33. Savoir faire marinero.

marinero, ra.

(De marina).

  1. adj. Dicho de una embarcación: Que posee las características necesarias para navegar con facilidad y seguridad en todas circunstancias.
  2. adj. Perteneciente o relativo a la marina o a los marineros.
  3. adj. Semejante a cualquier cosa de marina o de marinero.
  4. m. y f. Persona que presta servicio en una embarcación.
  5. m. y f. Persona que sirve en la Armada en el último escalón de la marinería.
  6. m. y f. Persona entendida en marinería.
  7. m. argonauta (‖ molusco).
  8. f. Prenda de vestir, a modo de blusa, abotonada por delante y ajustada a la cintura por medio de una jareta, que usan los marineros. nudo marinero

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Embarcados y al abordaje, como argonautas (dejemos a Jasón al margen) surcando los mares, atrapamos veranos futuros propuestos en París, allí donde todo comienza, donde se destapan las ideas.

Marineros en tierra rediseñan ecos de sirenas perdidas, a rayas azules y blancas.

Must de cada verano y tendencia convertida en clásico del chic de lo francés, tiene su discutido origen como jersey, o incluso atuendo íntimo en litografías de pescadores del Canal de la Mancha a principios de siglo XIX. Fue en 1858, durante el Segundo Imperio francés, cuando se estableció el uniforme oficial de los marineros: pantalón de pata ancha, camisa blanca con cuello azul, jersey de rayas (permitía localizar a los marineros a distancia o si caía por la borda; dicho diseño se visualizaba fácilmente entre las olas) y un abrigo corto de lana.

raya2

Por su lado, las camisas marineras tejidas en algodón de color crudo teñido con añil o índigo cuyo número de rayas no quedaba al azar; 21 rayas blancas de 20mm (se cree que significan el número de victorias de Napoleón en el campo de batalla) y 20/21 azules de 10mm para el cuerpo y 15 blancas y 14/15 azules para las mangas. Igualmente simbólicos son los colores; el azul representa el mar y el cielo; el blanco el lugar donde ambos se tocan en el horizonte o la espuma de las olas. Así, casi sin querer, se dibuja el salitre en mi piel… como se despierta el olor a mar, saltando entre las rocas, recordando incluso la bandera de Bretaña, Gwenn ha du en bretón, datada de 1923 diseño de rayas negras y blancas que representan las provincias del este y del oeste respectivamente, ciertamente distante de la épica napoleónica.

Apenas unos años antes, en 1917, Gabrielle Chanel viajó a la costa de Deauville (en la Baja Normandía, región donde la empresa Saint-James comercializó el diseño mantenido hasta la actualidad) y revolucionó el uniforme marinero vistiéndolo y fraguando lo que se convertiría en el básico chic, conquistando a mujeres gracias a su estilo innovador, fundamentado en la comodidad y facilidad de movimiento.

Villa La Pausa Roquebrune 1930 con perro Gigot Foto Cordon press

Sin embargo, fue Yves Saint Laurent el responsable de introducir las rayas marineras en la alta costura con su colección de 1966 “Matelot” (Marinero) de vestidos de rayas a base de paillettes/lentejuelas.

ysl 1966 sequined stripped cocktail dress

Vestido de coctel Yves Saint Laurent.

Progresivamente se convirtió casi en seña de identidad de inspiradoras figuras culturales, como Picasso, Andy Warhol, Brigitte Bardot, Jean Cocteau, Ernest Hemingway, James Dean, Audrey Hepburn, Marilyn Monroe o Kurt Cobain.

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Jean Paul Gaultier tomó el relevo en varios de sus desfiles, desde 1978. En 1983 desarrolló la colección masculina Boy Toy y haciendo de las rayas el gran rasgo distinto de la maison Jean Paul Gaultier frente a las demás.

carolina_de_monaco_jean_paul_gaultier__ PV2007 Foto Cordon Press Giovanni Giannoni

Diseño de Jean Paul Gaultier 2007que vistió Carolina de Mónaco. Foto Cordon Press Giovanni Giannoni.

Así van pasando los años y las rayas (más o menos marineras) formando parte de ese deseado verano imaginario.

Algo así como un arroz junto al mar que soñamos en tierra adentro, como un guiso que nos transporte a esa orilla tan intensa, a la sombra del estado semi consciente, mientras suenan las chicharras de las tardes del estío.

A ese recuerdo fantástico que acaricia el imaginario y la realidad a partes iguales.

Así como se entrelazan las rayas, como aquel verano que soñamos en alguna tardes de largas y sabrosas digestiones.

«Gimiendo por ver el mar,

un marinerito en tierra

iza al aire este lamento:

«!Ay mi blusa marinera!

Siempre me la inflaba el viento

al divisar la escollera».

 

Rafael Alberti, Marinero en tierra, 1924.

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15. En Cueros

te cuero r

Cuero.

(Del lat. corĭum).

1. m. Pellejo que cubre la carne de los animales.

2. m. Este mismo pellejo después de curtido y preparado para los diferentes usos a que se aplica en la industria.

~ cabelludo.

1. m. Piel en donde nace el cabello.

~ exterior.

1. m. Anat. epidermis.

~ interior.

1. m. Anat. dermis.

dejar a alguien en ~s.

1. loc. verb. Arruinarlo enteramente.

del ~ salen las correas.

1. expr. coloq. U. para denotar que de lo principal sale lo accesorio.

en ~s, o en ~s vivos.

1. locs. advs. Sin vestido alguno.

sacar el ~ a alguien.

1. loc. verb. coloq. Arg. y Ur. despellejar (‖ murmurar).

