109. Patrones y contradicciones.

patrón, na

Del lat. patrōnus; la forma f., del lat. patrōna.

1. m. y f. Defensor, protector.

2. m. y f. Santo titular de una iglesia.

5. m. y f. señor (‖ persona a la que sirve un criado).

7. m. y f. Persona que manda un pequeño buque mercante o una embarcación de recreo.

8. m. Modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual.

10. m. Planta en que se hace un injerto.

cortado, da por el mismo patrón

1. loc. adj. Dicho de una persona o de una cosa: En la que se advierte gran semejanza con otra.

6. m. y f. patrono (‖ persona que emplea trabajadores). patrono, na

Del lat. patrōnus ‘protector’; la forma f., del lat. patrōna ‘protectora’.

1. m. y f. Persona que emplea trabajadores.

2. m. y f. Amo, ama.

3. m. y f. Dueño de la casa donde alguien se hospeda.

4. m. y f. Miembro de un patronato.

5. m. y f. Defensor, protector, amparador.

8. m. y f. Santo elegido como protector de un pueblo o congregación religiosa o civil.

9. m. y f. Señor del directo dominio en los feudos.

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No se nace mujer, se llega a serlo”.

Simone de Beauvoir.

Patrones. De todas las formas, colores y tallas. Propias, pero también ajenas.

De niña a mujer se pasa por infinidad de tallas, muchas de ellas, equivocadas. O simplemente intrusas, inadecuadas para nuestro cuerpo, para nuestra mente.

¿Qué ha significado ser niña para mí?

Otras cumplían perfectamente con su papel: sonrisas y vestidos. Y de mayores, una aspiración incuestionable: casarse y ser mamás. Ser agradables. De agradar. De complacer. Y eso, es el germen de futuras mujeres. De futuras frustraciones.

De aquellos barros, estos lodos. Ahora parece que nada de aquello nos define. Está de moda decirlo. Como si fuera un logro vivir en una indefinición constante. Que no nos definieran patrones clásicos, no significa que no fuéramos quienes fuimos, a nuestra manera.

A mí, de pequeña no me gustaban los vestidos. Quizás no fuera una elección, sin embargo, sí hubo otras decisiones que fueron calando en mi identidad.

¿Qué era entonces ser niña?

Yo ya jugaba a inventar historias. Aunque aún no las escribiera. Exploraba, construía casas con ladrillos, llenaba de tierra mi hormigonera, daba velocidad al tren, a los coches y jugaba a ser mil personajes. A veces, también era princesa. Pero no por sistema. No porque fuera chica. Aunque tuviera una cocinita, muchas muñecas y adorara el rosa.

Quizás, por encima de todo, era curiosa. Miraba más allá. Espero seguir haciéndolo. Porque ese rasgo sí me definió. Era más aventurera que ahora, sin duda. Incluso, tiraba con arco. Poco a poco, el mundo me enseñó lo qué se esperaba. De los niños y las niñas. Y yo quería escribir. Investigar. Y pensaba, pensaba mucho. Pero lo intelectual se asocia aún hoy a lo masculino.

Así, quizás, empecé a saltar de patrón en patrón. Tanto que, en la escuela trataban de ponerme etiquetas, patrones, frente a lo desconocido. Fui tantas cosas sin ser ninguna. Y así, la niña buena fue calándome. Para encontrar un lugar. Aunque no fuera de mi talla. A veces me apretaba y otras, me quedaba grande.

Síndromes hay de muchos tipos, formas y colores. Y lo que muchos veían como rebeldía, se tradujo para mí a ser una niña buena. La búsqueda de agradar a los demás, a quienes tiene miedo de decepcionar. La dificultad para decir que no o rechazar planes. La culpa cuando no se complace a otros. Y de tanto seguir las reglas, otros patrones crecieron, aunque fuera en contra de los deseos. Los propios. Así como medirlo todo, en particular, las palabras, aquellas que tienen el poder de herir al otro.

Más moldes. Más costuras. Más sutura. Y más germen de futuras mujeres.

Durante mi adolescencia me costó encontrarme con mi feminidad, quizás por aquello de todo lo que adolecía.

¿Qué significaba ser mujer para mí? ¿En quién quería convertirme?

Ésa fue siempre la cuestión. Aún lo sigue siendo.

