
Escher
diferente
Del lat. diffĕrens, -entis.
- adj. Diverso, distinto.
- adv. De manera diferente.
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Fui una niña poco convencional.
Disfruté tramando historias, viendo guisar a mi madre y aprendiendo a comer, escuchando las canciones que mi padre elegía para encontrar cuentos ocultos, nunca quise ser princesa, pero sí tener mi castillo. Crecí alimentando mis sueños sin compararlos con los de los demás, tampoco con los de otras niñas.
Fui asimilando lo que no quería ser a la vez que me inventaba una versión un poquito mejor de mí misma, o eso siempre intenté.
Y mientras, en los años 80, se ensayaba una tolerancia quizás idealizada en mi recuerdo, ya saben, a veces la memoria es infiel. Sin embargo, parecía que la libertad de expresión, gustara o no, existía, el humor podía ser lo negro que el cómico quisiera sin necesidad de pedir perdón.
Pero -siempre los hay- hubiera o no tolerancia, en las aulas y los patios de colegio, la realidad era distinta, la mía, al menos.
No, no fue fácil. Claro que no. Ser diferente nunca lo fue. Pero con la distancia y perspectiva que dan los años, es cierto que aquel fue uno de los mejores aprendizajes para lo que puerilmente se llama “edad adulta” sin convertirme en víctima de las circunstancias, porque, parafraseando a Simone de Beauvoir, no se nace víctima, se llega a serlo.
Observo con cierta perplejidad como la vida real sigue siendo un enorme patio de colegio con las inseguridades despiertas, hambrientas y perversas; con la falta de pensamiento crítico, cítrico, que acaba por escocer heridas abiertas, pero tanta incomprensión descubre un camino propio, no todo va a ser presión social, la coherencia es resistencia, lucha e ideología.
Compren diferente, vivan diferente.
Atrévanse a ser diferentes.
¿Piensen diferente?
Y entonces, la publicidad, experta en exprimir la polémica y crear contenido, se hizo un hueco para explotar un término que genera más controversia que la piña en la pizza.
¿Cuándo la diferencia se convirtió en mainstream?
¿Acaso existe la diferencia aceptable?
Por mucho que el marketing aproveche lo diferente, vivimos en un mundo de im-pertenencia al grupo, que, desde lo ancestral, tiende a sentirse incómodo ante cuestionamientos ajenos a los suyos.
Pero no todos necesitamos ser manada. Encontramos por el camino con quienes compartir, de quienes aprender, a quienes escuchar. Desde nuestras similitudes, pero también, desde nuestras diferencias.
Las mismas que se construyen desde la mirada, objeto especular que deforma o redibuja la polémica, ahí donde la miopía distorsiona realidades ¿diferente respecto a qué, a quién?
¿Es necesario un posicionamiento constante?
Y así, entre palabras que alimentaran al pensamiento, llegó la disidencia, incluso, en los encuentros y en las diferencias.
Dedico este texto a compañeras de viaje de estos siete años textiles, queridas, sabéis quienes sois y que os habéis convertido en amigas.
Se dicen muchas cosas…