91. Feria capicúa 02.20.

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capicúa

Del cat. capicua, y este de cap i cua ‘cabeza y cola’.

 

  1. m. Número que es igual leído de izquierda a derecha que de derecha a izquierda; p. ej., el 1331. U. t. c. adj.
  2. m. Billete, boleto, etc., cuyo número es capicúa. U. t. c. adj.
  3. m. En el juego del dominó, modo de ganar con una ficha que puede colocarse en cualquiera de los dos extremos.

 

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No sería la primera vez que pisamos la moqueta de color gris en Première Vision, y, sin embargo, fue la primera vez que me fijé. Entré en como salí, mirando al suelo. Y así, descifré la incógnita que trazaría diseños de la ecuación matemática.

Existen las fieras y ferias capicúas. Aquellas que se escriben igual del derecho que del revés, las que dibujan patrones. Y lo hacen. Coordinándolos como los estampados, por familia de color, de ambiente, de motivos. Porque motivos, nunca faltan. Como ocurre con muchas preguntas sin respuestas.

Otras, arañan salvajemente, haciendo del animal print, una tendencia que ya es un clásico, dándose la vuelta como un calcetín. Porque, en el fondo, las ferias no dejaron nunca de ser espejismos, algunos de vanidades, otros de deseos que después, incluso se convierten en anhelos.

Y ya se sabe, lo que empieza, tiene un final.

Todo depende, claro, de los ciclos de las modas, del lugar, de las estaciones, pero también de la resistencia de las fibras, porque a veces, -oh, sorpresa- los mejores tejidos también se rompen. Pero schhh, guarden el secreto, que el espectáculo debe continuar. Y lo hace. Aunque no fuéramos los mismos quienes salimos de allí de quienes entramos.

Quizás porque a veces las direcciones acaban por dispersarse y no se vuelve a pisar por el mismo lugar que, ya se elige no transitar, tuviera o no que ver entrar por la trasera y salir por la entrada.

 

Así, se cierran puertas que nos hicieron crecer, descubriendo cómo, a veces, por mucho que guste un lugar, un tejido, o una idea, también puede tener final, por capicúa que sea.

Y así, se celebran aniversarios, también años en el textil, aventura que arrancó un 25 de febrero tiempo atrás.

 

BSO. The End. The DOORS.

86. Ferias imposibles.

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imposible

Del lat. impossibĭlis.

 

  1. adj. No posible.
  2. adj. Sumamente difícil. U. t. c. s. m. Pedir eso es pedir un imposible.
  3. adj. Inaguantable, enfadoso, intratable. Luis está imposible hoy. Se ponen imposibles.
  4. m. Ret. Expresión de la seguridad de que antes de que suceda o deje de suceder algo ha de ocurrir otra cosa de las que no están en lo posible.

hacer los imposibles

  1. loc. verb. coloq. Apurar todos los medios para el logro de un fin.

 

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Imposibles.

También hubo ferias impensables, las que vivieron dentro de la última edición de Première Vision en París. Más de un encuentro. Los que años atrás parecían imposibles, hoy se han convertido en realidad. Porque a veces, suceden verdades tirando del hilo. Aquello que se llama intuición, va creciendo dentro de las miradas, las propias y las ajenas. Las que abren nuevos caminos. Aquellas que, por un sorprendente golpe de efecto, acaban convertidas en las tendencias de la temporada. Muchas estudiadas, pero otras, también, fruto del azar. Como el tejido que nos constituye.

“Poseen un vago instinto no ya de lo sagrado, pero sí de lo trascendente”

Amélie Nothomb, Golpéate el corazón.

Y es que se dota de trascendencia a las tendencias. La velocidad las habita. Las devora. Tanto y tan rápido que se convierten en algo así como relaciones suspiro. Que duran lo que una fugaz ilusión. Y las ilusiones también se rompen, aunque casi nadie dedique tiempo en zurcir las costuras, en remendar aquello que tampoco ha de ser eterno.

“Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses”

Oscar Wilde.

Sin embargo, el ritmo no para. Todo lo contrario. Aumenta las revoluciones. Las reales y las imaginarias. Las que podrían construir un relato de todo lo que queda en vía muerta, de lo que no sucede a la misma velocidad que ocurren las realidades. En ese enjambre de pasillos y stands que dibujan un mapa de una ciudad llena de lenguas, idiomas y aspiraciones. Babel horizontal que se cita dos veces al año, vísperas del otoño y de la primavera. Días de mucho, vísperas de na, decía la canción. Haciendo de ellas, ese rincón que ya no sea imposible: sean nuevos caminos, nuevos aprendizajes. Porque, en el fondo, lo nuestro es pasar, atravesar, incluso atraversarlas alimentando el verbo y la imaginación con mayor o mejor fortuna.