Judith Butler amplía la mirada. Ser mujer no necesariamente tiene que ver con la biología. La expectativa relacional entre el sexo y el género es cultural. La discriminación siempre está ahí, para señalar lo que corresponde. O no. Los géneros también se aprenden. Y pueden llegar a constituirnos.

La mujer no existe; existen las mujeres de una en una.

Jacques Lacan.

Yo no era ellas. Ni aspiraba a serlo. Fui aprendiéndome deshaciendo patrones ajenos. Individualmente. Escuchándome. Aunque la discriminación siguiera ahí, a la sociedad le incomoda todo aquello que no conoce, o que no sabe controlar. Aunque quiero pensar, que cada día, se van erosionando esas viejas ideas talladas en la piedra.

Desaprendí patrones incómodos que no fueron nunca mi talla, me fui moldeando. Pero sin perder de vista la niña que jugaba a inventar historias, que no dejaba de mirar más allá. Por preguntona que fuera. Todo eso, bregando con las contradicciones. Que las hubo. Muchas. A borbotones. Las sigue habiendo. Y sí, aún creo que nuestros errores, nuestras decisiones, lo que hacemos con ellas, nos define. Porque, si no lo hacen ellas ¿qué lo hace?

Se me fueron llenando las costuras de mis cicatrices. Quizás viceversa. De todo lo que empujaba por resistir, dentro y fuera de mí. Aquellas puntadas invisibles, fueron creando tejido. El de muchos de mis vestidos. A los que, con los años, me acerqué. Y sin aparente sentido, sucedió la reconciliación con mi ser femenino. Con el que convivir a diario, ajena a patrones, a tallas, a gramajes que no fueran los propios. Porque, después de todo, será con mi piel con la que conviviré a diario. Y así es como llegué a ser mujer. Rasgándome las vestiduras, deshaciendo hilvanes ajenos y rompiendo patrones que no eran míos. Dejando de ser esclava de la mirada del otro -aún estoy en ello- para liberarme de amos de mí misma.

BSO. Agnes obel. The curse.

92. Sea autónoma, no sea usted original.

autónomo, ma

Del gr. αὐτόνομος autónomos.

 

  1. adj. Que tiene autonomía.
  2. adj. Que trabaja por cuenta propia. U. t. c. s.

 

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Sea.

Sea ese lugar donde se tejen historias, o donde se narran tejidos.

Terreno de pago, peaje que no garantiza ingresos, que exige cuotas.

Y así, se alimenta el mito: trabajar por cuenta propia no necesariamente implica autonomía. La realidad se impone. Se convive con muchos rostros. Con muchas miradas. Empresas que producen réplicas, que no replicantes. Tener voz se paga con cuota propia. La que la censura negó, borrando sus nombres, su palabra. Lo que ocurre en el oficio textil, ocurrió también en el textual. Convergen en ese lugar común. Aún hoy sucede que la autoridad profesional varía en función del género. Escribo, claro, desde lo que conozco.

Ser hija de, esposa de, amiga de… en de vez de ayudar, eleva el listón. Las expectativas crecen porque se convierten en un tratado donde las contradicciones hacen reino: de la profesionalidad, de estereotipos, y también de impertinencias que, con otro nombre o apellido, no serían ni cuestionadas.

Aún pesa la firma masculina sobre la femenina en muchos ámbitos. Y no se trata de darle la vuelta, se trata que el nombre o no cuente, o lo haga en la misma dirección.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-46293652

No está tan lejos como cabría suponer. Y reivindicar un nombre puede continuar siendo revolucionario. Que nuestro trabajo no dependa de ponernos guapas o sonreír más.

El trabajo bien hecho, poco tiene que ver con adornos. Con agradar a la mirada del otro. No somos complementos, aunque podamos ser complementarios.

La autonomía no es una falsa conciliación, como tampoco muchas otras trampas que, sin querer, nos atrapan.

Pero también, forman parte de esa construcción que no debe satisfacerse nunca del todo, del mismo modo que una actitud crítica y de resistencia. De reclamar que se valore un sueldo, un trabajo, dejando a un lado las sonrisas y las minifaldas. Del mismo modo que, se suceden actitudes que perpetúan luchas de poder, rivalidades, y nos alejan, quizás de esa sororidad que también resulta utópica.

No, no necesitamos que nos salven. Necesitamos que no nos ensucien el camino.

No necesitamos que nos protejan. Necesitamos que el mundo no sea un lugar hostil del que cuidarse.

