99. Peleas imaginarias.

Mario Benedetti / Agatha Christie.

14 de septiembre de 1920 / 15 de septiembre de 1890.

100 años / 130 años.

Suena el murmullo de celebración. Dos grandes de la literatura sobre el cuadrilátero.

La Reina del Crimen contra el autor de sensibilidades diversas. A un lado, a los ciento treinta años de su nacimiento, Agatha Christie; al otro, estrenando centenario, Mario Benedetti. Aún hay quien duda de quién fue peso pesado y quién peso pluma.

El primer golpe lo lanza la autora más vendida, poniendo un muerto sobre el ring.

“El cuerpo…, la jaula…, es de lo más respetable, pero el animal salvaje aparece detrás de los barrotes.”

Asesinato en el Orient Express. A.C.

El escritor uruguayo se acerca tratando de sobreponerse, también a la propia angustia. Disecciona, una a una, las pistas que Christie ha enredado en el cuerpo, ésas que Benedetti convertirá en crónica novelada o en poesía.

“Convencerse de que morir no es después de todo tan jodido si se muere bien, si se muere sin recelos contra uno mismo.”

Primavera con una esquina rota. M.B.

Cada uno carga con sus caídos, también con sus faltas, y con los que vendrán. Lo saben, igual que muertos, hay de muchas formas. Desde un texto inacabado, una idea sin final, o alguien sin rostro, que existe porque ambos lo miran, porque lo escriben.

“Lo imposible no puede haber sucedido; luego lo imposible tiene que ser posible, a pesar de las apariencias.”

Asesinato en el Orient Express. A.C.

Benedetti estudia a su oponente: Christie, lectora voraz desde su -muy feliz- infancia, rodeada de mujeres fuertes e independientes, se reflejaría en su propia vida. Estudió en París, y regresó a Inglaterra donde conoció al que se convirtió en su esposo, Archibald «Archie» Christie. Al estallar la Primera Guerra Mundial, fue enviado a Francia. Y ella, no desaprovechó su aprendizaje de enfermera acerca de los venenos que influyeron en su obra. No tardó en presentar a su famoso detective Hercule Poirot con la publicación de su primera novela, El misterioso caso de Styles.

Así, el uruguayo itinerante, responde al golpe de su contrincante con:

“Están en algún sitio/ concertados,

desconcertados/ sordos,

buscándose/ buscándonos.” 

Desaparecidos. M.B.

Christie se revuelve. No olvidó cuando, a finales de 1926, Archie le pidió el divorcio. Después de aquella discusión, él se fue a pasar el fin de semana con su amante a Surrey. Esa misma noche, ella desapareció. Encontraron su coche, un Morris Cowley, en Newlands Corner, con ropa y su permiso de conducir caducado. La prensa se hizo eco y se ofrecieron 100 libras de recompensa para encontrarla, secundado por las presiones del ministro del interior y sus seguidores. A pesar de los efectivos policiales y los recursos, no dieron con ella hasta once días después. La reconocieron como huésped del Swan Hydropathic Hotel donde estaba registrada con el apellido de la amante de Archie. Sin embargo, aunque pareciera una trama suya, no parecía reconocerlo ni recordar nada. No fue capaz de dar explicaciones al respecto. Se llevaría su verdad a la tumba.

El golpe de Benedetti fue directo a su memoria, a ese rincón que diagnosticaron como fuga psicogénica debida a una crisis nerviosa agravada por la muerte de su madre y la infidelidad marital.

“Las mujeres observan de un modo inconsciente mil detalles íntimos, sin saber lo que hacen. Sus subconscientes añaden esas cositas unas a las otras y a eso le llaman intuición.”

El asesinato de Roger Ackroyd. A.C.

Benedetti recibió el golpe con entereza. La misma que vertió en sus textos: poeta, dramaturgo y periodista uruguayo de la Generación del 45. Pensó en la intuición que, quizás, marcara su obra y su vida. Como su renuncia a su cargo en la universidad después del Golpe de Estado en Uruguay en 1973 o su exilio a Buenos Aires debido a sus posiciones políticas o después en Perú, donde fue detenido, deportado y amnistiado. Más tarde pasó por Cuba y Madrid. Así estuvo diez años alejado de su tierra, pero también, de su esposa, de sus intuiciones cotidianas que se quedaron con ella en Uruguay al cuidado de sus madres.