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Regreso a París con la tradición de devorar alguna novela de Amélie Nothomb que parece seguir escribiendo para mí. Nunca defrauda. En septiembre, también, se me acumulan homenajes. Benedetti, Agatha Christie, John Coltrane, B.B. King, Emilia Pardo Bazán y quien acompaña en la escritura de estas palabras, Miles Davis. Tanta inspiración de todos estos grandes en apenas dos líneas. So what!

BSO. So What. Miles Davis.

75. Inflexión (de inflexionar).

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inflexión.

Del lat. inflexio, -ōnis.

 

  1. f. Torcimiento o comba de algo que estaba recto o plano.
  2. f. Elevación o atenuación que se hace con la voz, quebrándola o pasando de un tono a otro.
  3. f. Geom. Punto de una curva en que cambia de sentido su curvatura.
  4. f. Gram. flexión (‖ alteración de algunas voces).

 

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Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana.

Recordamos, quizás, con muchas más distancias aquella primera vez.

Vestía: camisa blanca de día, vestido rojo de noche.

Cenamos italiano en un parque parisino.

Las horas pasaron con un reloj muy distinto al que hoy marca mi ritmo, mi tic tac, tic tac.

Suelos púrpuras, paredes color vino: burdeos, pinot noir, côtes-du-rhône… y hoy, en los pasillos, más de una carrera.

Tantos encuentros y desencuentros en estos años.

Los mismos en el avispero que siempre imagino que es Première Vision.

Aprendí que el mañana rara vez existe, que existimos en un ahora plural, caleidoscópico, subjetivo y distorsionado, que es el nuestro.

El del desafío constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, porque siempre hay un momento para cada canción, sea diferida o en persona, personalmente

Son, fueron y serán conversaciones de feria bajo los sofocantes focos los que alimentaron estos años; donde las que hoy son mujeres serpiente, quizás se conviertan en tigresas después de haber pasado años siendo leopardas; fieras en las ferias, seguirán devorando prints porque ya no digieren estampados, serán trendy porque las tendencias se agotan, flamencos rosas en las esquinas nos lo recuerdan, no así el constante devenir de la mancha animal, que dirán las revistas que vuelve, cuando no recuerdo que se hubieran alejado ni diez metros, ni en las ferias, ni en la calle… respirarán invierno según marquen los cánones, los desfiles y los gurús en este otoño que como ya ocurrió con la primavera, se está haciendo de rogar.

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Cuentan que el animal print es una tendencia que se inició en la New York Fashion Week, o lo que es lo mismo, la semana de la moda de Nueva York, presentados por Tom Ford. La presencia animal también destacó en la semana de la moda de Londres de la temporada que nos ocupa 2018/2019. Versace sigue las huellas de Tom Ford recoloreando de neón y Dolce & Gabbana alimenta una jungla con looks que van más allá del clásico leopardo virando hacia las cebras, jirafas y tigres.

 

Desfile Dolce Gabanna OI 2018/2019. Fuente Vogue.

Vivimos en un sector circular, dinámico y sin embargo, en constante digestión.

Han pasado cuatro años de aquel texto de transición, en este otoño de pura inflexión, seguimos soñando con serpientes, la mato y aparece una mayor / con mucho más infierno en digestión.

https://entramada.wordpress.com/2014/08/26/27-transicion/

 

Lo aprendido se convierte en música, lo compartido tiene el sabor de nuestra memoria, tirando a salado, a aperitivo, en este atardecer que nos alcanza de lo que fue este viaje juntos.

Allí donde el oficio creció, allí donde se sembraron amistades.

Allí, donde arrancaron los cambios, los suyos, los míos, los nuestros.

Donde comba la curvatura, donde se bifurcan caminos y se traman los años.

Donde siempre me empapa antes el otoño, donde París se vuelve música al anochecer; el piano, el vino y el queso; la lluvia, les feulles mortes, las serpientes de mar.

 

Siete años y medio.

Siete años y medio, y una semana, del verbo inflexionar, que no existe, pero quizás, existirá, inundado de palabras, de recuerdos, los nuestros.

 

A mi padre, compañero y cómplice.

Gracias.