No necesito que me lleven las maletas. Necesito que no me hagan de menos por hacerlo yo, sola.

No necesito que me empujen por ser mujer y escribir. Necesito que no importe que lo sea.

BSO. Will the circle be unbroken. sufragistas.

Gracias a mis padres, y en especial a mi madre, que me hicieron el mejor regalo que podían hacerle a una niña como yo: no poner techo a mi imaginación.

Así se rompe la rueda.

68. Ultras -violet-.

2018

ultra

Del lat. ultra.

 

  1. adj. En política, extremista. Apl. a pers., u. t. c. s.
  2. adj. ultraderechista. Apl. a pers., u. t. c. s.
  3. adv. desus. además (‖ para introducir información que se añade).

ultra-

Del lat. ultra-.

  1. elem. compos. Significa ‘más allá de’, ‘al otro lado de’. Ultramar, ultrapuertos.
  2. elem. compos. Significa ‘en grado extremo’. Ultraligero, ultrasensible.

 

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Vivimos un presente en el que muchos definirían “ultra” como radical ajeno o contrario a los pensamientos propios. Pasen a las redes y vean: estás conmigo o en mi contra, el pan de cada día.

Sin embargo ¿acaso no estamos en dirección obstinada y contraria a todos en algún aspecto, al menos?

Los grandes conflictos de cada presente lo son por los caldos de cultivo de pasados más o menos lejanos, más o menos pesantes.

 

Y un poco más cerca de lo mundano, asalta Pantone y propone Ultra Violet, color del año 2018, para que cada uno elija su propia aventura, inspirada con los ojos de quien las mira, de quien las inventa.

¿Es acaso un mensaje subliminal?

¿Qué hay detrás de este color?

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Lavanda de una tarde de verano en la Provenza con los abejorros torpones chocándose contra turistas aromáticos; capirotes de un paso de Semana Santa abarrotada, sea en silencio o a lágrima viva; comentarios ácidos, anti flemáticos de la prima Violet de Downton Abbey (permítanme la licencia de una británica gran ficción) y cómo no, el color emblema del feminismo, cuya reivindicación nace quizás de varias historias; la primera y obvia es la fusión de los dos colores asociados a los géneros: el azul y el rosa como símbolo de equidad e igualdad de oportunidades.

 

 

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Éste fue uno de los colores adoptados por la lucha sufragista británica en 1908 junto con el verde y el blanco. Las banderas tricolores se convirtieron en símbolo de movimientos de liberación a raíz de la Revolución francesa, y se eligieron porque según las palabras de la activista Emmeline Pethick «El violeta, color de los soberanos, simboliza la sangre real que corre por las venas de cada luchadora por el derecho al voto, simboliza su conciencia de la libertad y la dignidad. El blanco simboliza la honradez en la vida privada y en la vida política. Y el verde simboliza la esperanza en un nuevo comienzo«.

 

 

Amén que estuvieran en los guardarropas femeninos y fueran cotidianos e identificativos, descartando el rojo porque así eran las banderas de las mujeres de la Internacional.

En esa misma época, las empleadas de una fábrica de confección neoyorquina hicieron huelga por las nefastas condiciones laborales que soportaban, y el dueño la sofocó encendiendo la mecha, literalmente, dejándolas encerradas dentro.

Se quemó a más de 100 trabajadoras.

Se dice que el -ultra- violeta se convirtió en símbolo porque cuentan que era el color de los tejidos con los que estaban trabajando y del humo que salió de aquel incendio.

 

¿Quizás quiere Pantone que aprendamos a mirar con rayos ultra violeta?

Que miremos con las gafas de la desigualdad, de los menosprecios, de los abusos, porque no olvidemos, que ya no es sólo una cuestión de género, sino de derechos humanos, aprovechando que este año 2018 se cumple el 70 aniversario de la declaración de los mismos.

Sirva de homenaje a Virginia Woolf, la escritora violeta que hoy hubiera cumplido años, una mujer que se atrevió a mirar y a tener voz más allá de los muros que encontró, a sumar pensamientos y palabras como las que abren este año ultra violet;

no hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.

BSO. Start Wearing Purple, de Gogol Bordello.

 

 

 

65. Ce n’est pas un automne (A cubierto)

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a cubierto

  1. loc. adv. En lugar resguardado, defendido, protegido.

 

encubierto, ta

Del part. de encubrir.

