6.
Exterior día.
– Sigues ahí, en dos lugares a la vez. –
Eres esa carta que llega mojada al buzón. Llueve, pero la tinta no se emborrona.
Ésa que, casi nadie, mira.
También eres quien ve el vuelo de los aviones de papel.
Ésos que cruzan calles que hace poco estaban vacías.
Mientras, despiertan los habitantes deshabitados.
Y esperas en silencio. Pero, el ruido lo llena todo.
– Está al caer, aunque dudes. –
Son ellos, los deshabitados.
Aún no saben que despertaron con la garantía vencida.
Pronto se quedarían sin batería, a pesar de sus desesperados intentos para reiniciar.
Pero no aprendieron. Todos firmaron el contrato. Eran apenas unas líneas.
Yo, X, me comprometo a alimentar y aprender a usarlo.
Es material delicado y sólo se asignará uno por habitante.
En caso de desuso, falta de sentido común y de riego, se secará hasta dejar de funcionar.
– Ahí lo tienes. La habitación vacía. La habitación roja. –
Hubo quienes buscaron instrucciones. Pero no había. Cada uno era único.
Otros, los tiraron pensando que ya comprarían otro nuevo.
Olvidaron la premisa fundamental: uno para cada individuo.
La renovación sólo se asignaría en un fallo del sistema ajeno al individuo.
Y, claro, no fue así.
– No dejes de mirar. Te dices. –
Y ahí estás, con los ojos muy abiertos, tomando notas de quienes cuanto más ruido hacen, más eco suena en el lugar donde, el vacío se hace más y más grande. En la inteligencia. O, lo que es lo mismo, en su ausencia. Porque no todos los cerebros, agotan su garantía de buen uso. Ya se sabe, no es lo mismo tener razón que llenarse de razones, por ruido que hagan.
(Continuará).
(Hoy, para mi padre. Contra los deshabitados).
Imagen: Matteo Massagrande.
BSO. Maio Longo, Pepe Evangelista cuarteto.