienes cuanto más ruido hacen, más eco suena en el lugar donde, el vacío se hace más y más grande. En la inteligencia. O, lo que es lo mismo, en su ausencia. Porque no todos los cerebros, agotan su garantía de buen uso. Ya se sabe, no es lo mismo tener razón que llenarse de razones, por ruido que hagan.

 

(Continuará).

 

(Hoy, para mi padre. Contra los deshabitados).

Imagen: Matteo Massagrande.

BSO. Maio Longo, Pepe Evangelista cuarteto.

96. Ventajas. 5.

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5.

Exterior día.

 

– Vuelas, como si no existiera nada más. –

 

Planeas, dejándote mecer por al aire de la mañana.

Lejos de puertas cerradas, también de la piel ausente, pero también, más cerca.

La primavera sigue ahí, aunque, aún, no puedas oler las flores.

Y de recordar, te crecen como las historias, como habichuelas mágicas.

 

– ¿Todo es silencio? Te preguntas. –

 

Nunca estuvo tan lleno de verbo, de nostalgias y de raíces, piensas en pleno vuelo.

La luz se empapa de él, quizás, viceversa.

Tu piel se la bebe. Despacio, no te ahogues.

Piensas en la música que no suena, en la primera canción que bailar cuando esto acabe.

Porque sí, vais a bailar. Lo vais a hacer igual que ahora vuelas, aunque sea en silencio.

No importa.

La luz lo va llenando todo mientras sigues volando.

 

– ­Entonces, lo sabes. Sí, no mires a otro lado. –

 

Eres una carta que vuela, un avión de papel que lanzaste al aire.

Tú, tú sigues en casa, pero dejaste volar las palabras.

Así funciona tu imaginación, crece, y crece, como la planta de habichuelas mágicas.

Porque el avión de papel, que cae al suelo, echará raíces.

 

(Continuará).

Imagen. Matteo Massagrande.

 

95. Cómo es un árbol.

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árbol

Del lat. arbor, -ŏris.

 

  1. m. Planta perenne, de tronco leñoso y elevado, que se ramifica a cierta altura del suelo.
  2. m. Pieza de hierro en la parte superior del husillo de la prensa de imprimir.
  3. m. Punzón con cabo de madera y punta de acero, que usan los relojeros para horadar el metal.
  4. m. Cuerpo de la camisa, sin las mangas.
  5. m. Impr. Altura de la letra desde la base hasta el hombro.

árbol de la ciencia del bien y del mal

  1. m. árbol de la vida (‖ árbol que tiene la virtud de prolongar la existencia).

árbol de la seda

  1. m. mata de la seda.

árbol de la vida

  1. m. árbol que, según la Biblia, puso Dios en medio del paraíso con virtud natural o sobrenatural de prolongar la existencia.
  2. m. tuya.
  3. m. Anat. Conjunto de ramificaciones formadas en el cerebelo por la sustancia gris sobre la blanca.

árbol genealógico

  1. m. Cuadro descriptivo de los parentescos de una familia dispuesto gráficamente en forma de árbol.

árbol respiratorio

  1. m. Anat. Sistema orgánico formado por la ramificación de los bronquios que parten del tronco de la laringe y de la tráquea.

 

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No, no me digas cómo es un árbol,

asoma el parque y la primavera desde tu ventana.

Cuéntame las noches, los viajes y las lunas

que dibujas en tu imaginación;

al atardecer, cuando el estruendo nos acerca,

al amanecer, cuando todo está por comenzar.

 

No, no me digas cómo se mecen las nubes,

sueñan los colores que tocamos.

Cuéntame de la piel que nos falta,

la que inventamos entre algodones y viscosas,

cuando tomamos el aperitivo y aún no brindamos,

cuando cenamos recetas que están por regresar-nos.

 

No, no me digas qué son las horas, encierro,

aún se beben las vanidades, el fulgor:

atardecer y amanecer.

No, no me digas pronto,

así se dibujan las ramas secas del árbol,

que, ya, nadie quiere mirar.

 

Tu verbo y el mío conversan,

se enredan jugando,

entre familia, amistad y amor.

Siempre el deseo:

soñemos todos los viajes que no alcanzan.

 

Cierra los ojos:

ilumina inspiraciones, la luna llena en París.

Y tiramos del hilo, ven, vamos a volar.

Deshagamos la ruta de la seda,

de ciudades imaginarias de Marco Polo.

Y mira, ¿lo hueles?

El sándalo y el almizcle,

vístete de noche, primavera,

que son sólo unos cuantos más amaneceres.

Aspira, aspira el rastro que deja

la ruta de las especias.

Son el laurel, la pimienta y el azafrán,

la sal, el pimentón y la canela,

son nuestros apetitos despiertos.

Nuez moscada, clavo y cardamomo.

Cúrcuma, vainilla y comino,

alimentan secando distancias.

 

No, no me digas cómo es un árbol,

entre Oriente y Occidente.

Ven, dibújalo con todas las palabras que llenan ausencias.

 

A mi madre.

No puedo llevarte de viaje por tu cumpleaños, pero aquí tienes este viaje sólo para ti, para nosotras.