  1. adj. Oculto, no manifiesto. Apl. a pers., u. t. c. s.
  2. f. Fraude, ocultación dolosa.

estrada encubierta

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El -entre-tiempo no existe.

Tampoco son los padres, por mucho que no sean ni frío ni calor (no es el caso).

 

¿Qué fue del otoño?

 

Octubre era de color ocre y brillante, como la pana que vestía en mi primer día de colegio en septiembre cuando ya refrescaba, con la humedad de las primeras lluvias que anticipaban un cambio.

Entonces, hubo una época en la que todo parecía posible, en la que la pana se convirtió en símbolo.

Hoy sin embargo, afloran las nostalgias, no porque el pasado fuera mejor, sino porque la lluvia limpiaba los atardeceres naranjas, porque aún no pesaba la añoranza de los otoños y las primaveras que se fueron haciendo pequeñitos, casi invisibles como el tiempo robado.

Crecí vestida con pantalones de pana mientras los otoños rojos habitaban los bosques y el recuerdo.

Allí donde la pana era campo abonado de los gnomos, del que crecerían charcos que mojarían los bajos de los pantalones y salpicarían las botas de agua.

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Allí donde aprendimos de la espera, de la ansiedad, del frío, del calor.

Ahora que vuelve el tejido de mi infancia, llega cual intrusa al sur de los Pirineos, aquí donde no llueve, estado de alarmante ausencia, el otoño se refugia a cubierto de miradas polémicas donde muchos, incautos, no lo extrañan, mientras se vuelve rojo de vergüenza, quemado y asaltado con la impunidad que dan las sombras, encubiertas.

Y así, la pana se convierte en pena, perdida en este texto roto con el deseo que no asesinen ni un trozo más de nuestra tierra, que no se convierta en memoria seca, que no calcinen ni un solo recuerdo más como el de tantas escritoras a las que les negaron su voz, bosques y palabras sean y son patrimonio de todos que nos queman, porque son, un lugar donde quedarse, donde pensar.

Que llueva, tiene -mucho- que llover…

 

Hoy día de las escritoras, este texto es para Galicia, Asturias, Portugal; con todo mi cariño.

 

 

 

62. No sólo pesan las maletas

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Pesante

Del ant. part. act. de pesar1.

  1. adj. Que pesa.
  2. adj. Entristecido o arrepentido de lo hecho.
  3. m. Pesa de medio adarme.

pesante de oro

  1. m. Moneda de oro de la Edad Media.

 

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A veces la realidad -laboral- pesa como maletas llenas de piedras; se dejan caer los párpados, pesados como juicios, como quien se salva inmóvil al borde del camino, quiere con desgana* en una verdad rocosa en este mundo de contradicciones volátiles lejos de las palabras de Benedetti.

 

Pesan prejuicios que acumulan polvo y crecen telarañas: la profesionalidad no tiene género, edad ni parentesco.

Se cantan muestrarios, se apuntan comentarios y se escuchan improperios a la voz del “¿te enteras, guapa?” cuyo decorado preconstitucional alimenta el silencio cual cri cri de los grillos.

 

Pesan realidades que confrontan mi ingenua creencia infantil: que la igualdad existe, es un cuento. Aún hay que reivindicarla, aunque moleste: a muchas se nos exige demostrar -incluso trabajar- más que a los compañeros, a quienes aún en muchos casos, se les presupone más. La innegable brecha salarial en la que nosotras cobramos en España un 14.9% (y 17% en la Unión Europea según Eurostat) menos que nuestros colegas que firman como un señor por la misma actividad, y en muchos casos el constante intento de silenciar nuestro trabajo, de sometimiento, de arañar a la mínima la comisión. Sí señores, esto ocurre, Europa, año 2017. No, no son casos tan aislados.

 

¿Qué ocurre cuando no quieres dominar ni ser dominada?

Entonces, en ese rincón improbable, casi invisible, se revuelve la supervivencia que para muchos se hace molesta.

No debería pesar el respeto ni la educación aunque vivamos en pieles y miradas distintas.

Agradezco que mis padres me lo enseñaran y me dieran las herramientas para no convertirme en una mujer presa, ni fácil, ni presa de mí misma.

Aprendí que también pesa tener voz, ser incómoda, cuestionada.

No soy ni seré el reflejo de nadie, lo que se espere de mí, porque en la espera, desesperen, se rompan o no verdades absolutas, certezas intocables.

