93. Ruido.

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ruido

Del lat. tardío rugītus ‘rugido’, ‘estruendo’.

  1. m. Sonido inarticulado, por lo general desagradable.
  2. m. Repercusión pública de algún hecho. Sus declaraciones han producido mucho ruido.

ruido de fondo

  1. m. Sonido de baja intensidad, generalmente uniforme y continuo, que subyace en un cierto entorno y que puede resultar perturbador.

hacer, o meter, ruido alguien o algo

  1. locs. verbs. Causar admiración, novedad o extrañeza.

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Un ruido lo despertó. Venía de fuera, de la calle. Ya era de noche. Llevaba demasiado tiempo siendo de noche, pensó. Aunque, lo cierto era, que el tiempo había dejado de contar, o ¿era al revés?

No lo sabía. Tampoco parecía importarle. Sin embargo, aquel estruendo lo sobresaltó. No podía levantarse a mirar. La ventana estaba a metro y medio. El ruido seguía. Trató de incorporarse. Le costaba respirar. Tanto, como saber qué ocurriría ahí fuera.

Fuera, pensó. Al otro lado. Allí donde una vez vivió, donde sucedía todo. No quiso recordar más de la cuenta. Total, para qué. El mundo se había reducido mucho, demasiado. Se había encogido tanto que sólo existía lo que pasaba allí, en esa habitación blanca. Miró sus manos, llenas de arrugas y manchas. Las uñas amarillas. Las manos que una vez, fueron fuertes y trabajadoras. Ya no. Sólo le servían para rascarse y apretar un botón. A veces, ni eso.

El ruido seguía. No era como el murmullo que solía llegar del pasillo, no. Era distinto.

Hubo un tiempo, hacía muchos años, que los ruidos sembraban terror. Ya no tenía miedo. Quizás, porque se convenció de no sentir nada. Y así fue desde que atravesó el quicio de la puerta blanca, aquel umbral que era puro tránsito.

Pero entonces, aquel ruido constante lo despertó. Y por una vez, no sintió miedo, sólo curiosidad. Curiosidad como, quizás, no había tenido en años. Porque, sabía, que, siendo curioso, no se dejaría ir. Porque, en el fondo, ¿qué le quedaba por ver?

Hacía mucho tiempo que ya no se hacía preguntas. Que dejó de aceptar visitas. Que aquellas que oía al otro lado del pasillo dejaron de ir a verlo porque siempre que lo hacían, se daba la vuelta. Hacía mucho tiempo que decidió morirse en aquella cama blanca y aséptica, olvidándose de quien fue, de quien, ya no podría ser.

Sin embargo, aquel ruido no cesaba. Entonces, creyó reconocerlo. No entendió nada. No fue miedo, fue curiosidad lo que sintió, y estiró el brazo. Sabía que no podría llegar a la ventana. Llevaba años abandonándose. Pero sí llegó al botón. Lo pulsó.

Una enfermera apareció asustada en su habitación. Lo miró con gesto de pánico.

¿Qué ocurre?

Ella sonrió. Aunque él no pudo verlo. La mascarilla ocultaba su boca. Acercó sus manos envueltas en látex y lo ayudó a incorporarse. El ruido no dejó de sonar. Llevaban varios minutos, pensó ella. Trató de disimular su emoción al otro lado de sus gafas. Trato de no acercarse demasiado. Muchos protocolos y muchos nervios. Abrió la ventana. Y él, por fin, pudo asomarse y ver qué era el ruido. Eran aplausos. Entonces, sí sintió miedo, quizás porque aquel ruido lo devolvió a la vida durante unos minutos, porque la curiosidad lo arrancó de una muerte anunciada. Sintió miedo porque, de nuevo, se supo vivo. Sin embargo, no hubiera cambiado ni un solo segundo de aquel aplauso que, después de tanto tiempo, le hizo recordar qué era emocionarse. Aunque no supiera a qué se debía, ni qué estaba pasando. Tampoco importó, pensó. Y ella, vio una leve sonrisa de alguien a quien, segundos antes, creía que habían perdido tiempo atrás.

Texto inspirado durante los aplausos de hoy en lo que sucede al otro lado de la ventana de la residencia frente a mi balcón. Mi humilde homenaje a los sanitarios que nos salvan y nos sostienen. GRACIAS.

Viernes 20. Marzo. 2020.

Día que comienza la primavera en esta Pandemia.

BSO. Hold on, Tom Waits. «Aguanta».

 

Día de la felicidad.

89. Verde niebla: el idilio.

verde niebla 2

idilio

Del lat. idyllĭum ‘poema pastoril’, y este del gr. εἰδύλλιον eidýllion.

 

  1. m. Coloquio amoroso, y, por ext., relaciones entre enamorados.
  2. m. T. lit. Composición poética que recreaba de manera idealizada la vida del campo y los amores pastoriles.

 

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Idilios hay de muchos tipos.

De muchos colores y sabores.

De los textiles podéis saber más aquí.

Hay música que anida sin remedio; en algún lugar entre mi piel y el silencio.

Como una fotografía que se llena de la imaginación de quien la mira.

Las estaciones pasaron y se hilvanó esta canción a fuego lento, hasta transformarse en el color y sabor de la ausencia; con voz propia. Verde, me caló como la niebla que partió los días.

Y la música… alimenta mis recuerdos, o quizás, viceversa. Caí en ella como quien se hunde en el océano, empapándome.

Se convirtió en hogar, tejiendo las telarañas, abrazando las grietas de las que, algún día, crecerán flores. Hoy sólo es un atardecer de diciembre; no hay respuestas porque las preguntas se bordaron con hilos de primavera.

A veces, incluso, hay versos que beban o no de mi sed, se me desprenden de puntadas. Los que quisiera regalar-te en un anochecer, en el que nuestros nombres se derritan a la deriva de un saxofón. Acabará oxidado cuando nos olvidemos. Y perdonemos los espejos que nunca más nos verán la piel, la que se nos enredó aquella noche tan verde como improbable, la que a veces no existe más que en el rastro de estrellas fugaces.

Mientras, seguiré bordando palabras en tus costuras, ahí donde no mirarás, quizás, hasta dentro de muchos atardeceres.

Cuando ya estés lejos, cuando ya no exista.

Cuando nos dejemos calar por el azul Atlántico.

 

 

Homenaje a la canción que me sirvió de faro y horizonte, sobre todo de inspiración para dar con el tono con el que arrancar con mi nuevo proyecto literario.

BSO. All the world is green. Tom Waits.

Feliz 2020, entramados.