maleta1.
(Del dim. de mala1).
- f. Especie de caja o cofre pequeño de cuero, lona u otras materias, que sirve para guardar en viajes o traslados ropa u otras cosas y se puede llevar a mano.
- f. Chile y Ven. maletero (‖ en los vehículos).
- f. germ. Mujer pública a quien trae alguien consigo, ganando con ella.
andar como ~ de loco.
- loc. verb. Arg. y Ur. No tener objetivo claro, no saber bien qué se quiere o se pretende.
hacer la ~.
- loc. verb. coloq. Prepararse para irse de alguna parte, o para dejar algún cargo o empleo.
maleta3.
- com. Persona que practica con torpeza o desacierto la profesión que ejerce.
valija.
(Del it. valigia, de or. desc.).
- f. maleta (‖ caja o cofre).
- f. Saco de cuero, cerrado con llave, donde llevan la correspondencia los correos.
- f. Este correo.
- f. irón. coloq. eufem. Ur. Trasero notorio por su volumen, especialmente el de la mujer.
~ diplomática.
- f. Cartera cerrada y precintada que contiene la correspondencia oficial entre un Gobierno y sus agentes diplomáticos en el extranjero.
- f. Esta misma correspondencia.
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Traigo arena atlántica y mediterránea en mi maleta, que se hinchó de tanto viento, del soplar de las mareas y de carreteras hasta el fin del mundo, una y otra vez; descubrí que Finisterres hay más de uno.
Y todo cabe en mi equipaje perfecto; aquel vivido que acumula destinos y comparte recuerdos.
Porque en realidad, hay tantas maletas como personas y circunstancias.
Leo cada verano artículos en revistas del sector (de moda, claro) “la maleta perfecta” o una pequeña guía de autoayuda para hacerla cómodamente en 10 sencillos pasos. Pienso que olvidan incluir el teléfono de un terapeuta a pie de página junto a la firma del autor para quien necesite 10 pasos para dicha labor, palabra de obsesiva en proceso de histerizarse.
La cuestión fundamental; ¿este mundo se ha llenado tanto de apps y gadgets que un adulto necesita ayuda para la toma de decisiones tan triviales como de qué llenar su equipaje?
Me gusta hacer la maleta como preparo el viaje, poco a poco, con calma. Imaginando posibles situaciones, tejiendo pequeñas historias, como quien llena Italia en una falda que vuela, o Bretaña de rayas navy en cada puerto de mar. Y en esa duda prolongada, alimento los viajes por la imaginación. Tengo el gusto y el placer de volar antes de poner un pie en el avión.
Las revistas nos devuelven a la tierra, desvalijándonos de imposibles, no vayamos a volar demasiado, e imponen el destierro a los “por sí acaso” pero ¿cuántos imprevistos han salvado?
Existen los por sí acaso llueve, alguien enferma, la compañía ronca, o nos olvidamos el mundo.
De la prevención, otro universo del que aprender, claro, para enfrentar el viaje como la aventura que es, un entramado desconocido de carreteras y destinos con el compromiso mano a mano con el placer.
Olvidemos por unos días cargas y modelitos, baúles del tesoro donde no nunca se ven tacones de aguja, pero sí complementos fetiche viajados, como un, dos, tres: mi primer ejemplar de Del revés fotografiado recorriendo mundo cual gnomo de jardín en Amèlie. Un, dos, tres: responda otra vez. (Os animo a compartir vuestro must viajero).
Pongo fin a este artículo lleno de viajes con la banda sonora de este texto, con el deseo que nos queden muchas maletas por hacer, destinos por conocer, y encuentros por tener al otro lado de un equipaje o de una historia. Quizás sea por eso que las maletas antiguas, algo rotas y viajadas tienen ese no sé qué, qué se yo.