“Después de todo, yo también quedé fuera del país. Yo también añoro lo que vos añorás. El exilio (interior, exterior) será una palabra clave de este decenio.”

“¿Qué es este exilio sino otro nuevo comienzo? Todo comienzo es joven. Y yo, viejo recomenzante, rejuvenezco.”

 Primavera con una esquina rota. M.B.

Agatha Christie también viajó lejos de su hogar. Lo hizo con su nuevo marido, el arqueólogo Max Mallowan. Fueron a sus expediciones de Irak y Siria, donde se inspiró para nuevas novelas.

“Cásate con un arqueólogo. Cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará.” A.C.

“Te quiero como para leerte cada noche.” M.B.

Y entre reconocimientos y condecoraciones a páginas llenas, el duelo imaginario se va diluyendo, antes que asomen sus deterioros, antes que sus personajes los hagan hueco en algún lugar entre las letras y la imaginación.

Quizás, por ese motivo mudo, Agatha Christie nunca reuniera a Poirot y a Marple, al primero no le gustaría que una vieja le hiciera sugerencias, según su autora.

“¿Qué es el mal? ¿Qué es el bien? Las ideas sobre estos conceptos cambian de un siglo a otro.”

Telón.A.C.

“Aferrarse a la cordura puede ser una forma de delirio.”

“Ese desenlace natural, ese final obligatorio que es la muerte, tiene siempre algo de regreso. Vuelta a la tierra nutricia, a la matriz de barro… La muerte en el exilio es aparentemente la negación del regreso, y éste es quizás, su lado más oscuro.”

Primavera con una esquina rota. M.B.

Y con ese golpe, llegan al último asalto, y se declara el empate. Ambos regresan a sus textos, a las páginas que seguirán cumpliendo años, salvando su memoria.

Quizás su imaginación los hizo libres. O quizás, no tuvieran más remedio para estar vivos.

En recuerdo y homenaje a dos de las voces que me hicieron ver el mundo así, encontrar mi camino.

BSO. Leroy Anderson: Ritvélin (The Typewriter) Remington typemachine.

96. Ventajas.13.

IMG_2009

 

13 y último.

 

 

Y la cruzas.

Atraviesas la puerta, los portazos y los ruidos.

Siguen volando aviones de papel. Los niños, y no tan niños, corren detrás de ellos.

 

Cuentan que los deshabitados desaparecieron como si fueran una nube de polvo de tanto acumular invisibles. Líquidos, monetarios y contagios.

También las palabras de los aviones vacíos que escondieron en sus despensas.

En ellos, mágicamente, se escribieron sus legados, cediéndolo todo a quienes llenaron sus cazuelas cuando tuvieron hambre. Quienes sí pudieron leer los mensajes secretos a escondidas.

Hubo de todo.

Desde paciencias hasta breves declaraciones de amor -finito-.

 

Dijeron que la magia podía ser tramposa.

Como los hechizos, como la envidia.

Recetas, hubo muchas.

Y el mundo no dejó de girar.

Aunque aún no supieras cuál era el secreto mejor guardado que seguía volando.

Que tomaría el cielo -y tu cuello- por asalto.

 

– Y ahí lo tienes, a tus pies. –

 

El avión que, como la mejor casualidad, quizás, te estaba esperando.

Miras hacia los lados. No hay nadie.

Te ha caído a ti, piensas.

Lo recoges y lo abres.

Lees.

Vuelves a leer.

Miras de nuevo a ambos lados.

Vuelves a leer esas tres palabras que se te atraviesan como un mal chiste.

Ése, que, sin embargo, acaba con todo:

Fin del simulacro.

 

The end.

¿Qué haríais con lo aprehendido y lo aprendido?

 

“[…] toda verdad tiene una estructura de ficción. Lacan.”

 

Imagen: Autor desconocido.

BSO. Laura, Charlie Parker.

 

 

96. Ventajas.10.

 

10.