Ven, vamos a volar despiertas.

Lunes 20 de abril 2020.

 

BSO.

Jordi Savall: Lachrimae Caravaggio (Hespèrion XXI)

92. Sea autónoma, no sea usted original.

autónomo, ma

Del gr. αὐτόνομος autónomos.

 

  1. adj. Que tiene autonomía.
  2. adj. Que trabaja por cuenta propia. U. t. c. s.

 

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Sea.

Sea ese lugar donde se tejen historias, o donde se narran tejidos.

Terreno de pago, peaje que no garantiza ingresos, que exige cuotas.

Y así, se alimenta el mito: trabajar por cuenta propia no necesariamente implica autonomía. La realidad se impone. Se convive con muchos rostros. Con muchas miradas. Empresas que producen réplicas, que no replicantes. Tener voz se paga con cuota propia. La que la censura negó, borrando sus nombres, su palabra. Lo que ocurre en el oficio textil, ocurrió también en el textual. Convergen en ese lugar común. Aún hoy sucede que la autoridad profesional varía en función del género. Escribo, claro, desde lo que conozco.

Ser hija de, esposa de, amiga de… en de vez de ayudar, eleva el listón. Las expectativas crecen porque se convierten en un tratado donde las contradicciones hacen reino: de la profesionalidad, de estereotipos, y también de impertinencias que, con otro nombre o apellido, no serían ni cuestionadas.

Aún pesa la firma masculina sobre la femenina en muchos ámbitos. Y no se trata de darle la vuelta, se trata que el nombre o no cuente, o lo haga en la misma dirección.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-46293652

No está tan lejos como cabría suponer. Y reivindicar un nombre puede continuar siendo revolucionario. Que nuestro trabajo no dependa de ponernos guapas o sonreír más.

El trabajo bien hecho, poco tiene que ver con adornos. Con agradar a la mirada del otro. No somos complementos, aunque podamos ser complementarios.

La autonomía no es una falsa conciliación, como tampoco muchas otras trampas que, sin querer, nos atrapan.

Pero también, forman parte de esa construcción que no debe satisfacerse nunca del todo, del mismo modo que una actitud crítica y de resistencia. De reclamar que se valore un sueldo, un trabajo, dejando a un lado las sonrisas y las minifaldas. Del mismo modo que, se suceden actitudes que perpetúan luchas de poder, rivalidades, y nos alejan, quizás de esa sororidad que también resulta utópica.

No, no necesitamos que nos salven. Necesitamos que no nos ensucien el camino.

No necesitamos que nos protejan. Necesitamos que el mundo no sea un lugar hostil del que cuidarse.

No necesito que me lleven las maletas. Necesito que no me hagan de menos por hacerlo yo, sola.

No necesito que me empujen por ser mujer y escribir. Necesito que no importe que lo sea.

BSO. Will the circle be unbroken. sufragistas.

Gracias a mis padres, y en especial a mi madre, que me hicieron el mejor regalo que podían hacerle a una niña como yo: no poner techo a mi imaginación.

Así se rompe la rueda.

89. Verde niebla: el idilio.

verde niebla 2

idilio

Del lat. idyllĭum ‘poema pastoril’, y este del gr. εἰδύλλιον eidýllion.

 

  1. m. Coloquio amoroso, y, por ext., relaciones entre enamorados.
  2. m. T. lit. Composición poética que recreaba de manera idealizada la vida del campo y los amores pastoriles.

 

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Idilios hay de muchos tipos.

De muchos colores y sabores.

De los textiles podéis saber más aquí.

Hay música que anida sin remedio; en algún lugar entre mi piel y el silencio.

Como una fotografía que se llena de la imaginación de quien la mira.

Las estaciones pasaron y se hilvanó esta canción a fuego lento, hasta transformarse en el color y sabor de la ausencia; con voz propia. Verde, me caló como la niebla que partió los días.

Y la música… alimenta mis recuerdos, o quizás, viceversa. Caí en ella como quien se hunde en el océano, empapándome.

Se convirtió en hogar, tejiendo las telarañas, abrazando las grietas de las que, algún día, crecerán flores. Hoy sólo es un atardecer de diciembre; no hay respuestas porque las preguntas se bordaron con hilos de primavera.

A veces, incluso, hay versos que beban o no de mi sed, se me desprenden de puntadas. Los que quisiera regalar-te en un anochecer, en el que nuestros nombres se derritan a la deriva de un saxofón. Acabará oxidado cuando nos olvidemos. Y perdonemos los espejos que nunca más nos verán la piel, la que se nos enredó aquella noche tan verde como improbable, la que a veces no existe más que en el rastro de estrellas fugaces.

Mientras, seguiré bordando palabras en tus costuras, ahí donde no mirarás, quizás, hasta dentro de muchos atardeceres.

Cuando ya estés lejos, cuando ya no exista.

Cuando nos dejemos calar por el azul Atlántico.

 

 

Homenaje a la canción que me sirvió de faro y horizonte, sobre todo de inspiración para dar con el tono con el que arrancar con mi nuevo proyecto literario.

BSO. All the world is green. Tom Waits.

Feliz 2020, entramados.