84. La piel -sentir-.

 

IMG_2844

sentir

Del lat. sentīre.

 

  1. tr. Experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas.
  2. tr. Oír o percibir con el sentido del oído. Siento pasos.
  3. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor corporal. Sentir fresco, sed.
  4. tr. Experimentar una impresión, placer o dolor espiritual. Sentir alegría, miedo.
  5. tr. Lamentar, tener por doloroso y malo algo. Sentir la muerte de un amigo.
  6. tr. Juzgar, opinar, formar parecer o dictamen. Digo lo que siento.
  7. prnl. Hallarse o estar de determinada manera. Sentirse enfermo.
  8. prnl. Considerarse, reconocerse. Sentirse muy obligado.

sin sentir

  1. loc. adv. Inadvertidamente, sin darse cuenta.

 

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

 

Es la piel ese órgano mudo que decide qué vestir, qué tocar o cómo dejarse acariciar. Por dentro y por fuera. ¿Acaso no se elige con especial mimo aquello que roza la intimidad? Con las emociones, el cuerpo y sus prendas, lo mismo. Sentir el tacto de los enamoramientos textiles, la seda, el tencel, el cashmere… que ocurren como ríos entre las piernas en tardes de estío, cuando el calor aprieta y las humedades se anhelan. Cuando la piel negocia dónde quedarse, dónde regresar. Donde Bernini y su Nilo se cuela en los despertares a deshoras y atraviesa como una caricia imprevista, vistiendo de pulido mármol sin juicios ni duelos, con los ojos vendados, ahí donde se alimentan el resto de los sentidos despiertos, agitando la piel, dejándola sentirse más allá de un cuentito de verano.

 

El misterioso caso de los lunares cambiantes.

Ella creció como sus lunares, en constante movimiento. Fueron dibujándose sobre su piel esferas perfectas, cuadrados incluso, alguna pirámide atravesó su muslo izquierdo. La llenó de misterio, el mismo que envolvía a aquellas que viajaban despiertas y soñaban a gritos. Así era. Se llenaba de despertares, tantos como desvelos.

Mientras, escribía historias que tejía a dos manos, las mismas con las que arañaba aquellas maletas. ¡Y cómo pesaban, las condenadas! Tanto o más que en enero; iban pasando los meses y el cansancio se dibujaba en esa brisa que anunciaba el verano en una primavera que se resistía a marchar.

Una tarde, después de repasar uno a uno esos rincones privados de su piel, descubrió que los años desdibujaron la pirámide de su muslo izquierdo. Allí donde alojó tanta magia se había convertido en una extraña constelación. Se borraron dos de sus vértices y a cambio, se deslizaron creando la cola de un cometa despistado. Se rompió el equilibrio, pensó. Quiso dibujarlo de nuevo, o quizás, barrer un poco de su piel, por si aparecía de nuevo. Tatuarse no era una opción, perdería la frescura de la sorpresa, no sería más que un artificio y ya habitamos suficientes, creyó.

Fue recorriendo su cuerpo y descubrió que sus esferas dejaron de ser perfectas y acabaron por ahuevarse como si se hubieran achatado por los polos. No buscó más. No siempre apetece darse un golpe contra la realidad. Dejó pasar aquella noche y a la mañana siguiente no pudo evitar mirar. Primero regresó a su muslo y aquella extraña constelación seguía igual. Las esferas perfectas se perdieron para siempre para convertirse en un planeta algo deforme.

Pasaron los días y ella, poco a poco, fue olvidando aquel mapa que una vez creyó que era su piel. Dejó incluso, de mirarse, de encontrarse.

Sin embargo, llegó el verano, porque las estaciones no cambian, o no deberían, al menos no se detienen. Con el estío, los vestidos de vuelo, las faldas. A la brisa siempre le gustó jugar con ellas. Y lo hizo, claro que lo hizo, hasta que de su piel creció una nueva galaxia, allí donde las estrellas no eran perfectas, ni las constelaciones impecables, ni los planteas esféricos, aquel amasijo de formas improbables, se convirtió, contra todo pronóstico en una preciosa realidad de constantes móviles, tan contradictorias como reales, tan volátiles como imperfectas. Y así, con aquellos lunares que aparecieron y desaparecieron, encontró la ruta de vuelta a su planeta de donde regresó, muchos, demasiados olvidos antes, y lo hizo, siguiendo aquel mapa que nació de su piel.

 

BSO. Quasheba, Quasheba. Rhiannon Giddens.

 

Laura domingo 14 de julio 2019.

Hasta la vuelta.