No soy ni seré ni más ni menos mujer por elegir arreglarme o por no hacerlo, por querer verme guapa, o por engordar un par de kilos y no volverme loca, por elegir qué ropa ponerme y cuál descartar, no me justificaré ante quienes digan que ése es el marketing del patriarcado.

No soy ni quiero ser esa mujer, ni cliché, ni objeto, ni dominante, ni dominada.

No soy lo que me convierta la mirada de otro, ni dejaré de ser porque no me sigan mirando.

 

Pesan los odios que calcifican en el hueso durante siglos de reflejos distorsionados, espejos velados, miradas rotas.

 

Pesan más que el baúl de la Piquer.

Tanto que al final se desenfoca y se convierten elecciones en polémica fácil como ha sido el caso de la controvertida camiseta de Inditex de “Everybody should be feminist” (piensan que el señor Amancio Ortega quiere enriquecerse -más- con la lucha feminista). Sí señores, se acusa de cómplices e hipócritas a quienes la tienen y la visten en formar parte del patriarcado más capitalista.

Confieso públicamente: la tengo. Y no, no me arrepiento, no me avergüenzo, ni me siento cómplice. Cuando supe de la existencia de la camiseta original de la casa Dior -porque el mundo textil, lo crean o no, ni empieza ni acaba en Inditex, hay mucho trabajo previo y posterior- sentí esa tímida fascinación que se experimenta cuando las altas esferas aportan visibilidad a un movimiento social. Serán criticados, sin duda, pero considero que el gesto, aunque se desvirtúe, vale.

Y ocurrió lo esperado, se hicieron eco y tomaron el testigo del mensaje, porque este trabajo es así: reinterpretación.

DIOR PRESENTA SUS DISEÑOS EN LA SEMANA DE LA MODA DE PARIS

Pesan los ataques siempre, pero con cuestiones tan subjetivas como el mundo simbólico, con camiseta o sin ella, más.

No dejo de imaginar lo culpables que se sienten en el colectivo LGTBIQ, fustigándose incluso, por haber enriquecido quizás al heteropatriarcado que ha hecho negocio vendiendo banderitas por la semana del orgullo mundial estos días en Madrid. ¡Ah, no! Que eso era visibilizar…

 

En resumen, me sumo a las palabras de Emma Watson que también ha sido atacada por unas recientes fotografías en las que se intuía su pecho para Vanity Fair:

«El feminismo va sobre dar poder de elección a las mujeres. El feminismo no es un palo con el que golpear a otra mujer. Es libertad, liberación, igualdad. De verdad que no entiendo qué tienen que ver mis pechos con esto. Es muy confuso.”

 

¿Por qué pesa tanto el odio?

Engulle todo lo que no entiende, lo que no comprende y no acepta.

Pesan los discursos sin respeto, aquellos que nacen con “tienes que” seguramente no tengan buen final, ni siquiera merezca escribirlo, porque a fin de cuentas, tengamos sin pretensión, mala reputación.

 

En mi pueblo sin pretensión

Tengo mala reputación,

Haga lo que haga es igual

Todo lo consideran mal,

Yo no pienso pues hacer ningún daño

Queriendo vivir fuera del rebaño;

No, a la gente no gusta que

Uno tenga su propia fe

 

58. La dama de las camelias.

(la revolución Chanel, o el derecho de lo efímero).

COCO CHANEL APPARTEMENT

dama

Del fr. dame, y este del lat. domĭna.

  1. f. Mujer noble o distinguida.
  2. f. Mujer, señora, en tratamiento de respeto. Servir primero a las damas.
  3. f. irón. concubina.
  4. f. poét. Mujer galanteada o amada por un hombre.
  5. f. pl. Juego que se ejecuta en un tablero de 64 escaques, con dos conjuntos de fichas distinguidos por el color.

dama de noche. f. Planta de la familia de las solanáceas, de flores blancas, muy olorosas durante la noche.

dama secreta. f. p. us. En el juego de damas, autorización que se concede al otro jugador para que convierta en dama uno de sus peones cuando lo crea conveniente.

primera dama. f. En algunos países, esposa del presidente de la nación.

 

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Érase una vez una mujer que convirtió, puntada a puntada, un improbable en revolución.

La pequeña Gabrielle Chanel, quedó huérfana de madre a los seis años por una tuberculosis. Su padre, vendedor ambulante, de quien recibió el nombre Coco que después el cabaret consagraría -o tal vez viceversa-, la envió a un hospicio, donde aprendió el que sería su oficio; la costura.