 

Exterior día.

– Ya falta menos, piensas. –

 

Mayo se agota hinchado de contradicciones.

Tanto ruido, y también, tanto silencio.

El viaje sigue.

 

Las palabras perdidas y las cacerolas huidas.

En busca de quien las llene de futuro.

Y el futuro pasa por la conciliación, por las diferencias y el respeto.

El resto, se convierte en veneno, y del veneno, el polvo. Polvo como el que se acumula en el alféizar. Que es una de las palabras que ya casi nadie usa.

Es un lugar frontera. Como las ventanas, los balcones. También como las puertas que volveremos a cruzar sin miedo. Puertas que abrir.

Mes de mayo sin flores.

Las pinto en mi imaginación, serán azulejos que pisar para que regresemos a una primavera que ya no será nuestra. Pero florecerán, antes o después, como la memoria. Contra el contagio masivo de odio.

 

– Hoy no tendrías que estar donde estás. –

 

Hay mucha añoranza, no sabías que pesaría tanto.

Piensas en ideas, las escribes para que se cumplan. Como un hechizo.

Lo haces en un trozo de papel. Después en otro. Así vas escribiendo deseos que no vas a quemar, no.

Van a volar. Como hiciste tú. Como volverás a hacer y como hubieras hecho ayer en otro mundo que ya ves lejano.

 

– Volverás a volar con todas esas palabras. –

 

 

Mayo de flores sin flores.

Para qué coño sin vida, queremos un mes de mayo.

Es mayo, Imanol.

 

(Continuará).

 

BSO. Es Mayo, Imanol.

Imágenes: Matteo Massagrande.

 

 

96. Ventajas.7.

7.

 

Exterior día.

 

– No te gusta el ruido, tampoco los gritos. –

 

Y hacen mucho. Como el eco que suena y resuena en ese vacío que se llena de pájaros. Pájaros que, con el aleteo, diseminan veneno, igual que hay mentiras que, si se cuentan mucho y bien, acaban por convertirse en -media- verdad. O eso dicen.

 

Los deshabitados siempre creyeron que el mundo es suyo.

Quizás porque nacieron bebiendo impunidad. La que no se les atraganta cuando apelan a la libertad, tatuándola de privilegios. O viceversa. Siempre ha habido clases, claro.

 

– Pero respira, no te aceleres. –

 

También los hay que vuelan en la sombra de los árboles con sólo mirarlos.

Ahí, se escucha un mundo no apto para todos.

Mientras, los deshabitados, arañan a una patria que ponen en peligro.

El tiempo de todos, también el tuyo.

 

– Vuestro tiempo, piensas. Ése que aún, no puedes compartir. –

 

Y escribes, más aún. Muy alto, muy fuerte.

¿Cómo sería el mundo sin que nadie quisiera ser por encima de nadie?

Para la vidia, contra la envidia, se necesitan:

  • Un extra de conciencia y coherencia.
  • Nieve de finales de abril, a falta de las flores de mayo.
  • Ocho respiraciones profundas.
  • El recuerdo del último beso que se dio sin miedo.

 

Se lleva a ebullición.

Se reserva, dejando enfriar.

Se recomienda no mirar con exceso de inquina las bajas pasiones que se acumulan en un bote de cristal junto al desagüe.

Y así, se bebe el caldo de a poquito, cuando pesen las ausencias y falten las primaveras.

Pero, sobre todo, cuando sobren los odios de los deshabitados.

Advertencia: no hacerlo nunca a medianoche; se congela el tiempo que no es de nadie, pero seguirá siendo de todos.

 

– Bébeme. Dices. Y bebes. –

 

(Continuará).

 

(Nos despedimos en invierno y nos encontraremos en verano. ¿Qué habrá sido de nuestra primavera?).

Feliz día das letras galegas.

 

 

BSO. O Maio. Luis Emilio Batallán, C. Enríquez.

 

96. Ventajas. 6.

Matteo Massagrande 10 roja

6.

 

Exterior día.

 

– Sigues ahí, en dos lugares a la vez. –

 

Eres esa carta que llega mojada al buzón. Llueve, pero la tinta no se emborrona.