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¡Mi reino por un pellejo!

Pellejo tremendamente cotizado, coronado rey de las pieles, que resiste a épocas, temporadas y tiempo.

Pellejo, ¿es en lo que nos convertimos?

Según la RAE es la piel de animal, especialmente cuando está separada del cuerpo.

De la fragmentación y la separación del cuerpo –animal- para curtir el cuero, y convertirlo en esa segunda piel tan deseada, Tal vez, también por esa fascinación antropológica del ser humano de su lado animal, fiero y ¿privado?

¿Quién podría decir que el deseo tiene una definición tan peculiar?

El deseo, como lo que el cuero esconde, mueven montañas.

Hay quien se deja la piel por conseguirlo.

Hay quien lucha envuelto en cueros que no son los suyos para sobrevivir.

Lo hay incluso que aman el cuero  de quien aman.

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El cuero es piel, y la piel es donde empieza y donde termina todo.

(Todo, lo que de verdad importa, al menos).

Ese lugar donde el universo puede detenerse o de donde arranca toda la fuerza de un comienzo. Debajo de la epidermis y todo lo que ocurre ahí.

Segunda piel que proteja, que aísle, que esconda y que me muestre.

Porque quedarse en cueros es sentirse vulnerable, expuesto, con las inseguridades al aire.

Precisamente por eso, el cuero, también es poder.

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Catwoman- Anne Hathaway

Es esa salvaje libertad on the road con un ronroneo inconfundible, es la sofisticación y el erotismo de una heroína embutida en otra piel, esa princesa guerrera, Trinity sin sueños o gatúbelas sin rostro. Fetiches, femmes fatales.

Mujeres cuya piel no es fácilmente penetrable. Mujeres difíciles, las llaman.

Ya sea por el cuero, o por la mirada.

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Julie Newmar «Gatúbela»

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Catwoman- Michelle Pfeiffer

Convertidas así en objeto de deseo, del objeto del deseo.

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Colección OI 13 Versace

Colección OI 13 Versace (Vinilos como segunda piel, como cueros)

Menuda, trama… ¡Menuda trampa!

Trampa como las impuestas a diario, como la libertad. Incluso, como la libertad sexual. ¿Dónde hay más trampa: en la libertad o en libertad sexual?

En el fondo, no es más que el mismo juego de siempre, la eterna lucha de poder, del poder de quien juega, de quien decide seguir jugando o de quien decide dónde y cuándo acaba el juego. Pero, ¿por qué?

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Colección Jean Paul Gaultier OI13

Colección Jean Paul Gaultier OI13

Tal vez, se lleve en la piel.

Redibujada en entre curtidos, amazonas de fantasías.

Mujeres intocables.

Mujeres deseadas como salvaje objeto de deseo imposible.

Fetichismos y fantasías que quedan relegados a otros ámbitos, íntimos, privados, porque la vulnerabilidad y el poder viven en el conflicto de los quiméricos amantes. Improbables. Despellejados.

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Colección OI13 Gucci

Colección OI13 Gucci

Ni todos somos Batman ni Catwoman.

Finalmente, del cuero salen las correas, de lo principal lo accesorio, y del deseo, las tentaciones e inseguridades.

Sí, dejarse llevar por el deseo puede tener un inevitable final.

Quedarse –o que te dejen- en cueros.

Colección OI13 Louis Vuitton

Colección OI13 Louis Vuitton

Pero, ¡y lo bien que sienta durante el camino… On the road again!

6. En-tallada

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Entallar1.

(De en- y talla).

1. tr. Hacer figuras de relieve en madera, bronce, mármol, etc.

3. tr. Cortar la corteza, y a veces parte de la madera, de algunos árboles para extraer la resina.

4. tr. Hacer cortes en una pieza de madera para ensamblarla con otra.

entallar2.

1. tr. Hacer o formar el talle de un vestido.

2. tr. Ajustar la ropa a la cintura. U. t. c. prnl.

4. intr. Dicho de un vestido: Ajustarse o venir bien al talle. U. t. c. prnl.

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Como una cinturilla grabada, como si corteza y piel, fueran cuerpo y árbol, de un cuento a punto de ser tallado.

Redibujando las curvas, los nudos, y las ramas; cincelándolas a lo pin up, o borrándolas del paisaje anatómico.

Dejándose vestir de un manto de hojas, de cada prenda que pueda sugerir una u otra figura, envolviéndola o marcándola, embutida en su modo de ser, de respirar.

Haciendo del talle de avispa, bandera, manifiesto evidente de una feminidad implícita, en su erótica del poder, en el descaro y en la firmeza de intenciones.

El talle es, resume y evidencia, una existencia y una manera de resistir y recibir miradas. Para transformarlas y devolverlas en un movimiento, o incluso en el tintineo de las hojas del otoño, o de los brotes en primavera.

Esculpida en la madera del cuerpo, en una e-lección de estilo, envuelta en estampados tatuados, redibujados, una vez más, sobre la corteza de la piel, llego a esa cinturilla, que se ajusta a mí misma como un corsé deshabitado y débil, extinto en el recuerdo de las hojas secas de este tímido invierno.

¿Acaso envolverme de descaro y de miradas como prenda básica?

¿Acaso entallarme en la dualidad del ser objeto y sujeto simultáneamente?

Entonces, cuando el cuerpo se convierte en árbol, es cuando se talla sobre la madera de la dermis el retrato de lo que mostrar, ciñendo a las cinturas los anhelos de quienes las saben mirar, de quienes saben soportar esas miradas. Entallando, aún más, ese rincón de nuestros misterios.

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