Mademoiselle Chanel fue una mujer valiente no por querer lo que nadie se imaginaba, sino por llevarlo a cabo.

Empezó por la cabeza, sombrerera visionaria, se cortó el pelo y los bajos de los vestidos y no necesariamente en ese orden, y como a tantas otras mujeres libres, se le acusó de orgullosa.

Coco_Chanel,_1920

Lo que para muchos fue falta de clase y dinero, ella lo tradujo en sencillez, en estilo, y así fue generando el germen de su lucha, de las claves del armario de la mujer de hoy: la comodidad.

Y puntada a puntada, se consagró confirmó sus palabras:

«Para ser irremplazable, uno debe buscar siempre ser diferente.»

Y diferente fue todo lo que sus manos tocaron, el derecho de ser distinta, encabezaría el decálogo Chanel.

  1. Cambio de silueta y figura. Cansada arrastrar vestidos por suelos, adoquinados o no, y de la rigidez de corsés, frufrús… los arrancó y no dejó ni las plumas, recortó las faldas mostrando los tobillos hasta llegar a las rodillas, largo que se convirtió en emblema de la casa. Mademoiselle declaró en 1968 que las rodillas le parecían la parte más fea del cuerpo y no le parecía necesario descubrirlas.
  1. Afición por lo masculino y la funcionalidad. Así fue como creó el estilo deportivo o sportswear, con claras influencias del ropero deportivo masculino al cuerpo de la mujer. También incluyó prendas de punto y las emblemáticas camisetas marineras
  2. Pantalones. Durante su convivencia con Étienne Balsan, heredero textil francés con quien se aficionó a la equitación, comenzó a usar su guardarropa saltándose convencionalismos y omitiendo juicios a su femineidad. Los pantalones se convirtieron gracias a Chanel en el gran básico de hoy.
  3. Chaquetas. De nuevo, reinventó una prenda del vestuario masculino para adaptarla a su obsesión: la libertad de movimiento de la mujer. Así nació la chaqueta de líneas rectas, hacia el minimalismo que la convirtieron en el clásico que es. Su estructura se ha reinterpretado en la maison a lo largo de los años sin renunciar a su perfecta caída gracias a una cadenita que rematan el dobladillo en el interior.

  1. El traje sastre de tweed. El origen de este emblemático dos piezas también debe su origen al ropero masculino, el de Boy Capel y del duque de Westminster. Chanel se inspiró en su sencillez y la elegancia británicas.
  2. Bolso 2.55. El bolso emblemático de la maison nació para liberar las manos de la mujer frente a los bolsos de mano, incluyó una cadena para colgarlo del hombro el mes de febrero de 1955, de ahí su nombre.
  3. La bisutería. Quizá quede para siempre en el imaginario la imagen de Chanel engalanada con sus collares de perlas, lo que no muchos saben es que muchas eran falsas, y así convirtió en aceptable que se luciera bisutería para y sugirió la máxima que para estar elegante no hace falta ser rica.

«No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la educación. No es la ropa, es la clase

«Viste vulgar y solo verán el vestido. Viste elegante y verán a la mujer

  1. Binomio blanco y negro. Gabrielle Chanel imaginó sus diseños en sus colores básicos, beige, rojo y por supuesto el binomio blanco y negro, juntos y por separado. El blanco porque al captar la luz realza la belleza y sencillez natural, que combinó con el negro, porque uno no existe sin el otro, así como la noche y el día. El negro resalta lo esencial e hizo de él, el color de la elegancia en 1926 gracias a le petit robe noir hasta entonces vinculado a lo monacal, el servicio doméstico y el luto, y de su estilo bicolor nacieron los zapatos míticos de Chanel.
  2. Petite robe noir. De las versiones (dan para otro texto entramado) que cuentan cómo nació el pequeño vestido negro -hasta la rodilla-, destaca la aportación de Chanel en convertirlo en clásico tanto para el día como para la noche, haciendo de su elegancia uno de los básicos más reinterpretados actualmente.
  3. Camelia. Que la joven Chanel se prendara de La dama de las camelias de A. Dumas (hijo) no fue sino, otra bonita casualidad más que la convirtió en leyenda, así como dicha flor se convirtió en símbolo de refinamiento, habitual en las solapas de dandies. También la tomó prestada de la moda masculina adaptándola a los adornos y a detalles con diversos materiales como el tweed, piel, fieltro, tul, satén, plumas y organza. Flor de aroma sutil para que cada mujer elija su perfume, su esencia.