Ésa que, casi nadie, mira.

También eres quien ve el vuelo de los aviones de papel.

Ésos que cruzan calles que hace poco estaban vacías.

Mientras, despiertan los habitantes deshabitados.

Y esperas en silencio. Pero, el ruido lo llena todo.

 

– Está al caer, aunque dudes. –

 

Son ellos, los deshabitados.

Aún no saben que despertaron con la garantía vencida.

Pronto se quedarían sin batería, a pesar de sus desesperados intentos para reiniciar.

Pero no aprendieron. Todos firmaron el contrato. Eran apenas unas líneas.

 

Yo, X, me comprometo a alimentar y aprender a usarlo.

Es material delicado y sólo se asignará uno por habitante.

En caso de desuso, falta de sentido común y de riego, se secará hasta dejar de funcionar.

 

– Ahí lo tienes. La habitación vacía. La habitación roja. –

 

Hubo quienes buscaron instrucciones. Pero no había. Cada uno era único.

Otros, los tiraron pensando que ya comprarían otro nuevo.

Olvidaron la premisa fundamental: uno para cada individuo.

La renovación sólo se asignaría en un fallo del sistema ajeno al individuo.

Y, claro, no fue así.

 

– No dejes de mirar. Te dices. –

 

Y ahí estás, con los ojos muy abiertos, tomando notas de quienes cuanto más ruido hacen, más eco suena en el lugar donde, el vacío se hace más y más grande. En la inteligencia. O, lo que es lo mismo, en su ausencia. Porque no todos los cerebros, agotan su garantía de buen uso. Ya se sabe, no es lo mismo tener razón que llenarse de razones, por ruido que hagan.

 

(Continuará).

 

(Hoy, para mi padre. Contra los deshabitados).

Imagen: Matteo Massagrande.

BSO. Maio Longo, Pepe Evangelista cuarteto.

96. Ventajas. 5.

matteo-massagrande-8211-scene-d8217ungheria

5.

Exterior día.

 

– Vuelas, como si no existiera nada más. –

 

Planeas, dejándote mecer por al aire de la mañana.

Lejos de puertas cerradas, también de la piel ausente, pero también, más cerca.

La primavera sigue ahí, aunque, aún, no puedas oler las flores.

Y de recordar, te crecen como las historias, como habichuelas mágicas.

 

– ¿Todo es silencio? Te preguntas. –

 

Nunca estuvo tan lleno de verbo, de nostalgias y de raíces, piensas en pleno vuelo.

La luz se empapa de él, quizás, viceversa.

Tu piel se la bebe. Despacio, no te ahogues.

Piensas en la música que no suena, en la primera canción que bailar cuando esto acabe.

Porque sí, vais a bailar. Lo vais a hacer igual que ahora vuelas, aunque sea en silencio.

No importa.

La luz lo va llenando todo mientras sigues volando.

 

– ­Entonces, lo sabes. Sí, no mires a otro lado. –

 

Eres una carta que vuela, un avión de papel que lanzaste al aire.

Tú, tú sigues en casa, pero dejaste volar las palabras.

Así funciona tu imaginación, crece, y crece, como la planta de habichuelas mágicas.

Porque el avión de papel, que cae al suelo, echará raíces.

 

(Continuará).

Imagen. Matteo Massagrande.

 

96. Ventajas. 3.

3.

Interior día.

– Muy bien, sigue. –

 

Estás descansando, por fin, y además tienes tiempo. O quizás, lo uno por lo otro.

Como sea.

Abres la ventana cada mañana. Ya huele a calor.

Y escribes, escribes porque ahí tienes tus ventanas abiertas al Mediterráneo, al Atlántico.

Viajas lejos del encierro, palabra a palabra.

Regresas a esa novela que nunca estuvo acabada. Lo sabes.

Vuelves a ella como lo hiciste con Barcelona, para sanar heridas.

Pero también, para abrir nuevos caminos, nuevas miradas, sin las que, no hubieras podido escribirla.

Y ahí está.

Mientras, escribiste con apetito voraz: una novela en cuarenta días.

 

Como si no existiera nada más.

