94. Aute, ventanas abiertas -y concupiscencia-.

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concupiscencia

Del lat. concupiscentia.

  1. f. En la moral católica, deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

 

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Atrás, atrás sucede la infancia.

Y allí, se abrían puertas y ventanas. También se escuchaba música. Se aprendían palabras.

  • Mamá ¿qué significa concupiscencia?
  • Míralo en el diccionario.

Quizás aquellos días, fueron, sin saberlo, el germen de estos textos. Y el diccionario era otra ventana abierta, como la música. Todo un universo por explorar, por descubrir, entre palabras y melodías.

Fue así como me acerqué a la poesía: a ciegas, sintiendo palabras que no entendía pero que sonaban bonitas.

Y con los años, y la vida, aprendí a entenderlo.

Se me agarraron sus letras. Y echaron raíces. Aún hoy crecen.

Aunque lo hagan en silencio, están ahí. La concupiscencia secreta de tu alma…

 

Ahora el jazmín huele a muerte. Aunque vuelva la primavera.

Se desenredan canciones, son recuerdos, hogar, también familia.

La canción de mis padres, la primera que aprendí, las que llegaron con el desamor, o las que crecen en la piel. Todas ellas. Son voraces. Irreverentes. Sin piedad.

Se dibujan en este silencio donde queda la música de un trocito enorme de mi infancia.

Aute fue ventana abierta.

Fue más que música y poesía.

Fue el vuelo de un cometa, de estrellas fugadas que brillan como una enorme luna llena.

Fue el regalo de la imaginación y la sensibilidad.

Fue el sentido común y el sentido del humor.

Fue anhelo, deseo y ternura.

Y esa ventana, siempre estará ahí, abierta, dejando volar al cometa, libre y lúcido sin que cunda el desánimo. Arañando el polvo, porque desde ahí, también se escribe, sin convertirse en elegía, tan sólo, dos o tres segundos de ternura.

Gracias por tanto.

 

BSO. CD Mano a Mano. Aute/ Silvio.

Anda.

Las cuatro y diez.

Dos o tres segundos de ternura.

Queda la música.

Sin tu latido.

La belleza.

Y otras tantas que marcaron mi infancia, mi adolescencia y mi presente. Pero sobre todo, mis letras, los textos que alimentan besan mi boca.

 

 

64. De pasarela: la delicadeza. (V15.09.2017 Ángel Schlesser)

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pasarela

Del it. passerella.

  1. f. Puente pequeño o provisional.
  2. f. Plataforma móvil por la que se accede a un barco.
  3. f. Puente para peatones, destinado a salvar carreteras, ferrocarriles, etc.
  4. f. Pasillo estrecho y algo elevado, destinado al desfile de artistas, modelos, etc., para que puedan ser contemplados por el público.
  5. f. En un aeropuerto, túnel articulado que comunica el edificio de la terminal con un avión para el embarque y desembarque de los pasajeros.

 

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Hay lugares donde ocurre la magia.

Pasarelas entre un mundo y otro, universos dentro y fuera del marco, del escenario, del barco. Y dejando de lado los ripios, allí, donde sucede todo, empiezan los viajes.

Hubo uno que partió con el batir de las alas hacia un amanecer de verano, limpio, como la ingenuidad donde el tiempo no existiera y la levedad de las plumas anunció lo que vendría después: la delicadeza.

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Allí donde las certezas se superpusieron como tejidos y prendas, claroscuros y transparencias donde poder ser una y muchas mujeres a la vez, fundiéndose la piel con los colores ¡ay los colores!

Aquellos que rebañaron desde la Provenza hasta Hendaya al atardecer: rosas casi lavanda rota y seca por el sol, verde agua después de la siesta, y los eternos binomios blanco y beige; luz y trigo.

 

 

 

Y entonces, cuando el viaje sabía a tostada con mantequilla, las nietas y bisnietas que hubieran tenido Scott Fitzgerald, Zelda y el gran Gatsby hicieron aparición engalanadas de trajes sastre como el escándalo que una vez, Gabrielle Chanel soñó: vestir a mujeres libres, hacer de sus movimientos, su emblema. Abanderada como el chic de lo francés que aún pervive y sin duda, hubiera vestido esta colección dual: delicada y fuerte; líneas limpias, masculinas y llenas de feminidad, amarradas a nudos marineros en los detalles y a zapatos planos de cestería, de comodidad, incluso de memoria.

 

 

Como si el atardecer anticipara la noche, asomó la intensidad de diva lorquiana, vestida de nit, de verde, que te quiero verde, sin que la muerte encontrara a las mujeres pájaro bailando junto a la hoguera, tan roja como un recuerdo, tan blanco y marino como la luz y el mar.  Marineras en tierra envueltas en arena, cuyas texturas y fluidez se revolvían como el viento agita el pelo junto a un acantilado, en esa danza entre el agua y el fuego, tan esencial, tan telúrica.

 

 

Y quizás, el viaje antes del fin, anunciara un nuevo amanecer en el lejano oriente cuyos fajines dejaron con hambre de más, apetitos de una despedida circular, donde el carrusel se movió con el saludo discreto de Carolina Menéndez, quien soñó con aquella colección llena de sensibilidad, que no sensiblería hasta la nueva temporada, entre dos mundos.

 

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Hasta aquí el viaje que resultó del desfile de los diseñadores Carolina Menéndez y Alexandre García dibujaron, colorearon e hicieron posible creer en una magia de verano justo cuando empezó el sabor del otoño.

Aquí un vídeo con un resumen: https://www.cosmopolitantv.es/cosmotube/videos/3167/

 

Gracias Carolina por hacernos soñar otros mundos, por tendernos esta pasarela llena de magia, de viajes, de aromas y de música. Enhorabuena.