12. Retal

banderas rotas de La Sedera

retal.

(Del cat. retall, de retallar, recortar).

1. m. Pedazo sobrante de una tela, piel, chapa metálica, etc.

2. m. Cualquier pedazo o desperdicio de telas o de piel, especialmente de la que sirve para hacer la cola que usan los pintores.

3. m. Conjunto de pedazos sobrantes o desperdicios de tela, piel, metal, etc.

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Comemos recortes en época de rebajas, con gesto de placer insospechado, mientras se escuchan en las noticias cuestiones, que no verdades, de un mundo ajeno, retallado, -del catalán.-

¿Y en qué se diferencia el retal más maravilloso de una palabra descolgada, desconchada de una lengua amada y despreciada en igual medida?

Hay quienes no comprenden que se pueda amar una prenda.

Los hay también que les parece insultante que se haga lo propio con una lengua.

Los hay, incluso, que no conciben que se pueda amar más allá de las cláusulas que alguien decidió establecer.

Se puede amar, claro que sí, a base de retales de nuestras vestiduras.

Más o menos rasgadas, más o menos vividas.

Lo que sin duda es una pena, es que a esos pequeños rincones que a veces se salvan y otras veces, no, los llamen desperdicios.

Lugares donde quedarse, o de donde no querer marcharse, en forma de tramas inacabadas, retallados de historias, de ideas comunes y dispares.

Hilaturas descolgadas y perdidas en un mundo de certidumbres y cláusulas.

Tejidos deshilachados empapados de nostalgia y romanticismo en falta.

Y así es como el lenguaje se vuelve cruel, adverso, al denostar su circunstancia de sobra, de desperdicio en este mundo grandilocuente y hueco. Al descomponernos ante una mirada atónita que choca contra la mínima duda o fragmentación, en un mundo impuesto de posibilidades inequívocas. Donde no parece posible que de la unión de pequeños pedazos componga nada nuevo, y que sin embargo, rompe la esperanza de abrir nuevas verdades, nuevas vías.

Pero, precisamente, el retal tiene una oportunidad de esperanza, de volver a empezar.

Así como el romanticismo de un jirón maltrecho que sobrevive para tener un nuevo rumbo.

Un lugar casi invisible del que no se esperaba nada y emerge como una flor en un jardín moribundo. Y, al final, nace el bosque de sobras, de desperdicios, para crear algo nuevo, el patchwork. Pero ésa, ya es otra historia.

Homenaje detalle de imagen de retales de La Sedera.
Porque en el fondo, no puedo evitar esa nostalgia romántica.

Recortes de historias que nos recomponen al final, creando nuevos principios. Como si de un patrón nuevo se tratara, inventando nuevas formas que valgan la pena.

Retales, a veces, como banderas rotas, y otras, como sugerencias de nuevos caminos.

“He puesto sobre mi mesa….”

https://www.youtube.com/watch?v=RN3KZ35mTo8

(otro homenaje, ya van casi 3 años…)

6. En-tallada

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Entallar1.

(De en- y talla).

1. tr. Hacer figuras de relieve en madera, bronce, mármol, etc.

3. tr. Cortar la corteza, y a veces parte de la madera, de algunos árboles para extraer la resina.

4. tr. Hacer cortes en una pieza de madera para ensamblarla con otra.

entallar2.

1. tr. Hacer o formar el talle de un vestido.

2. tr. Ajustar la ropa a la cintura. U. t. c. prnl.

4. intr. Dicho de un vestido: Ajustarse o venir bien al talle. U. t. c. prnl.

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Como una cinturilla grabada, como si corteza y piel, fueran cuerpo y árbol, de un cuento a punto de ser tallado.

Redibujando las curvas, los nudos, y las ramas; cincelándolas a lo pin up, o borrándolas del paisaje anatómico.

Dejándose vestir de un manto de hojas, de cada prenda que pueda sugerir una u otra figura, envolviéndola o marcándola, embutida en su modo de ser, de respirar.

Haciendo del talle de avispa, bandera, manifiesto evidente de una feminidad implícita, en su erótica del poder, en el descaro y en la firmeza de intenciones.

El talle es, resume y evidencia, una existencia y una manera de resistir y recibir miradas. Para transformarlas y devolverlas en un movimiento, o incluso en el tintineo de las hojas del otoño, o de los brotes en primavera.

Esculpida en la madera del cuerpo, en una e-lección de estilo, envuelta en estampados tatuados, redibujados, una vez más, sobre la corteza de la piel, llego a esa cinturilla, que se ajusta a mí misma como un corsé deshabitado y débil, extinto en el recuerdo de las hojas secas de este tímido invierno.

¿Acaso envolverme de descaro y de miradas como prenda básica?

¿Acaso entallarme en la dualidad del ser objeto y sujeto simultáneamente?

Entonces, cuando el cuerpo se convierte en árbol, es cuando se talla sobre la madera de la dermis el retrato de lo que mostrar, ciñendo a las cinturas los anhelos de quienes las saben mirar, de quienes saben soportar esas miradas. Entallando, aún más, ese rincón de nuestros misterios.

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