La llamaron rebelde, yo la pienso revolucionaria, valiente de no perderse entre tanto ruido, cuya aspiración era la radicalidad -que dirían hoy algunos- de dar libertad a la mujer, que se sintiera cómoda en su propia piel, sin convertirnos en musas intocables, sino abrir caminos, posibles e improbables, hacer que la mujer no existiera, sino como decía Lacan, fuéramos una por una.

Chanel fue una mujer que se atrevió a soñar, que quiso trabajar para ganar su libertad, no como esposa, no ser una más, no ser la expectativa de nada ni de nadie y así, diseñó su vida, con la osadía del deseo escrito en su piel.

Logró recomponerse una y tantas veces después de romper las costuras de convencionalismos y de revolucionar no sólo la moda, sino el estilo, que como ella dijo, permanece.

Cuentan que al morir pronunció sus últimas palabras “y así se muere” lo que no sabemos es si con su socarrona sonrisa también pensó “y así se vive, como un soplo efímero”.

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Para todas las mujeres que no se conforman con ser musas intocables, para aquellas que día a día luchan para seguir emborrachándose de primavera.

Para quienes a veces dentro y fuera del oficio sienten cierta soledad, pero no se rinden, enormes diseñadoras que hacéis magia.

Para vosotras.

 

 

46. La donna.

 

Poster visto en Venecia Marzo 2016.

 

mujer

Del lat. mulier, -ēris.

1. f. Persona del sexo femenino.

2. f. mujer que ha llegado a la edad adulta.

3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. ¡Esa sí que es una mujer! U. t. c. adj. Muy mujer.

4. f. Esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja.

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¿Qué es la mujer?

Lacan afirmó que «la mujer no existe» y francamente, la RAE no ayuda a tener una idea aproximada, ya que encontramos definiciones más propias de la Edad Media, que a falta de estigmatizarnos y llamarnos brujas, lo suaviza relacionándonos con la supuesta profesión más antigua del mundo: la prostitución; visión impensable en definiciones de nuestros compañeros de existencia, amigos hombres.

mujer de la calle

2. f. Prostituta que busca a sus clientes en la calle.

mujer de punto

1. f. prostituta.

mujer fatal

1. f. mujer que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible, que puede acarrearles un fin desgraciado.

mujer mundana

1. f. p. us. prostituta.

mujer objeto

1. f. mujer que es valorada exclusivamente por su belleza o atractivo sexual.

mujer pública

1. f. prostituta.

Sin embargo, la cuestión de género afecta por igual, pues hay quien se plantea la masculinidad como reverso de la feminidad: «ser hombre es no ser mujer», basándolo en lo que no hay, quizás por eso el mundo avanza midiéndose por lo que no tiene. Así pues ¿ser mujer se define por lo que falta? Para muchos, sí. Porque en realidad, todos, hombres y mujeres, ¿acaso no estamos marcados por la falta en relación al otro? Pero no es eso lo que nos hace mujeres y hombres. ¿O sí?

Retomando las palabras de Lacan, todo parece indicar que efectivamente la mujer no existe, sino que efectivamente, como apostilló, seamos “una por una”, y añado, además podamos ser y no ser simultáneamente, o ser una cosa y su contraria.

Ser mujer no es vestirse de artificio. Y sin embargo también puede serlo. 

Ser mujer no es ser madre. Y sin embargo también puede serlo.

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¿Es usted 100 por 100 femenina?

Y en plena cuestión de identidad, hay quienes la sienten muy plenamente: muy madridista, muy catalán, muy hombre o muy mujer; ¿pero dicho estatuto superlativo no necesita del otro para constituirse? No olvidemos que a veces es una proyección ajena así como “los hombres no lloran” y demás trampas con las que convivimos como que una mujer inteligente, también pueda verse y sentirse bella, no por nadie, sino porque guste de sentirse deseable para sí misma.

Sí, amigos, la feminidad se cuestiona en más dimensiones de las que vemos a primera vista. La fuerza, la independencia y autonomía de las mujeres aún genera inquietud, incluso rechazo; se sigue prestando atención a cómo viste una mujer, no siempre por cuestiones de gusto, sino en muchos casos por intereses económicos de las cadenas y las audiencias para asimilar la actual cosificación; el perfil de mama chicho se ha maquillado y extendido hacia el lado masculino. No se trata de igualarnos en lo obsceno: ¿Acaso ésa no es la misma trampa de la que intentar salir?

