31. Con mucho gusto.

gusto.

(Del lat. gustus).

  1. m. Sentido corporal con el que se perciben sustancias químicas disueltas, como las de los alimentos.
  2. m. Sabor que tienen las cosas.
  3. m. Placer o deleite que se experimenta con algún motivo, o se recibe de cualquier cosa.
  4. m. Propia voluntad, determinación o arbitrio.
  5. m. Facultad de sentir o apreciar lo bello o lo feo. Diego tiene buen gusto.
  6. m. Buen gusto (‖ facultad de sentir). Vicente tiene gusto, o es hombre de gusto.

(‖ cualidad). Traje de gusto.

  1. m. Cualidad, forma o manera que hace bello o feo algo. Obra, traje de buen o mal gusto.
  2. m. Manera de sentirse o ejecutarse la obra artística o literaria en país o tiempo determinado. El gusto griego, francés. El gusto moderno, antiguo.
  3. m. Manera de apreciar las cosas cada persona. Los hombres tienen gustos diferentes.
  4. m. Capricho, antojo, diversión.
  5. m. Afición o inclinación por algo.

con mucho ~.

  1. expr. U. para indicar que alguien accede a algo que se le pide.

regusto.

  1. m. Sabor que queda de la comida o bebida.
  2. m. Afición que queda a otras cosas físicas o morales.
  3. m. Sensación o evocación imprecisas, placenteras o dolorosas, que despiertan la vivencia de cosas pretéritas.
  4. m. Impresión de analogía, semejanza, etc., que evocan algunas cosas. Este texto tiene un regusto romántico.

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El gusto por el gusto nos hace efímeramente eternos.

Y en el fondo, ¿qué importa el tiempo?

 

¿Qué sería de nuestra civilización sin cultivar el placer?

A veces mal visto, se imponen prejuicios y sombras de sospecha.

El placer por la mirada, por el tacto, el oído, el olfato y por supuesto, el gusto.

Y de la memoria del gusto tenemos los cinco sentidos.

A cada cual los suyos.

Algunos lo son en un universo sensorial infinito, como el mar y la lluvia que los empapan por aquello del don de fluir que cantaba Drexler; como los cerezos en flor que me bebo cada primavera, mientras otros se derriten como la mantequilla deshace el chup chup de un guiso, para así, escribir nuestras historias fundidas -a blanco-.

Repaso la emoción táctil de quedarme a pelo destramando mis recuerdos; del mundo visual en el que no siempre, Picasso me perdone, “el buen gusto sea enemigo de la creatividad”, ya fuera con el color del año o con el artificio para salvar el mundo; sin duda los martillazos sonoros me dejaron del revés con la primera parte de un diccionario de infamias, con el que a veces reprimir la risa, y otras el sentido común. Así llegó el otoño con su olor a cosecha, transición que cambiara el rumbo hacia el fervor del gusto por el gusto para cerrar este año tan sabroso.

Inevitable que al final se me crucen los tejidos como alimentos.

En las últimas incorporaciones están el modal y el jengibre; del mismo modo que mis básicos son el algodón y la cebolla. Por otra parte está la viscosa, que junto al tomate, forman parte de una adhesión progresiva y ascendente, casi podríamos decir de un apego, un cariño especial del que aprender, que desarrollar con los años, madurando el gusto. Porque aunque no todo el placer está en lo oral, (¿qué diría Freud a estas alturas?) es indudable que forman parte de mi memoria sensitiva del gusto.

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Nada de fast food.

Sino más bien lo contrario, alguna que otra digestión lenta y pesada se coló para dejarlo todo empapado en el bosque después de un buen chaparrón. Finalmente, los disgustos cayeron como hojas muertas desaprendiendo todo aquello que estrangulara, mutilara o disipara el deseo, haciéndolo una vez más, infinito.

Hecatombes cuando las tripas hablan, el paladar se extiende a través de los dedos, haciendo del tacto, como yemas a punto de florecer, ese texto mudo que se dibuja en la lengua, revoloteando como una mariposa.

Y se rompe, se desgarra el buen gusto en mil pedazos para reescribirlo de nuevo. Para reinventarlo como se desgarran las costuras, haciendo la revolución del regusto poliédrico, al otro lado de la memoria, ahí donde se dibuja la imaginación.

Revolución es, sin embargo -y tristemente-, una palabra que perdió su gusto potente allá por el siglo XX.

¿Allá quedó el sabor/ saber del inconsciente constante que nos trajo hasta aquí?

Pequeño entramado del lugar del deleite.

 
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Y masticando las palabras, digiriéndolas al aroma de bergamota, con mucho gusto me despido hasta el año próximo, deseándoos que lo disfrutéis y que sigáis ahí, al otro lado, vuestros comentarios y lectura son uno de esos placeres que tanto gusto dan por duplicado, a mí y a mi ego o viceversa 🙂