Como un enamoramiento.

 

– No podía ser de otra forma, lo sabes. –

 

Así, cerraste en un mes de abril que -casi- no existió, ese pasado.

Escribiste esa historia que te gritaba que regresaras a ella.

Que, quizás, sin descanso, ni tiempo, ni quien eres ahora, no hubieras escrito.

Esa historia que, quién sabe, quizás sea una enorme ventana abierta.

La que te hizo viajar, una vez más, allí donde los rincones se llenaron de palabras y tú los llenaste de memoria.

(Continuará).

BSO. Maio maduro Maio, Madredeus.

Imágenes. Matteo Massagrande.

 

94. Aute, ventanas abiertas -y concupiscencia-.

IMG_1164

concupiscencia

Del lat. concupiscentia.

  1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

 

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

 

Atrás, atrás sucede la infancia.

Y allí, se abrían puertas y ventanas. También se escuchaba música. Se aprendían palabras.

  • Mamá ¿qué significa concupiscencia?
  • Míralo en el diccionario.

Quizás aquellos días, fueron, sin saberlo, el germen de estos textos. Y el diccionario era otra ventana abierta, como la música. Todo un universo por explorar, por descubrir, entre palabras y melodías.

Fue así como me acerqué a la poesía: a ciegas, sintiendo palabras que no entendía pero que sonaban bonitas.

Y con los años, y la vida, aprendí a entenderlo.

Se me agarraron sus letras. Y echaron raíces. Aún hoy crecen.

Aunque lo hagan en silencio, están ahí. La concupiscencia secreta de tu alma…

 

Ahora el jazmín huele a muerte. Aunque vuelva la primavera.

Se desenredan canciones, son recuerdos, hogar, también familia.

La canción de mis padres, la primera que aprendí, las que llegaron con el desamor, o las que crecen en la piel. Todas ellas. Son voraces. Irreverentes. Sin piedad.

Se dibujan en este silencio donde queda la música de un trocito enorme de mi infancia.

Aute fue ventana abierta.

Fue más que música y poesía.

Fue el vuelo de un cometa, de estrellas fugadas que brillan como una enorme luna llena.

Fue el regalo de la imaginación y la sensibilidad.

Fue el sentido común y el sentido del humor.

Fue anhelo, deseo y ternura.

Y esa ventana, siempre estará ahí, abierta, dejando volar al cometa, libre y lúcido sin que cunda el desánimo. Arañando el polvo, porque desde ahí, también se escribe, sin convertirse en elegía, tan sólo, dos o tres segundos de ternura.

Gracias por tanto.

 

BSO. CD Mano a Mano. Aute/ Silvio.

Anda.

Las cuatro y diez.

Dos o tres segundos de ternura.

Queda la música.

Sin tu latido.

La belleza.

Y otras tantas que marcaron mi infancia, mi adolescencia y mi presente. Pero sobre todo, mis letras, los textos que alimentan besan mi boca.

 

 

89. Verde niebla: el idilio.

verde niebla 2

idilio

Del lat. idyllĭum ‘poema pastoril’, y este del gr. εἰδύλλιον eidýllion.

 

  1. m. Coloquio amoroso, y, por ext., relaciones entre enamorados.
  2. m. T. lit. Composición poética que recreaba de manera idealizada la vida del campo y los amores pastoriles.

 

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

 

Idilios hay de muchos tipos.

De muchos colores y sabores.

De los textiles podéis saber más aquí.

Hay música que anida sin remedio; en algún lugar entre mi piel y el silencio.

Como una fotografía que se llena de la imaginación de quien la mira.

Las estaciones pasaron y se hilvanó esta canción a fuego lento, hasta transformarse en el color y sabor de la ausencia; con voz propia. Verde, me caló como la niebla que partió los días.

Y la música… alimenta mis recuerdos, o quizás, viceversa. Caí en ella como quien se hunde en el océano, empapándome.

Se convirtió en hogar, tejiendo las telarañas, abrazando las grietas de las que, algún día, crecerán flores. Hoy sólo es un atardecer de diciembre; no hay respuestas porque las preguntas se bordaron con hilos de primavera.