Que una mujer decida sobre su cuerpo no debería convertirse en frivolidad, así como sus elecciones sobre su vida no deben ser cuestionables por nadie más que por una misma; no, no hay que aceptar esas pequeñas agresiones que nos tiran el respeto alcantarillas abajo, junto con la huida de un Harry Lime acorralado.

¿De dónde vendrá tanta agresividad hacia lo femenino?


Quisiera completar la idea de Simone de Beavoir añadiendo a la ecuación a mujeres de rivalidad silenciosa, casi invisible, incluso inconsciente. Y así, en plena proyección de fantasmas propios se alimentan en ese delicioso caldo de cultivo. Combinado con un poquito de muda envidia et voilà, ¡menuda sopa nos hemos montado!

En ese rincón, se lanzan las bombas que aniquilan esa racionalidad; utópico mundo de las ideas y los ideales. Y ahí, en plena antítesis especular donde parecen construirse realidades e identidades, me vuelvo a preguntar ¿qué es ser mujer? ¿Y qué no lo es?

Para mí SER es un compromiso, y ser mujer, una responsabilidad, conmigo misma en primer lugar, y con las demás como extensión. Es cierto que vivimos rodeados de micromachismos, pero los grandes cambios empiezan desde dentro, nada cambiará realmente si se sigue focalizando y poniendo en el otro (que bien puede ser la otra) todo lo que disgusta porque resulta más cómodo, así como desestigmatizar la vulnerabilidad y las faltas y reconocer a quienes eligen su papel de víctimas responsabilizando a los demás de su situación, sin embargo, igual que la música describe una realidad, a veces también la genera o la estimula y dicho planteamiento se acaba asumiendo como verdad, así como la letra de La donna è mobile:

La donna è mobile, qual piuma al vento,

muta d’accento, e di pensiero.

La mujer es voluble, cual pluma al viento,

cambia de palabra, y de pensamiento.

Claro que existen mujeres así, y hombres. Porque existen personas así. Del mismo modo que el semblante retratado por Sisa/ Sabina en la canción Mujeres fatal:

Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no

Se trate o no de inseguridad-es, ahí queda la sombra de la duda de la argucia femenina, excusa sobada y resobada muy asumible de nuestra supuesta incoherencia para convertirnos en seres dominados por el útero; inestables, alterables y por supuesto, histéricas. Porque hombres histéricos no existen ¿verdad?

Hay tantos hombres y mujeres como universos y pensamientos posibles, pero las realidades y circunstancias son una por una, como decía Lacan, porque es innegable que, parafraseando a Sisa y a Sabina -no sólo ellos poetizan y profetizan- también existen aquellas:

 “Hay mujeres que van al amor, como van al fracaso”

“Hay mujeres que sueñan condenas

Y mientras, indigestión de tanto comer falacias, tanta low y fast food tiene efectos secundarios. Hay que mimar aquello de lo que uno se alimenta para luego poder aprender a procesarlo y tener digestiones felices que finalmente, nos repercutan a tod@s. Hagamos caso al maestro Benedetti (en Te quiero)

y en la calle codo a codo

somos mucho más que dos

Mientras no se dinamiten las presunciones de cualidades femeninas -tomen nota- la igualdad seguirá como un horizonte, inalcanzable:

– Cariñosa y complaciente; fuerte y dócil.

– Buena profesional, cocinera y gestora del hogar.

– Buena amante, esposa, madre y amiga.

– Buena gestora y sacrificada.

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¿A cuántas se nos ha exigido ser todas ellas en alguna ocasión?

Ahí estamos hijas, madres y abuelas; profesionales y estudiantes; ilusas y realistas.

La mujer que soy y quiero ser la construyo a diario, con mis faltas y mis luchas. Soy todas ellas y a veces ninguna, y sin embargo soy esa sombra pequeñita que me guardo para mí en un rincón de mi imaginación, pero no quiero ser en función de lo que nadie me imponga.

Gracias a las mujeres que -de cerca y de lejos Barbarella, Maria- con su respeto y cariño se han convertido en familia, nos una la música, la literatura y la amistad.

Gracias de nuevo a mi madre, a mis musicales tías adoptivas Rosa e Isabel y a Laia por su emocionante voz e interpretación.