humor
Del lat. humor, -ōris ‘líquido’, ‘humor del cuerpo humano’.
- m. Genio, índole, condición, especialmente cuando se manifiesta exteriormente.
- m. Jovialidad, agudeza. Hombre de humor.
- m. Disposición en que alguien se halla para hacer algo.
- m. Buena disposición para hacer algo. ¡Qué humor tiene!
- m. humorismo (‖ modo de presentar la realidad).
- m. Cada uno de los líquidos de un organismo vivo.
- m. Psicol. Estado afectivo que se mantiene por algún tiempo.
buen humor
- m. Propensión más o menos duradera a mostrarse alegre y complaciente.
humor negro
- m. Humorismo que se ejerce a propósito de cosas que suscitarían, contempladas desde otra perspectiva, piedad, terror, lástima o emociones parecidas.
mal humor
Tb. malhumor.
sentido del humor
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En los albores del año, permítanme la pedantería, me enfundé en lentejuelas y en un abrigo Yeti, peludo y azul. Meses después me supe cosiéndome unas plumas al bajo de una camiseta…
Sí, yo, que nunca he sido de llamar la atención, y menos en lo que a prendas se refiere.
¿Qué estaba pasando?
Pensé, apenas unos segundos, que era el efecto de una infancia en los años ochenta, del volátil peludo, el monstruo de las galletas y Papageno (juzguen lo que quieran, cada uno tiene los héroes que tiene).
Sin embargo, supe que la verdadera razón no era otra que el poso del humor que dejó aquella historia que convertí en ¿ficción? entonces recién terminada; con la que aprendí a reírme -incluso y sobre todo- de mí y de tantos momentos de pequeñas tragedias sin importancia que quedaron en aquellas páginas.
Que volvieran las oscuras golondrinas a nuestros balcones sus nidos a colgar sólo era cuestión de tiempo, el mismo en el que se digirieron y dirigieron tendencias que desayunamos como en la infancia devoraba galletas, y entonces, una noche triste de enero surgió la magia y ¡sorpresa! llegaron a mi armario y a mi vida unos leggins de terciopelo. Los mismos que cada día que visten mis piernas me recuerdan ese viaje inesperado que reconvertir. Y lo consigo, al final del día, me río de miedos que ya no están, que brillaron como un glitter ahora descolorido mientras me cosía las plumas me recordaron cómo volar lejos del glam que no viví. Sino el que me inventé.
Como todos, al fin y al cabo.
Y mientras, disfruto de lentejuelas diurnas y tardes de Yeti, de meriendas de terciopelo, de amaneceres emplumados y prejuicios relajados, siendo ésa mujer que fui, la niña que soñé, del derecho y Del revés (libro que, por cierto, cumple 4 años).
Come on! Shine on… BRILLI, BRILLI!
Y así, adivinen qué tendencia visto mientras escribo -y suscribo- de este otoño atonal, seco y musical, lleno de pájaros en la cabeza y hambre de recuerdos ‘aliñaos’ en este 22 de noviembre.