A veces, incluso, hay versos que beban o no de mi sed, se me desprenden de puntadas. Los que quisiera regalar-te en un anochecer, en el que nuestros nombres se derritan a la deriva de un saxofón. Acabará oxidado cuando nos olvidemos. Y perdonemos los espejos que nunca más nos verán la piel, la que se nos enredó aquella noche tan verde como improbable, la que a veces no existe más que en el rastro de estrellas fugaces.

Mientras, seguiré bordando palabras en tus costuras, ahí donde no mirarás, quizás, hasta dentro de muchos atardeceres.

Cuando ya estés lejos, cuando ya no exista.

Cuando nos dejemos calar por el azul Atlántico.

 

 

Homenaje a la canción que me sirvió de faro y horizonte, sobre todo de inspiración para dar con el tono con el que arrancar con mi nuevo proyecto literario.

BSO. All the world is green. Tom Waits.

Feliz 2020, entramados.

 

85. Versión extendida. (Bajo el puente).

IMG_3920

Extender.

Del lat. extendĕre.

 

  1. tr. Hacer que algo, aumentando su superficie, ocupe más lugar o espacio que el que antes ocupaba. U. t. c. prnl.
  2. tr. Esparcir, desparramar lo que está amontonado, junto o espeso. Extender la hierba segada para que se seque. Extender la pintura con la brocha.
  3. tr. Desenvolver, desplegar o desenrollar algo que estaba doblado, arrollado o encogido. U. t. c. prnl.
  4. tr. Dar mayor amplitud y comprensión que la que tenía a un derecho, una jurisdicción, una autoridad, un conocimiento, etc. U. t. c. prnl.
  5. prnl. Dicho de un monte, de una llanura, de un campo, de un pueblo, etc.: Ocupar cierta porción de terreno.
  6. prnl. Ocupar cierta cantidad de tiempo, durar.
  7. prnl. Hacer por escrito o de palabra la narración o explicación de algo, dilatada y copiosamente.

 

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

 

De breve a brevísimo quedó este relato que nació con el recuerdo bajo el puente. Porque me apetece recuperar la versión extendida para desenvolver, desplegar, durar o esparcir más en el pensamiento. Como se extiende la hierba sesgada para que se seque, ahora que nos acercamos a época de cosecha. Feliz septiembre.

 

Que su cuerpo hubiera aparecido debajo de aquel puente no fue ninguna casualidad. Allí por el pasaron bandoleros y demás paisaje de dudosa reputación. Ella no fue una mujer como las demás. O eso decían. Tampoco acostumbró a creerlo, era lo mejor que podía hacer para sobrevivir, nunca creer de más. Su piel se fue curtiendo con los años como sus emociones. Pero aquello tampoco era nada nuevo, sólo que muchos lo disfrazaban. Ella no. Durante los días siguientes, se llenaron páginas de miserias en los diarios. Mientras, el Olvido fue llenándose de niebla. Porque el Olvido también, come, pensó Ymelda Meyer. Ella que, fuera diferente o no, resolvió pequeños hurtos, pero nunca encontró un crimen como aquel. Nadie había acuchillado antes a la Esperanza, aquella puta vestida de verde, decía la canción. Y es que después de ella, llegaron el asesinato de la Ilusión, y el secuestro del Tiempo. Lo que Meyer no sabía, es que la Memoria también pendía de un hilo, y así, llena de silencios, se hizo cargo de aquel caso que se suponía imposible, pero ella era heredera de un legado improbable. Después de seguir las pistas, de hacerlo sola, como todo lo importante en la vida, llegó a través de varios anónimos, aquellos que parecían cebos más que un mapa, a aquel túnel lleno de sombras donde la humedad fue devorando y pudriendo cada posibilidad de escapar. En realidad, no pensaba hacerlo, no porque no tuviera miedo, claro que lo tenía, pero no quería que éste dictara sus pasos. Y menos aún para acabar en un mundo sin Ilusión, Tiempo y Esperanza. Importaban. Quizás porque tuviera a su tía postrada en la cama fría de un hospital que olía a lejía y anticipaba la muerte. Y a la muerte la pensaba en minúsculas, no quería que ganara la partida antes de tiempo. Ya bastantes letras y palabras de más se quedaban en las cunetas. Bastantes historias se perdían sólo por el Miedo, los silencios. Ella no quería ser cómplice, seguía nombrando a las cosas por su nombre, cayera quien cayera. Pero entonces, en aquel túnel en medio del bosque, escuchó un grito de auxilio. Era el Tiempo pidiendo socorro. Meyer se llevó la mano a su arma sabiéndose ridícula por no saber a qué, a quién se enfrentaba. Pero allí no había nadie. Sin embargo, no dejó de escuchar los gritos. Atravesó aquel lugar para llegar al bosque, a unos metros del puente. Creyó estar delirando. No le extrañaba que aparecieran alucinaciones después de aquel rastro que siguió a oscuras. No pudo olvidar el rostro roto de la Esperanza. Tampoco las sombras que envolvieron a la Ilusión marchita. Demasiado perdieron sin ellas, pero al Tiempo lo necesitaba, porque sabía que, sin él, el mundo se iría a la mierda. No sólo su tía, no sólo los afectos de su infancia. Y allí, en medio de ninguna parte, debajo del puente, lo encontró atado del cuello, con la misma desolación de una casa en ruinas, llena de abandono. Allí, al otro extremo de la cuerda, colgaba apaleada la Memoria, muda y derrotada. Meyer se sobresaltó. No pensaba encontrar a dos rehenes tan necesarios. Ya casi no creía en lo imprescindible hasta que los vio allí a punto de extinguirse, a la espera de unos minutos, de su decisión. Miró el reloj y supo que las amenazas del criminal estaban a punto de llegar a término. Si salvar al Tiempo o a la Memoria. No podía pensar. No se imaginaba un mundo sin ninguno de los dos. Aquella cuerda que unía sus cuerpos que quedarían suspendidos sobre un bloque de hielo al terminarse la cuenta atrás. Entonces hizo lo único que no la atormentaría por el resto de sus días. No eligió. Pero tampoco iba a verlos morir. Desató al Tiempo, convirtiéndose ella en rehén para que así, pegando un tiro a su cuerda, la Memoria quedara libre. Aquel mecanismo perverso tendría su víctima. La soga en su cuello. Aquel que años atrás quisieron romperle. El mismo que sintió vibrar con el calor de los susurros. Allí donde las ausencias siempre se le volvieron más grandes, casi infinitas. Entonces, La Nada salió de las sombras. Sí, siempre fue ella. Aquella enemiga envidiosa de todo lo que agitaba la Vida. La Nada, hermana del Olvido, con quien jugó en su infancia caprichosa a romper lo que otros quisieron construir. Nunca nadie puso límites. Así llegaron hasta allí, donde, después de haberse quedado sin Esperanza ni Ilusión, Meyer no podía permitir que también les arrebataran al Tiempo y la Memoria. Quería creer, por primera vez en muchos años, que podría volver a nacer una nueva Ilusión. Que jugaría con el Deseo cuando se hicieran mayores. Aquello, más que un acto de fe, era el recuerdo de su último anhelo y entonces lo supo. Su sacrificio no sería más que el castigo que nadie le puso a La Nada. Y con una sonrisa burlona, sintió que la Ilusión no había muerto del todo. En realidad, sólo necesitaba que alguien creyera en ella para volver a levantarse, y así fue cómo aquel crimen perfecto se rompió con la soga al cuello de la inspectora Ymelda Meyer que cayó al vacío, rompiendo a La Nada con un golpe de viento que la destrozó en mil pedazos.

No tardaron en encontrar a la inspectora Meyer bajo el puente. Ningún maleante se atrevió a acercarse. Los restos de crimen perfecto a su alrededor. Aquel que ni el Miedo quiso recomponer. Que el Olvido dejó a su suerte. Allí, junto al cuerpo de Ymelda, la Esperanza, la Ilusión, el Tiempo y la Memoria velándola como a una Blancanieves infinita que quizás, hubiera aprendido a creer, aunque fuera en imposibles.

 

BSO. Blue in green. Miles Davis.